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El Gran Poder: la luz del día y el reinado eterno sobre Sevilla

El Gran Poder caminó bajo el sol, dejando una huella imborrable en la historia de una ciudad que no entendería la fe sin Él

Una procesión magna sin apreturas y helados

Las Esperanzas dieron calor a la madrugada gélida que cerró la Magna de Sevilla

Salida del Gran Poder de la Catedral / Antonio Pizarro

A las cinco menos cuarto de la tarde del domingo, el imponente Señor del Gran Poder atravesaba la Puerta de Palos de la Catedral. Era la segunda imagen de la procesión de clausura del II Congreso Internacional de Hermandades. Vestido con la majestuosa túnica persa diseñada por Juan Manuel Rodríguez Ojeda en 1908, con la que no procesionaba desde 1939, la gran imagen por excelencia de Juan de Mesa irradiaba una mezcla perfecta de humanidad y divinidad.

Momento de la salida del Gran Poder. / Juan Parejo

El Señor de Sevilla regaló a la ciudad una estampa inédita. Bajo el sol, su figura se tornaba más fieramente humana, dejando entrever la profundidad de su sufrimiento. Su expresión parecía contener todo el dolor del mundo y, al mismo tiempo, toda la esperanza. Sevilla pudo mirarlo a los ojos en toda su magnitud, encontrando en esa mirada el reflejo más puro de la fe.

La Avenida de la Constitución y el Paseo Colón se convirtieron en escenarios de un realismo mágico, donde miles de devotos contemplaron extasiados al Dios de la ciudad, el que en su zancada larga es capaz de enmudecer a toda una multitud.

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El Gran Poder se rinde ante la Virgen de los Reyes / J. Á. G.

Desde Reyes Católicos, la atmósfera cambió, como si la ciudad entera se transformara en una Madrugada en pleno diciembre. Pasadas las nueve y media de la noche, con una entrada 25 minutos antes de lo previsto, el Señor volvía a su casa en San Lorenzo, cerrando una procesión breve, pero igual de sobrecogedora que siempre.

Ayer, Sevilla no solo presenció a su Señor, sino que se encontró consigo misma. En su majestuosidad incontestable, el Gran Poder volvió a demostrar ser el Dios inquebrantable, aquel a quien ninguna música ni grito pueden ensombrecer.

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El Gran Poder entra en su Basílica / Rafa del Barrio

Pasarán los años, y no habrá un sevillano que no recuerde algún momento de la historia del Gran Poder. El de ayer fue otro tiempo de gracia que el Señor regaló a su ciudad, mostrando que no hay luz más intensa que la que emana de su figura.

Sevilla fue testigo de cómo su Señor, en un escenario inédito, iluminaba la ciudad con su zancada eterna. El Gran Poder caminó bajo el sol, como una afirmación de su reinado absoluto sobre los corazones, dejando una huella imborrable en la historia de una ciudad que no entendería la fe sin Él.

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