Así es la exposición de la iglesia de Santa Clara en Sevilla por el Congreso de Hermandades
Cultura
El coro bajo y alto del templo acoge una muestra con 30 piezas procedentes de 17 conventos
Reúne obras de Juan de Mesa y Cristóbal Ramos que sólo pueden contemplarse en las clausuras
Galería de la exposición en la iglesia de Santa Clara
La piedad popular también tiene su importante hueco en las clausuras sevillanas. Desde hace siglos, los conventos son testigos de la devoción a reconocidas advocaciones, principalmente marianas. Un fervor que queda muchas veces restringido a las dependencias reservadas a las religiosas, de ahí que sea bastante desconocido para buena parte del público en general. El II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular ofrece desde este sábado, en la remozada iglesia de Santa Clara, la oportunidad de conocer de cerca una treintena de piezas procedentes de 17 cenobios (la mayoría de la capital andaluza), que evidencian esta relación entre el fervor del pueblo y el que se vive tras las celosías de los monasterios.
La exposición, denominada Devociones populares en las clausuras de Sevilla, se ha inaugurado este sábado. Al acto han acudido, entre otras personalidades, el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz; el delegado diocesano de Patrimonio Cultural, Antonio Rodríguez Babío; el presidente del Consejo de Hermandades, Francisco Vélez; la delegada territorial de Cultura de la Junta de Andalucía, Carmen Ortiz; y el director de Fiestas Mayores del Ayuntamiento hispalense, Javier Hernández.
La muestra se divide en dos plantas, el coro bajo y alto de la iglesia de Santa Clara, situada en el barrio de San Lorenzo y cuya restauración concluyó en febrero de 2023. En ella se constata la relación que siempre existió entre la devoción popular y la conventual. O mejor dicho, cómo muchas órdenes religiosas fueron clave en la propagación del fervor a una determinada advocación o, incluso, cómo en algunos conventos se originaron las devociones a determinadas imágenes.
Antonio Rodríguez Babío es el comisario de esta exposición que aborda un aspecto fundamental de la piedad popular, como es la vida monacal. Su inauguración estaba prevista para el jueves 14 de noviembre, pero la alerta naranja declarada dicha jornada por el alto riesgo de DANA obligó a posponerla a este sábado. En ella, además de la calidad artística de las piezas que la componen, se ha querido mostrar la devoción que ha perdurado durante siglos en las clausuras y también las artes conventuales, que tan en uso están ahora en las priostías cofradieras. Sirva de ejemplo el resurgir de los fanales y las flores de talco que se colocan en los altares de culto.
La primera sala de la exposición, situada en el coro bajo, supone un buen ejemplo de ello. Las monjas también celebran la Semana Santa. Y no sólo se limitan a los santos oficios de estos días, sino que desde antaño organizan procesiones por los claustros con imágenes de reducido tamaño. Ejemplo de ello son los pequeños pasos del convento de Santa Paula, donde procesionaba una Dolorosa acompañada de San Juan Evangelista, ambas tallas revestidas con ricas telas y que integran esta muestra, con foto incluida de este culto en la clausura sevillana. Otro ejemplo, el excelente grupo escultórico de la Oración en el Huerto que Gumersindo Jiménez Astorga realizó en la centuria decimonónica para el convento de Santa Inés. Una auténtica delicia.
En esta sala también hay trozos de la historia de las cofradías de Sevilla. El coro bajo lo preside estos días la primitiva titular de la Hermandad de Pasión, la Virgen de la Merced, que se venera en las Mercedarias desde que la corporación del Salvador sustituyó esta imagen por la actual de Sebastián Santos. No se puede perder detalle del rico escapulario que posee. Otra hermandad hilvanada con la exposición, la de San Esteban. Un Ecce Homo del convento de Santa Inés guarda inconfundibles semejanzas con el Señor de la Salud y Buen Viaje. El Señor de la ventana tiene varios "hermanos" que en su día se veneraron en el antiguo Reino de Sevilla y hoy están repartidos por el mundo (hasta en Lima). Seguramente todos surgieron de idéntico molde.
Las clausuras son también fuente de leyendas, y en la de Santa Inés -además del famoso relato becqueriano sobre Maese Pérez el organista- existe una que asegura que esta imagen de Cristo con corona de espinas llegó a sudar sangre en una ocasión, acontecimiento extrarodinario del que se guarda la fecha, 1685. Historias propias de la piedad popular. Otra imagen relacionada con las cofradías, la del Dulce Nombre de Jesús (siglo XVII) del convento de San Leandro que, según algunos expertos, pudo estar vinculada en su día con la primitiva Hermandad de la Vera-Cruz.
Difícil es salir de esta dependencia sin mirar la impresionante Virgen del Tránsito del convento de las Mínimas (Triana), que desde hace algunos años se expone a la veneración el 15 de agosto. La mirada se deleita tanto en la interesante talla como en el rico ajuar que presenta. No menos importante es la dolorosa de Cristóbal Ramos, del convento de San Leandro, que en ocasiones recientes ha salido de la clausura los Viernes de Dolores.
El coro alto es un compendio de imágenes marianas de reconocida devoción. Así ocurre con las réplicas de la Virgen de Gracia, patrona de Carmona (primer tercio del siglo XVII), que se venera en el convento de Santa Clara de la localidad de los Alcores; o la del Valle, patrona de Écija, que recibe culto en el convento de Santa Florentina, en antigua Astigi. Si importante es la calidad artística de las reproducciones, no menos lo es la de las vestimentas. Entre ambas imágenes, la portentosa Virgen de la Merced del convento de la Asunción, de Sevilla capital, fechada en 1727. La silla en la que se encuentra sentada la decoran espejos
También hay un espacio dedicado a la Virgen de los Reyes, con reproducciones a pequeña escala, las del convento de las Teresas y la de Santa María del Real, en Bormujos, que también aporta una leyenda sobre la religiosa encargada de su atavío y los intentos de arrebatarle tal cometido. La imagen impidió que otra monja se hiciera con este menester, al serle imposible quitarle los ropajes.
Varios cuadros tienen cabida en esta sala, como la Inmaculada de Juan Espinal, de 1760 y que pertenece al convento de Santa Rosalía; la Virgen de Guadalupe (México), pintada en la segunda mitad del siglo XVIII y que se encuentra en San Clemente; o Santa Ana, la Virgen y el Niño, de José Caro (1767), que viene de Santa María de Jesús.
Pero, sin duda, la protagonista del coro alto y la imagen de mayor interés de la muestra es la Inmaculada de Juan de Mesa, del convento de las Teresas. Una talla de enorme mérito artístico que presenta la particularidad de que, a su iconografía propia, se añaden los hábitos carmelitas, ejemplo de cómo las órdenes hacen suyas las principales devociones. Permanecerá en la muestra hasta las vísperas del 8 de diciembre, cuando sea reemplazada por otra Inmaculada, la de la propia iglesia de Santa Clara, de no menor importancia, al ser obra de Montañés.
La exposición -que incluye la visita al referido templo- permanecerá abierta hasta el domingo 15 de diciembre. Se puede visitar de martes a sábado, de 11:00 a 13:00 y de 17:00 a 21:00. El horario de los domingos es de 11:30 a 14:00 y los lunes, sólo de tarde, de 17:00 a 21:00. La entrada es gratuita. Se accede desde el compás de la calle Santa Clara.
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