Cuando el frío parecía más que olvidado

Cuando el frío parecía ya más que olvidado soplaba un gélido viento por la collación de San Vicente, barrio que hace del Lunes Santo su día grande. Y en esta jornada que se recomponía en su mitad salía la cofradía de la Vera-Cruz.

Con la última luz del día desfilaban estos nazarenos que mostraban a los ojos de los sevillanos la más variada gama del ruán. Del gris más claro al negro más brillante. No todo es uniforme y la túnica ala de mosca tiene en este cortejo su amplia cabida. Desde la cruz de guía hasta la manigueta del palio se pueden contemplar esos hábitos a los que el tiempo (y los efectos de la consabida crisis) fueron destiñiendo.

Pinceladas cromáticas de un cortejo que se vuelve divertido a los ojos de un grupo de niños que sentados sobre las ya tradicionales sillitas plegables encuentran su distracción vespertina en las túnicas y antifaces de las representaciones de las hermandades de la Vera-Cruz que acompañan a la anfitriona hispalense en esta jornada. Las hay de todos colores. Y de todos los gustos. Un padre ejerce de tutor para explicarle que vienen de pueblos distintos y de distintas provincias.

Al fondo de la calle se escucha una saeta al Cristo que se eleva sobre unos lirios de intenso morado. No están acostumbrados estos ojos pueriles a ver a un Crucificado de pequeño tamaño. La respuesta paternal es tan escueta en palabras como en explicaciones: "porque es muy antiguo, hijo, porque es muy antiguo".

Y entre aclaraciones llega la Virgen de las Tristezas. El agua sorprendió al cortejo en la plaza del Salvador. Aunque en un principio se barajó la posibilidad de entrar en este templo, finalmente la cofradía aligeró su paso y entró en el templo a las 23:30.