La iglesia del Sagrado Corazón: sus hermandades, curiosidades y una historia apasionante

Varias corporaciones tuvieron su sede en este templo que vuelve a revitalizarse con el regreso de Los Javieres

Incluso un Santo Entierro Grande llegó a partir desde esta iglesia en el siglo

La fotografía como elemento simbólico de la Semana Santa

Fachada de la iglesia del Sagrado Corazón, templo fundacional de Los Javieres
Fachada de la iglesia del Sagrado Corazón, templo fundacional de Los Javieres / DS.

Una iglesia fascinante que vuelve a recuperar el pulso cofradiero medio siglo después. La hermandad de Los Javieres regresará a su sede fundacional, la iglesia del Sagrado Corazón, sita en la calle Jesús del Gran Poder. Un templo que hunde sus raíces en el siglo XVI y que sirvió como Colegio de la Orden Mínima, fundada por San Francisco de Paula, santo que le ofreció sobrenombre tiempo atrás hasta que en el siglo XIX se asientan los jesuitas. A buen seguro nos hemos detenido ante su fachada en numerosas ocasiones, pero desatendiendo la emocionante historia que callan sus muros. Tanto es así que en 1854 partió desde este templo el segundo Santo Entierro Grande, tras el éxito cosechado en la primera edición de 1850. Entonces participaron quince imágenes: Sagrado Decreto, Sagrada Cena, Montesión, el Prendimiento, la Macarena, Cigarreras, Gran Poder, Humildad y Paciencia, Museo, Carretería, Quinta Angustia y Sagrada Mortaja.

Esta iglesia, desde la que volverán a salir nazarenos, ha acogido a señeras cofradías que han establecido en ella su sede en algún periodo puntual de la vasta y rica singladura de la Semana Santa hispalense. De hecho, varias de ellas nos ofrecen actualmente pistas acerca de su pasado... Por ejemplo, la Carretería, entre cuyos titulares figura San Francisco de Paula -incluso a día de hoy hay una imagen en el remate del altar de la Virgen del Mayor Dolor- por un motivo de peso: aquí tuvo su sede esta cofradía desde 1592 hasta 1761, es decir, más de un siglo y medio, labrando capilla propia. Durante su estancia en la antigua calle de las Palmas la cofradía salía de Madrugada, se encargó la actual dolorosa de Alonso Álvarez de Albarrán (1629), y se contrató la ejecución de un paso a Pedro Roldán y Cristóbal de Guadix, y la realización por parte de Luis Antonio de los Arcos y Cristóbal de Guadix de las figuras del misterio de las Tres Necesidades, a excepción de la Magdalena. Es decir, momentos claves de su historia.

Otra cofradía que habitó entre sus naves fue Las Cigarreras, corporación de marcado carácter itinerante. Se tiene constancia de que ya en 1597 la hermandad estaba ya asentada en la iglesia-colegio de San Francisco de Paula, de padres Mínimos. Es inequívoco que en 1606 todavía se encontraba en San Francisco de Paula, pero en 1610 y 1611 hay referencias documentales a cabildos generales celebrados en la iglesia de San Miguel, parroquia de la que dependía la sede mínima. Más allá de estos últimos datos poca información más se tiene de la corporación hasta el establecimiento en la iglesia de San Pedro en 1628. Otro ejemplo paradigmático es el de la Lanzada, que desde 1818 hasta 1835 tuvo aquí su sede canónica tras haber residido en San Basilio, templo que resultó bastante afectado por la invasión francesa. La hoy cofradía del Miércoles Santo llegó incluso a realizar una estación de penitencia con la actual imagen del Cristo de la Buena Muerte de la hermandad de Los Estudiantes.

Otras curiosidades

De igual modo, este templo guarda destacadas curiosidades antes de la fundación de la cofradía de Los Javieres, como por ejemplo, la visita en 1728 de la Esperanza Macarena que estuvo una semana refugiada en este templo tras sorprenderle la lluvia una mañana de Viernes Santo. Además, en este templo residía antaño (en torno a 1628) una hermandad denominada del Cristo de la Sangre, Virgen de la Candelaria y San Juan Bautista. Dicha corporación contrató con el imaginero Felipe Martínez la realización de un crucificado, pero termina por extinguirse en el siglo XIX. En 1868, el templo fue suprimido por la Junta Revolucionaria, llevándose sus bienes al convento de Madre de Dios para su distribución por distintos templos. Entre ellos se encontraba la imagen del Cristo, que fue solicitado para su oratorio privado por José María Cisneros y Lanuza. Al fallecer este señor, su hijo decidió no llevárselo consigo, hecho que llegó al escultor Emilio Pizarro, y que a su vez lo puso en conocimiento de otra hermandad emblemática de la Semana Santa: las Siete Palabras, que decide adquirirlo para convertirse en la imagen que, cada Miércoles Santo, recorre las calles de la ciudad desde San Vicente.

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