La Estrella de San Jacinto espanta la lluvia
La hermandad celebra hoy en la Catedral el pontifical del XXV aniversario de la coronación
La rampa del Salvador ya toma forma para la salida de la Virgen del Socorro en pleno otoño
A las cinco y dos minutos de la tarde salía la Virgen de la Estrella de la parroquia de San Jacinto para poner fin a 48 años de ausencia y anhelos que se han acelerado en los últimos tiempos. Casi 50 años han pasado entre aquel Domingo de Ramos 11 de abril de 1976 y este 31 de octubre de 2024. Una eternidad. Este jueves se sacaban los hermanos de la Estrella la espinita de la frustrada Semana Santa de 2020 y el inconfundible palio azul de Rodríguez Ojeda con la que es, probablemente, la Dolorosa de más valía artística de la ciudad, volvía a pasar bajo el dintel de la que fuera su casa durante más de cien años. Hace 48 años, los pasos de la Estrella dieron un giro de 360 grados en el atrio de la parroquia en señal de respeto y como despedida. Hoy, muchos de los hermanos que vivieron aquella marcha han posido disfrutar del momento. Como Manuel Ruesga Bono, medalla de oro de la ciudad y gran fotoperiodista, que tomó testimonio gráfico del entonces y del ahora.
A la Virgen de la Estrella la apodaron La Valiente por salir en solitario en la convulsa Semana Santa de 1932. La cofradía sufrió varios atentados, afortunadamente sin consecuencias, durante su estación de penitencia. Este jueves, tras la lluvia caída durante toda la semana y las malas previsiones existentes, muchos esperaban que la Estrella desafiara a la lluvia y volviera a ser la Valiente. La cofradía trianera lo tenía claro e iba a hacer lo posible para llevar a su Dolorosa a la Catedral, donde mañana viernes se celebrará la misa pontifical del XXV aniversario de su coronación canónica. Hoy en día es mucho más fácil ser valiente meteorológicamente hablando graciasa los avances técnicos. Los partes dieron una tregua, la junta de gobierno fue atrevida y la Virgen de la Estrella se echó a la calle contra pronóstico para deleitar a una ciudad que la esperaba.
Decíamos que salía la Virgen de San Jacinto a los sones de La Estrella Sublime y sonaban las campanas. Se lanzaban cohetes al aire y las lágrimas brotaban en muchos hermanos. Qué bonita iba la Estrella. Atrás quedaron afortunadamente los tiempos del neomisticismo. La Dolorosa ha recuperado en los últimos años una alegría característica. Nos gusta la Estrella bajo el palio de Ojeda, con los varales de Armenta, con las esquinas generosas de flores y con esas velas rizadas que no llevaba hace 25 años para la coronación. El palio de Garduño, una excelente obra, cumplirá 30 años en 2025, un tiempo en el que se ha asentado y se ha convertido en el habitual. Pero uno no se cansa de ver a la Estrella más auténtica. Y para muchos es la de este traslado.
La salida del cortejo se produjo con celeridad. En apenas dos chicotás se plantó el paso ante la capilla. Saludo al Cristo de las Penas a los sones de Jesús de las Penas, una oración. Esa marcha que se interpreta cada Domingo de Ramos en honor a los hermanos difuntos. Es imposible no acordarse en este momento del querido Manolo Domínguez del Barco, hermano mayor que falleció repentinamente.
Avanzaba la Estrella radiante por la calle en la que es reina a muy buen son. Una chicotá tras otra a los sones de la banda de la Oliva. El público a esa hora todavía era escaso. Llegaba la Estrella al puente con un cielo azul. Ni rastro de la lluvia. Y se le hacía de noche al entrar en Reyes Católicos.
El cortejo tomó a partir de este punto el recorrido alternativo dispuesto por la hermandad. La velocidad ya era mucho más relajada, conscientes de que la Estrella había espantado a la lluvia. Era el momento de dejarse llevar. Ante la capilla del Baratillo, el capataz Pepe Luna dedicó la levantá a las víctimas de la DANA. A través de García de Vinuesa la Estrella accedió a la Avenida de la Constitución para entrar en la Catedral por la Puerta de San Miguel. Se cerraba así el primer acto de0 un fin de semana intenso con la Dolorosa del rostro de nácar. El sábado promete ser apoteósico.
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