El Santo Entierro Grande a pie de calle: Elogio de la mochila y el bocata
El Jubileo de la Pestaña
La procesión magna atrae bastante público de fuera, con silla portátil, almuerzo a cuestas y ropa deportiva donde se olvida cualquier atisbo de elegancia
Trabajo ímprobo de las priostías para cambiar algunos pasos en menos de 12 horas
La mañana del Jueves Santo: colas de espera en tiempos de prisa
Ropa cómoda, zapatillas de deporte, mochila y bocata. Sin olvidarnos de la silla plegable, esa imprescindible "aportación" del siglo XXI sin la que las nuevas generaciones (y alguna que otra entrada en edad) no entiende ya la Semana Santa de Sevilla. Ustedes me van a perdonar, pero por mucho que los priostes se hayan afanado en la presentación de los pasos para el Santo Entierro Grande y a pesar de las horas sin descanso para tenerlos a punto (se ha alcanzado la excelencia en muchos de ellos), se me ha ido la mirada al outfit (como dicen los modernos) de quienes se instalan en las calles durante los recorridos de ida y vuelta de las hermandades participantes (la procesión magna, como sabemos, es de pay per view). El elogio de una masa globalizada, dispuesta a acumular "experiencias" y dejar constancia de ellas -cuanto antes- en las redes sociales. Un triunfo que se evidencia este Sábado Santo, como culmen de una semana plena de cofradías y de gente, muchísima gente.
Afirman los historiadores -líbreme Dios de hacerlo yo- que uno de los fines por los que en el siglo XIX se creó el Santo Entierro Grande fue turístico: atraer visitantes a una fiesta religiosa que en Sevilla experimentaba entonces un resurgir. Se daba a conocer, así, una celebración que había estado varias décadas en declive por distintos avatares. La Semana Santa de Sevilla en este siglo XXI dista mucho de la de aquella. Goza de fama mundial. Lejos de estar en declive, está a punto de morir de éxito. Y forma parte de una sociedad de consumo, que vive pendiente del teléfono móvil.
Una de las aplicaciones de este dispositivo consulta Rafael delante de la parroquia de la Magdalena a media mañana del sábado. Viene desde Jaén acompañado por otros seis "capillitas". Hay que reconocerles que son precavidos. Han dejado los coches aparcados en Mairena del Aljarafe. Allí se han subido al Metro y se han bajado en la Puerta de Jerez. Ejemplo de la intermodalidad en el transporte público que tanto fomentan los políticos en sus discursos (tan correctos como aburridos). En su camino, ya han visitado el Salvador, donde el Señor de Pasión está vestido con la túnica bordada de los acantos y un monte formado a base de corcho y rosas. El conjunto es apoteósico.
Diez horas de trabajo en las priostías
Los siete cofrades están a la espera de que abra la Capilla de Montserrat. En la hermandad del Viernes Santo se están terminando de colocar las flores del paso del Cristo de la Conversión. Una labor que acaba pasadas las doce del mediodía. Han sido diez horas seguidas desde que se terminó la estación de penitencia a las dos de la madrugada del Sábado Santo. Un equipo de 20 personas lo ha dejado todo a punto. Lo que por la noche era desorden y suciedad, ahora se convierte en equilibrio y pulcritud. El paso ha incorporado (como préstamo) los cuatro arcángeles de la Roldana que en su día poseyó la corporación y que vendió junto a las antiguas andas a una cofradía de Cabra (el gentilicio es egabrense, para los mal pensados) por el módico precio de 2.500 pesetas (la historia de la Semana de Sevilla está plagada de casos similares). A la imagen de la Magdalena se la ha situado justo en el centro del frontal (como en su origen se concibió el misterio) y en la cruz de Gestas (personaje de los Evangelios empecinado en ejercer su papel de malo hasta el último suspiro) se enreda un espino, en alusión a la pudrición del alma (la catequesis visual).
