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El 'estilo Baratillo': una reunión de hermanos mayores

Reunimos a los últimos máximos representantes vivos de la cofradía en una tertulia en vísperas de la coronación

Todos coinciden en la clave del auge de la hermandad: la estabilidad

El Cristo de San Agustín saldrá en extraordinaria en una procesión histórica

Los hermanos mayores vivos del Baratillo, reunidos para El Palquillo / José Ángel García

Algunos de ellos se han citado antes y toman café en un familiar y conocido establecimiento colindante con la siempre recoleta capilla que vertebra la calle Adriano. Los demás se suman progresivamente a esta tertulia que, cuando queda conformada, se manifiesta como toda una lección de trabajo y amor incondicional a una hermandad cuyos designios han regido en diferentes etapas durante las últimas tres décadas.

A los pies de la Virgen de la Caridad, que en sus ojos parece extrañar la presencia de su hermana, reunimos a todos los hermanos mayores vivos de la hermandad del Baratillo en vísperas de uno de los acontecimientos más señalados de su historia: la coronación canónica de la Virgen de la Piedad. Desde 1991 a 2024, y con el recuerdo de otros que se nos fueron como Otto Moeckel o Vicente Ramos, unos nombres que forman parte de la Semana Santa contemporánea.

De izquierda a derecha: Serrano, Arce, Pérez Franco, Moeckel, Cantalapiedra y Rodríguez, el actual hermano mayor / José Ángel García

El primero de ellos es José Luis Cantalapiedra, apellido de honda tradición baratillera. Es uno de los hermanos mayores que más tiempo ha ocupado el cargo, en concreto, desde 1991 a 1999. Bajo su mandato la corporación cicatrizó heridas y se asentaron los cimientos del momento de esplendor que hoy atraviesa. "A mí me tocó una hermandad con muchos problemas, nunca pensé que iba a llegar a ser hermano mayor y no pasó por mi cabeza, pero se arregló. Además, con la mayor humildad te digo, tuve la suerte de sacar a la Piedad en el Santo Entierro Grande, me inventé el que la cofradía formase en la Maestranza y tuve la suerte de que adquiriéramos la casa hermandad y la casa trasera. Todo ello con mucho esfuerzo. No sabíamos dónde reunirnos, dónde tener a la juventud... Pues todo esto revierte en el número de hermanos de hoy", señala Cantalapiedra, a sus más de setenta años.

"Rompimos con el pasado y con muchos sistemas de otros tiempos... Estoy seguro de que la Piedad y la Caridad pusieron la mano encima. Y con respecto a la coronación... Esto es como al que le toca la lotería, como no lo sepas administrar... Lo que pido a los dirigentes actuales y lo que tenemos que hacer es que esto sirva, que no sea un hecho o un acto, que esto para que se venga abajo no hace falta mucho entre seres humanos. Hay que seguir creciendo: no solo en hermanos, en enseres... En convivencia, caridad, espiritualidad. Que crezca desde dentro", finaliza.

El actual hermano mayor se dirige a sus predecesores / José Ángel García

A la reunión se suma, medalla de oro de la hermandad del Baratillo, Joaquín Moeckel, hermano mayor de 1999 a 2002. El cambio de siglo y la continuidad de un sello propio. "Esta coronación es un reconocimiento universal, entendido como universo la ciudad de Sevilla. Si sumas más de 400 donantes y más de 21 hermandades, este hecho trasciende de la hermandad. Es Sevilla quien corona a la Piedad y a nuestro Cristo, no solo los baratilleros. Una cosa muy bonita porque es una Virgen de paso de Cristo como yo digo. Hay vírgenes muy bonitas en los palios... Pero con todo mi respetos, la Piedad, a decir de mi padre, es la más bonita que procesiona en paso de Cristo", subraya. "El secreto es hacer las cosas bien y con estilo propio. Y a ello se suma la unidad, hay muy poca conflictividad interna y eso se respira. No muchas hermandades pueden hacer una fotografía de grupo como las que ilustra este artículo. Un crecimiento lógico y natural, sin alaracas ni imposturas, y siempre hemos sabido hacer las cosas bien. Somos una hermandad de barrio pero seria, no triste", apunta.

Por último, Moeckel insiste en que, una vez pase el 14 de septiembre, será el momento de recoger los frutos. "Es un acto para gozarlo, vivirlo y emocionarse, y recordar a los que estemos aquí. Y recordar que los hermanos mayores somos carrera de relevos. Hice lo que hice porque anteriores a mí hicieron lo que les tocó. Cuando yo llegué me encontré las vírgenes, los pasos, la capilla... Hay que tener mentalidad de carrera de relevo. Cada uno hace lo que mejor puede con la mejor voluntad. Todos lo hemos hecho con la mejor de nuestras intenciones, sabiendo de dónde veníamos y a dónde vamos: el estilo Baratillo", finaliza.

