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Los hermanos Delgado: las tres ramas del tronco

La exposición antológica de los Hermanos Delgado en la Fundación Cajasol, abierta hasta el día 3 de marzo, es una oportunidad para conocer la trayectoria de tres grandes de la orfebrería

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Los hermanos Delgado en la escalera del taller de Goles en 2003. / M. G.

Sevilla/El padre es el tronco y los hijos son las tres dichosas ramas. El padre se jubiló como orfebre y pudo acudir durante muchos años al taller de sus hijos para contemplar el fruto más maduro de su carrera, su mejor obra: la vocación y el éxito de sus tres hijos. Seguro que don José Delgado García (1931-2004) disfrutó de la mayor recompensa para un maestro: ser superado por sus discípulos. Los hermanos Delgado entienden la orfebrería como un sentimiento, un oficio en el que prima la pureza por encima de la técnica. Acaso la técnica no es más que la senda para lograr esa pureza. Si la técnica es solo un instrumento para alcanzar el Arte, la orfebrería es el camino más corto para llegar a Dios. La perfección es conseguir la belleza, no lograr un repujado intachable. Son los postulados de una escuela de orfebres que merecen una exposición antológica porque han contribuido a fortalecer la Semana Santa con unos criterios estéticos admirables y originales. No hay obra de los Delgado que no se sepa que es de ellos.

No se entiende el profundo amor por el oficio de los orfebres Ángel (1951), José (1959) y Francisco (1962) sin la figura del padre. Y no se concibe el taller de la calle Goles como lugar de peregrinación de quienes buscan la calidad sin el empuje decisivo que tuvo la madre, la señora Dolores López Zapata (1934-2009), la que animó a Pepe a no tener miedo, a ser ambicioso desde la prudencia y a asentarse en las extensas, acogedoras y generosas dependencias del corralón donde hoy permanecen.

Para valorar en su justa medida a tres grandes de la orfebrería actual, referencias de prestigio en toda España, hay que recurrir una y otra veza la figura del padre. José nace en el seno de una familia de nueve hermanos, en los tiempos en que los hijos de familias más que numerosas se repartían entre las madres, las abuelas o las tías, según los casos. Así se organizaban las crianzas.

La exposición abierta estos días en la Fundación Cajasol. / Juan Carlos Vázquez

José nace en Triana, es bautizado en la pila de Santa Ana y al poco tiempo es enviado a casa de su abuela Mariana en la calle Artemisa, en el barrio de la Puerta Osario. En esa calle existía una fábrica de camas, donde muy pronto entró a trabajar el niño José. Allí precisamente se hicieron los faroles que durante muchos años iluminaron el paso de Jesús Nazareno (El Silencio) que hoy son propiedad de la Archicofradía Sacramental de las Siete Palabras. Muy próximo a esta fábrica estaba el taller de un grande de la orfebrería, Manuel Seco, que contaba como encargado con nada menos que con Manuel Villarreal Fernández. José pasa de trabajar con los hierros de las camas al taller de orfebrería, donde llamaba la atención su habilidad, por ejemplo, al manipular los brazos de los candelabros de cola, pues estaba adiestrado en el manejo de los metales gracias a las técnicas adquiridas en el taller de Artemisa.

Los hermanos Delgado, en otra imagen de archivo. / M. G.

Son los años, finales de la década de los cuarenta, en que las cruces de mayo tienen gran fuerza entre los grupos de vecinos de una ciudad que sale poco a poco de la pos-guerra. En una de ellas conoce a Dolores, con la que contrajo matrimonio en San Julián. Eran entonces muy jóvenes. Él no alcanzaba ni los veinte años. José estaba entregado al oficio, no tenía sentido demorar más el casamiento. Se convierte en un experto en las técnicas y habilidades más empleadas en la orfebrería de entonces: lampistería, soldadura, enderezamiento de la plata, el conocimiento de los materiales, el corte de las colas... Con Villareal asiste al proceso de elaboración del techo de palio de las Siete Palabras, los respiradores del paso de la Virgen de la Encarnación de San Benito y la moldadura del palio de las Penas de San Vicente, por poner solo tres ejemplos.

Con la muerte de Villareal se crea una sociedad con su viuda para garantizar el mantenimiento del taller. Es entonces cuando José Delgado entra ya como maestro y socio. Toda su vida estuvo ligada a este taller. Si se jubiló anticipadamente fue para estar con sus hijos. De su matrimonio nacieron cinco: los tres orfebres, una hija y un pequeño ángel que murió prematuramente con diez años por un accidente.

