La Hermandad de la O recupera los candeleros decimonónicos del antiguo palio
Forman parte del altar de la Virgen de Guadalupe que recibe culto en el interior de la parroquia
Los candeleros han sido restaurados gracias a la aportación de una familia
Los detalles de la procesión de impedidos de la Hermandad de la O
Nuestros templos e iglesias, de manera velada y casi desapercibida, aguardan infinidad de tesoros patrimoniales que, de algún modo u otro, son como capítulos de la historia recuperados en el presente. Desde este viernes, en el altar de la Virgen de Guadalupe de la parroquia de la O, pueden observarse un juego de candeleros que perfectamente podrían pasar inadvertido ante los ojos del más propio.
Sin embargo, hay piezas que nos transportan en el tiempo, a otra Semana Santa, tan distinta y tan semejante a la que hoy día disfrutamos. Estos candeleros, que como decimos flanquean el lienzo de la Patrona mexicana, pertenecieron al antiguo paso de palio de la Virgen de la O, y se trata de una de las piezas más antiguas que posee la corporación, ya de por sí antiquísima.
Estos candeleros se datan entre los años 1876 y 1891, por lo que pertenecen al último tercio del siglo XIX. Ya en el año 1830, cuando la hermandad fue la primera en cruzar el río, la imagen (la antigua que hoy se conserva en la hermandad) procesionaba bajo un palio de terciopelo negro con las caídas bordadas en oro y el techo tachonado de estrellas y una paloma del Espíritu Santo todo de plata. Ese palio es renovado en 1862 por otro bordado realizado con un paño de difuntos, estrenándose también un manto nuevo. En 1876 se encarga a Manuel Rodríguez García unas nuevas caídas realizadas en plata rouls para el palio que son estrenadas el año siguiente. En 1879 se estrena el llamado “manto de los soles” realizado en terciopelo negro con bordados en oro de las hermanas Ana y Josefa Antúnez.
Dos años más tarde, en 1891, la hermandad decide deshacerse del palio de plata rouls y se contrata con las hermanas Antúnez la ejecución de manto, techo y bambalinas, todo bordado en oro sobre terciopelo negro con diseño de Manuel Beltrán. Este conjunto fue posteriormente vendido a Jerez, a la hermandad del Santo Entierro, en el año 1930, cuando se encarga otro palio de terciopelo morado con bordados de aplicación de tisú de oro diseñado por Francisco Farfán Ramos.
Por fortuna para las cofradías sevillanas, y los más amantes del arte sacro, se podrá disfrutar con detenimiento de estas obras de orfebrería que son vivo vestigio de la historia de esta corporación trianera, que continúa velando por su patrimonio.
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