La Esperanza de Triana en 180 páginas
Novedad editorial
El historiador del Arte José Ignacio Sánchez Rico publica un libro-guía sobre la historia, patrimonio artístico y trascendencia de la corporación de la Madrugada
Triana con su Esperanza. Lo proclamaba el cartel colgado en el puente de Isabel II en los albores de junio de 1984. La Dolorosa de la calle Pureza, la de la tez morena, dejaba el antiguo arrabal para coronarse -con rango pontificio- en la Catedral. Aquella frase resumía la historia de una devoción legendaria. La Esperanza y Triana como binomio indisoluble. Así lo recoge José Ignacio Sánchez Rico en el libro que sirve de guía para conocer la historia, el patrimonio y la idiosincrasia de una corporación que se ha convertido en referente de otras muchas cofradías que beben de un estilo que resulta inconfundible.
La obra -editada por Almuzara- será presentada este miércoles 29 de mayo, a las 19:30, en la Librería Verbo (calle Sierpes, 25) por el periodista José Antonio Rodríguez.
Su autor es, sin duda, uno de los nombres de referencia ligados a la historia más reciente de la corporación trianera. Licenciado en Historia del Arte en 1991, logró un máster en Arquitectura y Patrimonio Histórico en 2001. Está especializado en museología, labor que le ha llevado a comisionar importantes exposiciones de distinta temática, tanto enfocadas al arte contemporáneo como al mundo cofradiero. Destacan las muestras que organizó sobre el pintor José Pérez Ocaña en Barcelona y la que preparó por la conmemoración de los cuatro siglos de fusión de las hermandades de la Esperanza de Triana y las Tres Caídas en 2016, una de las mejores que se han montado en la sede central del Círculo Mercantil.
El libro, titulado Esperanza de Triana, usa un lenguaje didáctico y conciso. Está pensado como obra de cabecera, divulgativa, para consultar el amplío arco histórico que abarca la hermandad. Fue el investigador Santiago Montoto quien en la década de los 40 del pasado siglo fijó el origen de la hermandad en 1418. A partir de entonces la devoción a la Virgen de la Esperanza quedó asentada en Triana, como confirman varios testamentos. Comenzaría a hilvanarse el devenir del arrabal con el de una corporación que vivió años de esplendor en el desaparecido convento del Espíritu Santo. Una etapa vinculada al auge de los marineros que embarcaban hacia las Indias. Tal fue su consolidación en el barrio, que en el siglo XVIII, pese a que Sevilla había perdido la hegemonía del comercio con América, los hermanos decidieron habilitar un templo como sede canónica propia. Lo consiguieron en 1815. Ya entonces llevaban dos siglos fusionados con la cofradía de las Tres Caídas.
Los estragos que provocó la centuria decimonónica en la Semana Santa también se evidenciaron en esta hermandad, que vio exclaustrado su templo en la Revolución Gloriosa de 1868. Poco después llegaría a San Jacinto, una iglesia cerrada entonces al culto y en la que se vivió uno de los capítulos más sorprendentes: La Dolorosa acabó en la Hermandad del Cachorro. Fue a finales de este siglo cuando la corporación conoció un resurgir -parejo al que experimentó la religiosidad popular con los Montpensier- que asentó las bases de la hermandad que se conoce hoy.
Una nueva era que tuvo dos hechos que sirvieron de punto de partida. Por un lado, el incendio que afectó a la Virgen y que años más tarde (ya en el siglo XX) provocó una segunda remodelación de su rostro, a manos de José Ordóñez, quien anticipó el canon castizo que luego desarrollaría Castillo Lastrucci en pleno apogeo del regionalismo. Y, por otro, la llegada de los industriales cerámicos (artesanía ligada desde siempre al barrio) Manuel Rodríguez Alonso y Tadeo Soler, que asentaron de la mano de José Recio del Rivero las bases del estilo cerámico renacentista que desde entonces impregna esta cofradía.
Pero el libro de Sánchez Rico no es sólo una suma de fechas, acontecimientos históricos y estilos artísticos. Es también el de los nombres que han quedado para siempre unidos al de la hermandad. Como el del canónigo Sebastián y Bandarán, quien logró la vuelta a la Capilla de los Marineros en 1962; el del carrero José Medina Amoreti, que trasladó la imagen del Cristo hasta la casa del mayordomo esquivando a un grupo de revolucionarios en los albores de la guerra civil; el de Manolo Garrido, fundador del coro de campanilleros de la hermandad y compositor de la famosa Salve a la Virgen más castiza; o el del joyero Fernando Morillo, vestidor de la Esperanza de Triana durante 52 años y quien popularizó el mítico refregaor, hasta crear un icono propio copiado en multitud de hermandades de dentro y fuera de Andalucía.
El libro de Sánchez Rico es, por tanto, una guía que completa el tesoro devocional que la hermandad posee desde 2017 y que este trianero diseñó para su cofradía, de la que es responsable, en buena medida, de la recuperación de la estética de antaño. Una obra necesaria para entender la inabarcable trascendencia de la Esperanza que habita en Pureza.
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