Las Esperanzas dieron calor a la madrugada gélida que cerró la Magna de Sevilla
Mucho público se decantó por acompañar a la Patrona y a las imágenes de la provincia
No faltaron cantes y pirotecnia en Triana y la Macarena
Así hemos contado la procesión magna de Sevilla
Frío. Mucho. Tanto como para no sentir los pies y helarse las mejillas. El invierno se adelantó y se convirtió en el invitado estrella de la Magna (para los políticamente correctos, la procesión de clausura del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular). Seguramente, si las temperaturas hubieran continuado la tónica del pasado sábado (casi primaverales), mucho más público hubiera participado en los regresos. Pero la bajada descarada del termómetro dejó los cuerpos cortados y con escaso ánimo para seguir con la histórica jornada cofradiera. Pese a este descenso traicionero, la llegada de la Esperanza de Triana y de la Macarena a sus barrios, así como la entrada de la Patrona y las de las imágenes de la provincia, se convirteron en hervideros de gente que elevaron el mercurio. La religiosidad popular acaloró de nuevo el alma.
Apenas pasaban las diez de la noche cuando la dolorosa de la Resolana enfilaba Reyes Católicos. Acababa el recorrido oficial de la Magna. Nunca antes "la bella perla de San Gil" había estado tan cerca de Triana, a escasos metros de su mítico puente. No hubo encuentro entre las dos Esperanzas, más allá de los que se produjeron bajo las naves catedralicias. La logística y la seguridad lo impidieron. Terminaba la oficialidad y los barrios tomaban el protagonismo.
Ya a esas horas la meteorología acaparó titulares. La Aemet lo venía advirtiendo desde días antes. El frío polar que había entrado por el norte de España llegaría a Sevilla. Vaticinio cumplido. A muchos participantes en los cortejos de la procesión el cambio de tiempo les cogió de improviso. Daban su vida por un buen abrigo. Gran parte del público que se levantaba de las sillas en el Paseo de Colón no sentía los pies. La humedad del río jugó en contra (y con pocos urinarios públicos disponibles). A las autoridades eclesiásticas hubo que revestirlas con abrigos. Con el cuerpo cortado, muchos asistentes optaron por volver a casa y seguir por la tele, al calor de la estufa, los regresos de las hermandades a los templos.
No se llegó al millón de personas
Era el momento también de hacer balance. Hubo gente. Mucha gente. Pero no el desbordamiento del que se venía hablando desde semanas atrás. El alcalde José Luis Sanz adelantó las primeras cifras estimativas. Entre 500.000 y 700.000 personas habían acudido a ver la Magna. Ni de lejos el millón al que se aludió días antes. Lo más importante, no hubo que lamentar incidencias. El fuerte dispositivo de seguridad desplegado -con algún que otro altercado con la Policía Nacional- funcionó. La ciudad llevaba meses preparada para ello. Un blindaje completo que evitó cualquier desgracia.
El hecho de que se aforaran varias calles permitió ver imágenes de gran devoción sin demasiadas apreturas. Así ocurrió, por ejemplo, en el regreso de la Macarena por la Plaza de la Magdalena, que se pudo seguir con bastante comodidad. O en el del Cachorro, que en el itinerario de vuelta a su basílica deparó estampas inéditas por Santa Cecilia y la Ronda de Triana. Una buena dosis de solemnidad.
La imagen que se llevó bastantes titulares de la jornada y que más sorpresa causó fue la patrona de Lora. La manera peculiar de llevarla protagonizó numerosos vídeos virales en las redes sociales, especialmente desde que entró en la calle Reyes Católicos. Entre vivas, oraciones y cánticos. Muchos lo comparaban con la procesión de la Virgen del Rocío el Lunes de Pentecostés. Pero, con rigor histórico (ése del que demasiados alardean), es justo decir que esta manera de procesionar cuenta con siglos de tradición en la localidad sevillana. Ahí se pudo constatar una de las principales aportaciones del congreso: descubrir lo rica y variopinta que es la religiosidad popular sin necesidad de salir de la provincia.
La Virgen de Setefilla entró en San Andrés -con un entorno bellamante adornado- mucho antes de lo previsto, sobre las diez y media de la noche, con casi dos horas de antelación. Es lo que tiene este modo tan peculiar de llevarla, que no entiende de orden ni horarios (algunos usuarios de redes, de esos que sientan cátedra, demostraron con sus comentarios la cortedad de miras y el desconocimiento de ciertas tradiciones).