De Pérez Franco a la actualidad

Vicente Ramos tomó el testigo hasta 2005 y su pérdida, hace precisamente cuatro años, aún duele en el seno de la corporación y el recuerdo es imborrable. Entonces, en el año 2006, recoge la vara dorada Ignacio Pérez Franco, que incluso fue miembro de junta con José Luis y con Joaquín y ahora pone el foco en un colectivo esencial. "La coronación ha llegado en un momento muy pujante de la hermandad, un nivel muy alto de participación como de engrandecimiento en todos los sentidos. Ahora bien, tiene una contrapartida, debido a que es mucha la responsabilidad, sobre todo con la gente joven. En la coronación se ha puesto de manifiesto la potencia de la hermadad. Son cientos los chavales implicados, más aún en un contexto en que no reciben la misma formación religiosa que teníamos nosotros. La hermandad debe suplir esa carencia, que sea un espacio de reunión. Preocuparnos de ellos sin olvidarnos de los mayores, porque de aquí a veinte años, más de la mitad de nazarenos de cualquier hermandad tendrá una media de 65 años años", analiza.

Los hermanos charlan distendidamente ante la Virgen de la Caridad / José Ángel García

Igualmente, para este pregonero de la Semana Santa, la coronación "es el hito más importante de los últimos cincuenta años. Yo tengo otros hitos a nivel particular, como la restauración de la Caridad en 1998. Pero es clave que esto no se quede en fuegos artificiales y en una procesión brillante, que lo será, o en una ceremonia a buen seguro inolvidable. Hay un día después. Tiene que servir para lanzar aún más a la hermandad y seguir siendo testigos del Evangelio", finaliza.

Ahora, ya en la puerta de la capilla, aún engalanada y con el vibrante recuerdo de la salida del pasado sábado, los dos últimos hermanos mayores: José Ignacio Arce y Marcelino Serrano Cantalapiedra. Ambos vuelven a coincidir en la tónica general de la entrevista, en una virtud deseada por casi cualquier corporación: la estabilidad. "La coronación llega en un momento dulce para la hermandad, independientemente de los datos en sí de la cofradía que viene creciendo año tras año. El ambiente dentro de la corporación es fluido, estamos como en nuestra propia casa. Ha venido como el broche de oro al ambiente que hemos creado entre todos. De hecho, el otro día comentábamos que de niño -yo salía siempre en el palio-, iba con mi padre delante de la Caridad y veía todo el recorrido el paso de cristo. A veces incluso era dificil identificar los pasos porque escuchábamos los tambores de los dos. Ahora prácticamente solo lo veo en la salida... Son dos cofradías absolutamente distinta de hace cincuenta años a la fecha", señala Arce, que añade el crecimiento en la formación y en el mantenimiento del ambiente como puntos a continuar tras los fastos. "Y si vienen más hermanos bienvenidos sean, y ser siempre un ejemplo para Sevilla de fe y testigos de lo que creemos, para eso estamos en las hermandades".

Por último, y como cierre de la cuadratura, Serrano, sobrino del primer hermano mayor citado en estas líneas. Bajo su mandato comenzó todo el sueño de la coronación allá por 2018, cuando se celebraban los tres cuartos de siglo de la hechura de la Virgen de la Piedad. "Este es el reconocimiento a una hermandad eminentemente mariana, que culmina un periodo de bastantes años de estabilidad. Eso se ha visto no solo con la coronación sino con el incremento de nazarenos, creciendo en patrimonio, culto, asistencia... Somos una hermandad estable, de hecho en la historia solo una vez ha habido dos candidaturas", apunta. "Somos un eslabón más de esta cadena. Uno restauró el Cristo o la Virgen, otro reformó la capilla y a mí me tocó iniciar los trámites que hoy se culminan. Además, seguimos creciendo en nazarenos tras el repunte que se produjo hace una década, y de hecho seguimos en esa línea. Es cierto que salimos un día víspera de festivo, en un barrio de centro, un recorrido coqueto... Un cúmulo de circunstancias unidas a la devoción a nuestras imágenes", añade.

En el horizonte, incluso, otra efeméride más que reseñable: el XXV aniversario de la convalidación de la coronación canónica de la Caridad. "Está ahí en el futuro, pero siempre tenemos que ser fieles a nuestra idiosincrasia. Trabajar día a día, mantener acción social, cultos... Y la atención a los hermanos y recordar el legado histórico de quienes nos dejaron y trabajaron igual que los demás: transmitiendo la idea Baratillo", sentencia. Su sucesor, Luis Fernando Rodríguez, que se encuentra en su segundo mandato al frente de la corporación y no cesa de atender a hermanos y medios en estos días tan frenéticos, cuestión para agradecer sinceramente. Su sonrisa el pasado sábado bien lo justificaba.

La tertulia, lejos de dispersarse, se agrupa nuevamente. Marchan por la calle Arfe camino a la parroquia del Sagrario para asistir al concierto de la coronación. Bromean, comparten, recuerdan. Juntos. Quizás es la expresión más cercana a la contemplación de la Semana Santa en movimiento, una fiesta viva e inquieta. Aquella que, en un futuro, heredarán otros baratilleros, otros cofrades, los mismos que rebuscarán en los anales del tiempo un 14 de septiembre. El día que se escribió una página indeleble en un rincón imprescindible de la ciudad. El día de la Cruz, aquella cuyos leños abren en dos el ocaso azul de cada Miércoles Santo.

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