El legado romántico de la Semana Santa
La fiesta conserva importantes vestigios de la gran renovación artística de finales del siglo XIX
LA segunda mitad del siglo XIX abrió una etapa de renovación en las hermandades sevillanas, que venían soportando las desmesuradas consecuencias de la invasión francesa y la desamortización eclesiástica. Este nuevo periodo no sólo trajo el resurgir de la fiesta, sino que también facilitó la destacada influencia de la corriente artística conocida como romanticismo y posromanticismo. "Las cofradías habían decaído notablemente hasta el punto de que hacia 1840 hay algunas que no pueden salir por la pérdida de enseres y se celebran cabildos con cinco o seis hermanos", explica el profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla Andrés Luque Teruel.
El punto de inflexión coincidió con la residencia de los duques de Montpensier en Sevilla a partir de 1848 y su propuesta de modificar el modelo de la carrera oficial. El Ayuntamiento prohibió el uso de sillas particulares e implantó el sistema de alquiler vigente que revierte un beneficio económico a las cofradías. "Con el cambio, las hermandades pudieron arreglar y hacer nuevos pasos con los que salir, desde entonces, todos los años". Gracias a la protección municipal, de la familia Orleans y de reconocidos cofrades como Félix González de León y José Bermejo y Carballo se reorganizaron, entre otras, las cofradías de Pasión, la Lanzada, la Carretería, las Siete Palabras y Montserrat. "Este resurgir trajo una completa renovación estética de la Semana Santa que afectó a los pasos de Cristo y a los palios, pero también a la imaginería y al bordado", indica el profesor.
"En los pasos de Cristo hubo tres tendencias: el articulado en casetones con columnas de raíz neoclásica; el neogótico; y el romántico de raíz barroca o neobarroco, que era el más creativo", sostiene Luque Teruel. De este último surgieron pasos personalísimos como el del Señor de la Sentencia, de Vicente Hernández Couquet, hoy en el coro de la Basílica de la Macarena; y los antiguos de Montserrat y de San Isidoro. En la actualidad, siguen el primer estilo el paso del Cristo del Buen Fin y el misterio de la Cena, aunque éste sea posterior; del segundo se conserva el paso de la Canina y la urna del Cristo Yacente; y mantienen la esencia del tercero modelo las andas procesionales de San Esteban y las Siete Palabras. "El que más se ha consolidado es el tercer tipo a partir de las versiones que realizó José Gil para la Trinidad -sustituido en 2013 por uno nuevo- y San Bernardo. "A esta gran variedad de formas se unen después los neobarrocos historicistas como el antiguo del Cristo de las Tres Caídas de Triana".
"En cuanto a los pasos de Virgen, se extendieron los de crestería, el mixto de crestería con caídas bordadas y el de figura o corte con picos pronunciados". Del primero sobresalió el de la O, el de la Macarena -hoy en Aracena- y el antiguo de la Virgen de la Concepción del Silencio, que se conserva como parte del altar de la dolorosa. "El que procesiona cada Madrugada es una versión historicista de Cayetano González del siglo XX". El actual palio de Montserrat es el único referente que conserva del modelo mixto, al que le siguieron las interpretaciones de las Penas de San Vicente y Santa Cruz. Y de figura o corte -que no de cajón- se mantienen el palio negro de la Macarena de Juan Manuel Rodríguez Ojeda que posee hoy La Estrella; el de Vera Cruz, de Patrocinio López y adaptado a cajón; y el de la Carretería. En su día destacaron también los palios de la O y Patrocinio de las hermanas Antúnez, el palio negro de Montesión y el del Calvario.
La incorporación de los candelabros de guardabrisas es una de las herencias que dejó esta etapa: "Es una invención sevillana que se exporta después a otras localidades y se añaden tanto a pasos de Cristo como de Virgen. En los palios se conservan detrás convertidos en candelabros de cola, mientras que se suprimen delante. El Sol los ha incorporado de nuevo en la delantera", apunta Luque Teruel. Destacan los candelabros de palma del Cristo de las Tres Caídas de San Isidoro. Otros elementos que han sobrevivido al paso del tiempo son las insignias bordadas de la Quinta Angustia y la Carretería, con participación del taller de Teresa del Castillo y Antonio del Canto; los exornos florales variados, con el Valle a la cabeza; y la extensión de las túnicas de ruán entre las cofradías de negro.
