El valor de lo extraordinario en el regreso del Cristo de San Agustín a San Roque
El Santo Crucifijo regresó en una noche fría y con numeroso público a su templo tras participar en la exposición Fons Pietatis en la Catedral
Guiño a la historia: una réplica de la Virgen de Aguas Santas durante la procesión extraordinaria del Cristo de San Agustín
En una época donde se acumulan los momentos inéditos y las estampas históricas, la procesión del Cristo de San Agustín sobre el paso del Cristo de las Misericordias de Santa Cruz es realmente algo nunca visto. Tanto es así que la última salida en procesión del Santo Crucifijo, como se le conoce en su barrio, fue el 14 de marzo de 1926. Enconces fue desde el antiguo convento de San Agustín hasta la Casa de Pilatos. Diez años después, la imagen fue quemada en un fuego provocado en la parroquia de San Roque, por lo que la imagen de Agustín Sánchez Cid, realizada en 1944 como réplica al original del siglo XIV destruido en 1936, nunca había salido en procesión hasta anoche.
El recorrido estuvo cargado de simbolos como la visita a las religiosas agustinas, la parada en la iglesia de San Esteban o el paso por la puerta del refectorio del antiguo convento de San Agustín, actualmente en obras para convertirlo en un hotel. En un año donde se celebra el 375 aniversario del voto que formuló la ciudad en agradecimiento por la intercesión del Santo Crucifijo, que es como se le conoce en su collación, durante la epidemia de peste de 1649.
El Cristo de San Agustín, Asilo y Protector de Sevilla, recogió durante siglos las oraciones de los sevillanos. Y en su camino hasta San Roque no faltaron referencia a esa historia, como la de la réplica de la Virgen de Aguas Santas en el número 25 de la calle Águilas en recuerdo de cuando ambos coincidieron en la Catedral en 1566, esta vez para realizar rogativas por la terrible sequía que estaba pasando la ciudad. La historia siempre se repite.
Toda Sevilla estaba anoche en la calle. Una plaza de la Virgen de los Reyes que se desbordaba por la calle Mateos Gago se quedó en silencio cuando la Cruz de Guía de San Roque empezó a avanzar. Faltaban veinte minutos para las nueves cuando el Santo Crucifijo quedó enmarcado por la Puerta de Palos. Las campanas de la Giralda repicaron al tiempo que la Banda de la Cruz Roja tocaba Asilo y Protector. El paso de Cristo avanzaba poco a poco, las levantás a pulso.
Entre el público devotos, muchos curiosos que comentaban que no habían visto nunca un Cristo con pelo natural y algunos turistas. Dos franceses sentados en uno de los veladores de Mateos Gago –en esta ocasión el Ayuntamiento no los ha retirado–, que no entendían un Cristo muerto poco antes de Navidad. El camarero solo pudo decir: “Eso es lo extraordinario de Sevilla. Hay para todo”.
Casi parecía primavera. Salvo por los chaquetones y bufandas, aunque también hay Semanas Santas muy frías. El Santo Crucifijo enfiló Mateos Gafgo camino de Santa Cruz. Desde allí, siguió hacia la Alfalfa por un recorrido lleno de sabora la Sevilla de la época en que comenzó su devoción: Fabiola, Madre de Dios, San José, Candilejo, Alfalfa, Águilas, San Esteban, Puerta de Carmona, Plaza de San Agustín y su barrio, Recaredo, San Alonso de Orozco, Úbeda, Juan de Vera, Plaza de Carmen Benítez. Allí quedó en San Roque, de nuevo en su pequeño altar latera con el busto de la dolorosa a sus pies.
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