Los inicios de los tres hermanos

Ángel, el mayor de José y Dolores, mostró desde pequeño su afición por la pintura. Y pronto alternó su condición de alumno de la Escuela de Artes y Oficios, en la sede de la calle Amor de Dios, con su colaboración con el taller de orfebrería de Herederos de Juan Fernández, en Santa Marina. No tardó Ángel en incorporarse a Villarreal, donde colaboró tanto en labores artesanales como de administración. Pepe quiso trabajar desde muy temprana edad. Su padre lo metió también en el taller de Villareal, donde aprendió mirando y practicando. Pronto se dio cuenta de que quería ser independiente. Se fue al servicio militar. Su madre le fue preparando una sorpresa que marcó su vida. Dolores quería hacerle un regalo muy especial cuando volviera tras la jura de bandera: tenerle un taller preparado para que pudiera trabajar por su cuenta. Y así fue. En el barrio del Fontanal, en la calle Santa María, número 28. Necesitaba salir y tener su taller propio. Juró bandera en Vitoria, regresó a Sevilla un Jueves Santo para disfrutar de los correspondientes días de permiso y recibió el regalo de su vida. Pepe dejó Villarreal, de donde fue despedido con mucho cariño. Tanto que recibió un repujador de regalo de cada compañero. Necesitaba irse y se fue. Francisco, el pequeño en edad, aprendió el oficio con Juan Borrero y Paco Fernández en Orfebrería Triana.

El taller, como una familia / M. G.

En este taller del Fontanal se acabaron uniendo los tres hermanos cuando Ángel, José y Francisco tenían 29, 21 y 17 años, respectivamente. Recibieron encargos como el sagrario de la Parroquia de San José Obrero o el techo de palio de la hermandad de la Borriquita de Mérida.

Por fin en 1985 se produce el traslado al definitivo taller de la calle Goles. Pepe visitó el corralón con su madre. Uno de los locales se alquilaba a 14.000 pesetas al mes. Y otro, mucho mayor, a 17.000. La madre lo animó a quedarse con el grande. ¿Y cómo se llena tanto espacio?, preguntó un Pepe que en principio veía mejor quedarse con el de menor tamaño. "Ya se llenará", le conminó la madre a no tener miedo. Y se llenó. Pepe empezó en la cale Goles en un tiempo en que no era conocido en el mundo de las hermandades, no había redes sociales, ni publicidades, ni nada por el estilo. Hasta que un día llegó un hermano de la Resurrección para encargar un juego de bocinas.

Otra imagen de la exposición abierta estos días en la Fundación Cajasol. / Juan Carlos Vázquez

En 1986 se recibe un segundo encargo: la candelería del paso de palio de los Dolores de Santa Cruz, cuando Guillermo Carmona era oficial de junta de gobierno. Y después la gran obra que marca el gran arranque del taller, el definitivo despegue: la orfebrería del paso de la Virgen de la Aurora. No se entiende la carrera de estos tres grandes de la orfebrería sin ese paso.

El ejemplo de la crisis de 2008

¡Cuántas mañanas pasó el padre disfrutando de sus hijos en el taller de Goles! Muchas veces se ponía a trabajar con ellos, otras solo miraba cómo marchaban los encargos. Disfrutó de un verdadero tiempo de jubilación. El camino para los tres hermanos ha tenido verdaderas espinas. No solo el fallecimiento de sus padres. La crisis económica de 2008 fue terrible, dejó el taller paralizado. Cesaron los encargos, por entonces mal vistos por ser gastos suntuarios. Nadie quería señalarse en tiempos de austeridad real y en muchos casos impuesta de cara a la galería. El gran esfuerzo consistió en mantener a todo el personal y resistir anímicamente. ¿Cómo se logró el segundo objetivo? Los Hermanos Delgado y sus colaboradores se pusieron a trabajar en una candelería que nadie les había encargado, pero el caso era no parar. Nada menos aconsejable para unos artesanos que caer en la desidia. La candelería se remató y al cabo de los años hasta fue vendida a una corporación. Luego llegó la crisis del Covid-19. España se detuvo a mitad de cuaresma, tiempo vital para un taller de orfebrería. El mundo entero se paró como nunca antes habíamos conocido. La noticia más reveladora y emocionante es que todas las cofradías que tenían encargos para aquella Semana Santa de 2020 pagaron cuanto tenían comprometido, pese a que Sevilla se quedó sin su fiesta más importante, cosa que no ocurría desde la Segunda República. Ninguna se negó a pagar hasta que terminara una pandemia que nos metió un túnel en el que no sabíamos cuándo veríamos la luz.

En plena faena. / M. G.

Y ahora, meandros de la vida, toca vivir la era de los excesos, que tiene sus efectos positivos en el caso del arte sacro. El taller de los Hermanos Delgado tiene encargos comprometidos ya para 2028. Las cofradías viven un nuevo tiempo de esplendor. Y Ángel, Pepe y Francisco siguen sus brillantes trayectorias en el taller de Goles tras dos crisis superadas. Plata, oro, latón, alpaca... Dibujos, batas, cepillos, calendarios de pared, el soniquete de una radio... La vida es un Viernes de Dolores en que la familia Delgado celebra el fin de una nueva temporada. Y todos los viernes del año a las ocho de la mañana ante el Señor, liturgia particular de los tres mosqueteros de la plata, para pedir su protección, la salud y la inspiración para seguir en el oficio. La vida se cuenta por Semanas Santas, las rectas finales por cuaresmas intensas, los días son una búsqueda continua de la belleza. Ora et labora. Se reza repujando, se cree en Dios trabajando. Se mima el oro, se acaricia la plata. Honrarás a tu padre y a tu madre, reza un cartel en el taller que solo pueden leer los que conocen la historia, unas trayectorias de antología.

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