La escuela escultórica local no quedó al margen de este movimiento artístico: "En época romántica se hacen imágenes de Juan de Astorga, de gran belleza y con un cierto deje clasicista, y en el posromanticismo tiene lugar la remodelación de la Esperanza de Triana y obras de Gabriel de Astorga, como la Soledad de San Buenaventura. También imágenes y reformas de Emilio Pizarro, las adaptaciones del Cristo de la Sentencia y el de las Tres Caídas de Triana, y la eliminación de los sudarios de tela en el Cristo de Burgos y el Museo".
En el bordado, el periodo romántico recurrió a las grandes masas vegetales. "Los diseños recibieron la influencia de la corriente inglesa Art and Crafts gracias a las tiendas de decoración y fotografía que distribuyeron papeles pintados", explica Luque Teruel. Estos vuelos profusos se dotaron de significados conforme a la iconografía cristiana: "Se mezclan elementos como los cardos, asociados al pecado y origen del caos, y los acantos, cómo símbolo de nueva vida y felicidad eterna que se abre paso entre el mal. "El posromanticismo fue el punto de partida para el regionalismo de Ojeda que se imita en el siglo XX y se impone como referente de la Semana Santa contemporánea", añade. De aquella época hay que mencionar los ropajes del paso del Duelo y los de los misterios de la Carretería y la Quinta Angustia. También túnicas de Cristo como la de los acantos de Pasión, la de los cardos del Gran Poder o la del delantal del Nazareno del Silencio.
Una las hermandades que atesora en su patrimonio la esencia decimonónica es las Siete Palabras. La cofradía del Miércoles Santo se reorganiza en 1858 y tras más de siglo y medio, retoma la salida penitencial seis años más tarde. La nueva andadura marca la idiosincrasia del segundo de sus tres pasos, obra de Ricardo y Joaquín Díaz que se estrena en la Semana Santa de 1881. "La cofradía utiliza un Crucificado del siglo XVII -de Felipe Martínez- pero compone un misterio con tallas románticas. De este periodo es la canastilla con los candelabros, que sigue el modelo romántico de raíz barroca, no así los respiraderos que se añaden en los años 30", describe Luque Teruel. El resto de imágenes del misterio son de Manuel Gutiérrez Reyes-Cano, a excepción de San Juan Evangelista, que lo hizo José Sánchez. "En los últimos años se ha rematado con los faldones bordados por Fernández y Enrique que van con el espíritu del paso, siendo el conjunto más completo de la época y uno de los de mayor calidad de los que se hicieron en su tiempo".
La singularidad de este paso reside en los 7,20 metros que alcanza. El arte posromántico favoreció la visión de las imágenes y para conseguirlo fue común la elevación de los crucificados para que se vieran por encima de todo el misterio. "Se ha perdido por el tremendo error de hacer pasos muy grandes, ya que al subir la canastilla hay bajar a la imagen para que no quede por encima de los obstáculos", indica el profesor. La estética romántica permanece en otros enseres de la cofradía como la cruz de guía, un juego de bocinas, varias sayas y el manto azul de Celestino Rodés que luce la Virgen de los Remedios, singular por los juegos curvos de los tallos. Los bordados siguientes han procurado mantener los trazos decimonónicos. "El nuevo palio de la Virgen de la Cabeza quiere inspirarse en esa época aunque tiene características propias del siglo XXI".
El romanticismo y sus postrimerías continúa siendo fuente de inspiración por su relevancia artística como arranque de la estética regionalista. "Eran líneas riquísimas, con diseños muy atrevidos, que no eran estridentes sino que permitían concentrar la visión en los motivos fundamentales. En los palios incorpora movimiento, diversidad y distintos cortes frente a la figura rígida de cajón barroca que recupera Ojeda, junto al palio juanmanuelino, con el nuevo siglo. Luque Teruel resalta al Cerro del Águila como cofradía moderna inspirada en la impronta romántica: "Paquili diseñó el palio de la Virgen de los Dolores basándose en esa estética".
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