Hablando de novedades estéticas del día (prometo no aburrirles mucho con el tema), no puedo dejar al margen el trabajo priosteril en la Esperanza de Triana, que tras una larga estación de penitencia cambiaron por completo "la piel" del misterio de la cofradía, con nuevas flores (en tonalidad morada) y ropajes. Llama la atención el ropón del Cirineo, bordado primorosamente por las Hermanas Ramas (Brenes), con diseño de Javier Sánchez de los Reyes, acorde con el de la túnica del Cristo de las Tres Caídas.
Vuelvo con los jiennenses. Rafael y sus seis amigos -como muchos de los que están llegando a estas horas a Sevilla- no llevan ruta planteada. En definitiva, no saben ni qué van a hacer ahora ni luego. Piden consejo a un cofrade autóctono sobre dónde ver "los pasos". El sevillano les dice que esa explanada, la que hay delante de la Magdalena, es muy buena, que por allí pasan cinco por la tarde. Cuando conocen que desde el mismo banco donde están sentados pueden ver San Gonzalo y las Tres Caídas de Triana, los siete jiennenses (como los Siete Niños de Écija del poema de Villalón, pero con menos lirismo) estallan de gozo. "¡Qué suerte vamos a tener!".
Una "Campana" en la Magdalena
El capillita hispalense les explica que de allí mismo también salen el Cristo de la Conversión, el del Calvario y el misterio de la Quinta Angustia. Mesa, Ocampo y Roldán. Pero para los que vienen de la tierra de los olivos (mal asunto para los alérgicos como yo) las referencias artísticas se quedan en un segundo plano cuando saben que van a escuchar en directo a Virgen de los Reyes y las Tres Caídas. Asegura uno de los integrantes del grupo que son formaciones "muy top", expresión a la vanguardia del lenguaje tuitero que chirría en mis oídos. Los ánimos de estos forasteros se encienden cuando en esa red social la referida agrupación musical anuncia que hará de ese enclave, cuando acompañe al paso del barrio León, "la Campana del pueblo". Los siete jiennenses se felicitan porque la suerte les ha sonreído y esta tarde "lo vamos a flipar".
Como Rafael y sus amigos de expediciones cofradieras (han perdido la cuenta de las magnas a las que han acudido el último año), otros muchísimos grupos se dispersan por la ciudad desde el mediodía. Uno de ellos lo forman Gloria y su familia, que proceden de Málaga y se encuentran algo perdidos por el Pozo Santo. Tanto que preguntan por dónde "cae" la calle Pureza. Decathlon cotiza al alza este Sábado Santo en el público que ya toma asiento en las calles con sus sillitas. El grupo de malagueños es prueba de esta tendencia, que los más expertos en la materia denominan athleisure. Esto es, el dominio de la ropa deportiva en todos sus integrantes. En ellas, leggins que se ajustan sin discreción alguna a piernas, glúteos y bajo vientre (por pudor detengo aquí la descripción). La comodidad como factor principal en este día en el que familias enteras pasan horas al sol, con tal de lograr primera línea en los palcos improvisados que conforman los asientos portátiles. Quedan pocas plazas en el graderío de sombra.
Gloria y compañía van buscando el puente con sus mochilas llenas de víveres para calmar el hambre. Aunque los bares se encuentran repletos esta jornada, la mayoría de la clientela es local. El turismo venido de fuera es de bocata traído de casa (el olor inconfundible de los embutidos los delata). Vienen a pasar el día, a bajo coste. Conforme el termómetro sube, el outfit de este Sábado Santo reduce el tamaño de sus prendas. Se vuelve más cómodo (seamos generosos en el calificativo). Se ven pantalones cortos y chanclas (algunas con calcetines). Por un momento, algunas calles del centro suponen un adelanto de la temporada veraniega. Cualquiera diría que estamos en una de esas playas familiares (pongan ustedes los nombres) donde hay que madrugar para colocar la sombrilla en agosto. Estos cofrades de estética relajada se alternan con una minoría de combinación ortodoxa: corbatas negras y trajes oscuros (algunos son auténticos vestigios de la pasada centuria). La fiesta de siempre con la de ahora. Dos realidades de un Santo Entierro Grande. Resumen idóneo de una Semana Santa al borde del colapso.
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