VANDALISMO
Destrozan las históricas calesitas de Triana

Los dos milagros del Cachorro

La Campana

Se cumplen 50 años del incendio fortuito en el que ardió la Virgen del Patrocinio y resultó dañado el Crucificado En 1936, Salvador Dorado había evitado que asaltaran el templo

El Cachorro cruza el río camino de la Carrera Oficial. / Juan Carlos Muñoz

DOS veces el Cachorro pudo ser destruido en un incendio y dos veces se salvó. Este año se cumple medio siglo desde aquel suceso pavoroso y fortuito, ocurrido el 26 de febrero de 1973 en la capilla del Patrocinio, cuando la imagen antigua de la Virgen quedó destruida y el Cristo de la Expiración sufrió graves daños. Menos conocido es lo ocurrido el 19 de julio de 1936, cuando un grupo de asaltantes marxistas, intentó prender fuego a la capilla del Patrocinio. Se evitó en circunstancias milagrosas, gracias al heroísmo del que después sería popular capataz Salvador Dorado Vázquez El Penitente (o el Paitente, de pan y aceite, que era su apodo real), que lo impidió incluso a riesgo de perder su propia vida.

En la biografía legendaria de Salvador Dorado hay circunstancias que contribuyeron a engrandecer el mito. Desde temprana edad fue costalero en la cuadrilla de Ariza el Viejo. En Triana era muy conocido. Hombre de izquierda en los tiempos republicanos. Pero, por encima de todo, una persona de fe, creyente, y amante de la Semana Santa.

Los primeros días de la guerra civil española fueron muy duros para las cofradías. Recién sublevadas las tropas franquistas, algunos grupos radicales marxistas (sobre sus orígenes hay diversas teorías) replicaron con asaltos e incendios de algunos templos de la ciudad, que quedaron destruidos o dañados. Los más afectados fueron los de los barrios donde los partidos de izquierda tenían más arraigo. El sector norte del casco antiguo, con las collaciones de San Román, San Marcos, San Luis, Santa Marina, Omnium Sactorum y San Gil. Y Triana…

Las piernas del Cachorro afectadas por el fuego. / Martín Cartaya

El 18 de julio de 1936 fue asaltada la parroquia de la O. Cuenta Juan Carrero Rodríguez, en sus Anales, la vileza de lo ocurrido: la imagen del Nazareno fue atacada a hachazos y a la Virgen de la O le sacaron los ojos a puñaladas. La Dolorosa quedó muy dañada, y fue sustituida en 1937 por otra imagen (la actual), que talló Antonio Castillo Lastrucci. El mismo imaginero restauró y recompuso la imagen de Jesús Nazareno, que volvió al culto en febrero de 1937.

Los antecedentes trágicos del templo de la O son importantes para entender lo sucedido un día después en la calle Castilla. Salvador Dorado, que era costalero de Ariza, y estaba vinculado a la O, sabía lo que había pasado. El 19 de julio de 1936 las turbas se presentaron ante el templo del Patrocinio, con la intención de repetir los desmanes cometidos el día antes.

Sin embargo, Salvador Dorado se plantó ante la puerta del Patrocinio y le pidió a sus compañeros que no hicieron eso. Conocía a muchos por sus ideas de izquierda y porque eran vecinos. Se cuenta que, en un determinado momento, para convencerlos, les dijo que destruir el templo era negativo para los intereses revolucionarios. Pues sería mejor convertirlo en almacén o escuela, cuando el Frente Popular derrotara a los sediciosos y pudiera gobernar e imponer sus ideas en España. Se cuenta también que les pidió que volvieran a sus casas, y se enfrentó verbalmente a los más proclives a destruir el templo. Tras las discusiones, le hicieron caso.

Esa fue la primera ocasión en la que el Cachorro se salvó de las llamas en el siglo XX. Es curioso anotar que Salvador Dorado iba como costalero de la Virgen de la O en la tarde del Viernes Santo de 1943, cuando un tranvía arrolló el paso, tras un fallo en los frenos, causando graves destrozos, pero sin que hubiera víctimas. A resultas de aquel accidente, Salvador Dorado, conocido después como El Penitente, pasó a ser capataz. Y Salvador, con el tiempo, fue el capataz de la primera cuadrilla de hermanos, la del Cristo de la Buena muerte, de Los Estudiantes. Curiosamente, en 1973, el año del incendio fortuito del Patrocinio.

La Virgen del Patrocinio que ardió en 1973. / D. S.

En el incendio de 1973 también se salvó el Cachorro gracias a otra actuación heroica. El albañil Rafael Blanco Guillén, que estaba trabajando en una casa frente al templo, vio el humo que salía. Consiguió entrar, a través del balcón de la casa de hermandad. Y, acercándose al altar mayor, apartó los candeleros que ardían ya muy cerca del Cachorro. Cuando abrió las puertas del templo, los que entraron vieron con horror que la Virgen del Patrocinio estaba rodeada de fuego y se consumía “como una tea encendida”. El Cristo de la Expiración, aunque gravemente dañado, pudo ser restaurado y salvado.

Luis Álvarez Duarte, gracias a la mediación de su amigo Pepe Gómez Clérigo, cofrade del Cachorro y del Museo, acudió de inmediato y ofreció a la Junta de Gobierno la realización de una nueva Virgen del Patrocinio. La imagen recordaba a la anterior, pero con el estilo del joven imaginero, que entonces tenía 24 años, y ya había realizado excelentes imágenes para Sevilla, Málaga y otras ciudades. La dolorosa fue bendecida por el cardenal Bueno Monreal el Domingo de Ramos de 1973. Habían pasado menos de dos meses desde el incendio.

El Cristo de la Expiración fue restaurado por los hermanos Joaquín y Antonio Cruz Solís, a partir del mes de junio de 1973, en las dependencias del templo. Se puede decir que esta restauración fue la primera con criterios científicos, que después se impondrían como habituales, y con las técnicas más avanzadas del momento. Los hermanos Cruz Solís trabajaban en el Instituto de Restauración de Madrid. Intervinieron en la recuperación del Cachorro gracias a la acertada mediación del sevillano Florentino Pérez Embid, entonces director general de Bellas Artes, que influyó para que el Crucificado quedara en perfecto estado con los mejores especialistas.

Por segunda vez, el Cristo de la Expiración se salvó. En 2023 saldrá a las calles de Triana y de Sevilla dos veces: hoy, Viernes Santo, en la estación de penitencia; mañana, Sábado Santo, en el Santo Entierro Grande. Obra magna del arte cristiano. Obra que las llamas del fuego no pudieron destruir. Porque las llamas del amor son más fuertes y hacen milagros.

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