El hilo de fe que une San Luis y el Cerro del Águila

La Priostía

El Cristo del Desamparo y Abandono pasó de la sacristía del antiguo templo jesuita a San Gil y, de ahí a la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores

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Las puertas de San Luis de los Franceses dan paso a una de las mayores joyas del Barroco
Las puertas de San Luis de los Franceses dan paso a una de las mayores joyas del Barroco / Cedida Por La Diputación Provincial

De San Luis al Cerro del Águila hay un camino que pasa por San Gil y que está impregnado del Desamparo y Abandono de un crucificado. Según Google son 7,8 kilómetros pero según Sevilla es una ruta de más de 350 años.

El crucificado de la hermandad del Cerro del Águila estuvo hasta 1942 en la sacristía del antiguo noviciado jesuita desde donde pasó a San Gil en depósito. La talla fue cedida en propiedad por la Diputación Provincial de Sevilla a la corporación del Martes Santo en 1981. De la Macarena a su nuevo barrio fue trasladado a hombros por los miembros de la entonces hermandad de los Dolores. Toda una declaración de intenciones de cómo sus vecinos nunca dejarían al crucificado ni abandonado ni desamparado.

La llegada del Cristo del Desamparo y Abandono a la parroquia de los Dolores
La llegada del Cristo del Desamparo y Abandono a la parroquia de los Dolores / D. S.

La talla, atribuida a Francisco de Ocampo o por lo menos a su círculo por algunos investigadores, está datada en torno al año 1625. Otros estudiosos apuntan a Martínez Montañés o Juan de Mesa como posibles autores de la imagen. En cualquier caso, su presencia en la sacristía de la iglesia de San Luis de los Franceses es una muestra más de la impresionante obra que los jesuitas dejaron en Sevilla.

Cuando se traspasan las puertas del edificio, propiedad de la Diputación desde el XIX y abierto a las visitas del público en general, es imposible no sentir la apabullante muestra de poder que la Compañía quería transmitir. Algo que no ha cambiado casi 300 años después.

Esplendor barroco y de símbolos

Pocos edificios muestran el Barroco en estado puro. El arquitecto, Leonardo de Figueroa, tuvo la supervisión de un escogido grupo de intelectuales jesuitas. Una huella que está presente en la simbología. Todo está estudiado. Fue construida orientada según el recorrido del sol. La puerta principal da hacia el este, donde nace el sol. El altar de San Estanislao, al norte y el altar de San Francisco Borja, al sur, reciben luz el día de la onomástica de cada santo. No faltan temas mitológicos como la pintura de las tres gracias identificadas con sus nombres: Aglaya (alegría), Talia (la obediencia y la comedia), y Eufrosine (el deleite). En un contexto cristiano las Gracias conservan la interpretación que les daba Séneca, como triple imagen de la liberalidad: dar, aceptar y devolver beneficios.

El interior de San Luis de los Franceses
El interior de San Luis de los Franceses / cedida por la Diputación Provincial de Sevilla

Los retablos están llenos de espejos venecianos fabricados de estaño y mercurio. Los espejos sirven para reflejar la luz y enviarla a otros puntos de forma que se multiplica su efecto y también deforman la realidad y la amplían. Pero además remiten al lema Speculum sine macula relacionado con la virgen María.

Los jesuitas no dejaron nada al azar, ni el nombre del templo. Se edificó en los terrenos donados por Luisa de Medina. Esto unido al deseo de la orden de acercarse al la nueva dinastía francesa iniciada con Felipe V de Borbón, para evitar ser expulsados, hizo que la iglesia recibiera el nombre de San Luis de los franceses.

Aunque las obras de la iglesia no comenzaron hasta 1699, en 1609 ya estaba allí el noviciado jesuita. En toda esta planificación hubo algo que falló o, por lo menos, no cumplió con lo planeado. Los jesuitas habían proyectado construir una plaza delante para que se pudiese ver la cúpula y la fachada, sin embargo nunca llegaron a realizarla.

San Luis de los franceses
San Luis de los franceses / cedida por la Diputación Provincial

En 1767 una Real Orden de Carlos III expulsó de España a los jesuitas que debieron abandonar el edificio. Volvieron en 1817, hasta que la nueva expulsión de 1835 les obligó a abandonar definitivamente el conjunto. A partir de ahí fue seminario, convento franciscano, hospital de venerables sacerdotes, fábrica en el siglo XIX y hospicio hasta los años sesenta del siglo XX. La iglesia permaneció cerrada y sin culto muchos años.

Desde 1984 la Diputación Provincial destinó importantes partidas económicas para la recuperación integral de este monumento. Después de una restauración, el 6 de septiembre de 2016 se inauguraron tanto las obras de rehabilitación como la nueva iluminación.

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