También con antelación llegó el Gran Poder a la Plaza de San Lorenzo. A las diez menos cuarto ya estaba dentro de su basílica el Señor, vestido de majestad con la túnica persa, otra protagonista indiscutible de la jornada. Sería bueno no tener que esperar tantas décadas para verlo de nuevo con esta magnífica pieza bordada en la calle (las lisas bien se pueden quedar en las vitrinas).
La Patrona de la Archidiócesis regresó a la Catedral con demora. Entró por la Puerta de los Palos cuando al reloj le faltaban pocos minutos para las once y media de la noche. Un retraso debido, entre otras circunstancias, al que ya acumulaba la jornada en el recorrido oficial. Curiosa fue la estampa del arzobispo don José Ángel Saiz, el nuncio apostólico Bernardito Auza y los canónigos delante del paso de la Virgen de los Reyes, haciendo las veces de cangrejeros en el cortejo de vuelta al templo metropolitano. Mucho más público del que se preveía que pudiera quedarse acompañándola. Todo un acierto la iluminación del paso.
La procesión de Lipasam
Comenzaba en las calles del centro otra procesión, civil en este caso, la de Lipasam. Los efectivos se afanaban en dejar impolutas las vías que habían conformado el recorrido oficial de la Magna. Todo debía recobrar el estado anterior, especialmente en lo que concierne a la retirada de la cera. Poco después de la una de la magrugada concluía el trabajo en el Paseo de Colón, con las estructuras desmontadas, las sillas retiradas y la calzada en perfecto estado de revista para que quedara abierta a la circulación. Un trabajo encomiable.
La provincia seguía presente en el Casco Antiguo. La Virgen de Valme se dirigía al Salvador entre cantos de sevillanas que traían los aires romeros del tercer domingo de octubre, cuando se celebra la romería más importante de la provincia sevillana. En la calle Santa Ángela de la Cruz, la patrona de Utrera saludaba a las hijas de Madre Angelita, entre vivas y cohetes. La Virgen de Consolación saldrá de nuevo este lunes -día no laborable- en su ciudad para poner fin a esta cita histórica.
El uso de la pirotecnia no faltó. Pese a las advertencias y prohibiciones municipales, el cielo se iluminó en la madrugada del 9 de diciembre en varias ocasiones. En Triana lo hizo en cuanto la Virgen de la Esperanza llegó a la capillita del Carmen, aduana del antiguo arrabal. Y no dejó de multiplicarse. La dolorosa más castiza avanzó entre el gentío por la calle Castilla, hasta la parroquia de la O, territorios ajenos a su estación de penitencia el Viernes Santo. Luego tomó por Alfarería, donde las cadenetas de flores se convirtieron en un segundo palio.
Estando ya en su barrio no podía faltar el cante. Lo pusieron, entre otros, los Cantores de Híspalis, desde los balcones, con la sevillana cofradiera que recopila las devociones marianas de esta orilla del río. Y a pie de calle, el coro del recordado Julio Pardo, que no sólo hizo lo propio con la ya célebre marcha Pureza Marinera, sino que se atrevió con la ancestral letra de Pasan los Campanilleros, la cual, para muchos de los presentes (sobre todos los millennials), resultaba desconocida, pese a su antigüedad: "En la cima del monte Calvario...". La Esperanza de Triana entró en la Capilla de los Marineros cerca de las cinco de la mañana.
Por San Gil
A esa hora, en la orilla opuesta, otra Esperanza desbordaba la calle Parras. La Macarena llegaba al centro neurálgico de su devoción. Un trozo de ciudad que por unos minutos se reviste de pueblo. Guirnaldas de flores, bombillas, cadenetas de papel y muchos pétalos (hasta estampas) cayendo de las azoteas. No faltaron tampoco las sevillanas. Ni los fuegos de artificio. Ni mucho menos el frío, con mínimas de cinco grados. El mismo número que las mariquillas de una Virgen que, con la cera gastada, daba la lumbre necesaria para aguantar el pequeño tirón hasta llegar a la basílica. Como lo hace todos los días a quienes se acercan a su templo.
Esperanza para cuando el ánimo y las fuerzas flaquean. En una margen o en otra. Con pirotecnia. Rompiendo las costuras del tiempo. Contra todo frente polar. La piedad popular combate cualquier invierno, el del cuerpo y el del espíritu.
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