La lluvia respetó las procesiones de gloria en este último sábado de mayo
Glorias
Aunque todas las corporaciones salieron más tarde no cayó ni una gota en el resto de la jornada
Tarde festiva en Alcosa, la Trinidad y Juan XXIII
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Hacía mucho tiempo que no regresaban a la ciudad los ensordecedores bramidos de una tormenta. Los cielos se encapotaron conforme avanzaba el día y una brutal tormenta descargó en diferentes puntos de Sevilla y la provincia, mientras que en otros no cayó una gota. Pura primavera, ya saben. Lo propio de marzo y de abril que se nos ha retrasado a mayo. En el Rocío salía el sol y en Alcosa las calles estaban anegadas. Nada hacía pensar que podríamos tener procesiones esta tarde de sábado, pero de peores circunstancias nos hemos sobrepuesto. Aquel Jueves Santo de 2019...
Sin embargo, los partes poco a poco mejoraban y confirmaban la ausencia de precipitaciones en el último tramo del día. Jornada festiva y de emociones en la Trinidad. María Auxiliadora volvió a convocar a cientos de alumnos, padres y vecinos en torno a esta devoción tan particular y entrañable. A las siete y media de la tarde, media hora después de lo previsto, se puso en la calle el cortejo salesiano, rematado de banderitas celestes y rosa. En esta ocasión, la comitiva se dirigió a la parroquia de San José Obrero, variando el recorrido habitual.
Las calles de la feligresía se engalanaron para la ocasión y las petaladas, los fuegos artificiales y los vivas se cerraron sobre el extraordinario paso de María Auxiliadora, uno de los más rematados del tiempo de glorias, y sobre San Juan Bosco, padre de la génesis salesiana. Pasada la medianoche sobrepasó la puerta del cancel poniendo el broche a la renovación incondicional de esta devoción, que llegó a la ciudad a finales del siglo XIX y durante décadas ha visto crecer a cientos de sevillanos.
En Juan XXIII se retrasó una hora la salida, pero a las ocho de la tarde salió a la calle el cortejo de la Virgen de la Anunciación, magnífica talla barroca del XVIII que es razón troncal de la fe de su barrio. Acompañada por la Banda de las Angustias, de Sanlúcar la Mayor, recorrió buena parte de su feligresía entre nubes amenazantes que poco a poco se retiraban en las últimas luces del día. ¡Qué delicadeza entre esas manos montañesinas!
Mientras tanto, en el Parque Alcosa, bastaron quince minutos de cortesía. A las ocho y cuarto de la tarde, con un cielo grisáceo sobrevolando el espejo de los charcos, salió a la calle la Virgen de los Desamparados, arropada desde el primer instante por decenas de vecinas, mujeres y niños que entienden estas procesiones como un refuerzo de su identidad de barrio, como un punto de encuentro en torno a esa cruz que simboliza el paso de los tiempos.
Algunos tímidos mantones colgaban de los balcones, y por los soportales los más futboleros desviaban la mirada para acompañar, con animosa curiosidad y consecuente silencio, el paso de la dolorosa. Se aplaudía, se lloraba, se abrazaba con los dedos la medalla, los más adolescentes jugaban a las sonrisas y la espesura de la noche se venció sobre el granate del manto. Una procesión de barrio auténtica, sencilla, donde la fe duele y sucede. De nuevo, repertorio exquisito, como acostumbra. Probablemente, uno de los más completos de todas las cofradías sevillanas interpretado por la Puebla del Río.
Una tarde redonda en vísperas de Pentecostés.
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