Diez altares de culto que anteceden la Cuaresma en Sevilla
Ruta
Nuestras hermandades y cofradías anuncian con sus cultos la cercanía de una nueva Semana Santa
Numerosos templos de la ciudad acogen obras de arte efímeras que se renuevan cada año
Gonzalo Navarro diseña una nueva toca de sobremanto para la Esperanza de Triana
No es tanto el hecho de estar, de materializarlo, como la sencilla -pero profunda- pretensión de cumplirlo. En eso consiste el rito, la espera, el descuento de los días que habrán de desembocar en la mañana de Viernes de Dolores: en saberse partícipe de lo que está sucediendo. O, dicho de otra manera, ir a los besamanos, no estar en el besamanos en sí. Caminar por la ciudad camino del culto, no presenciar el culto en sí. El "quiero oírte llegar" de Julia Uceda que los cofrades nos apropiamos como certera definición de todo cuanto está por venir.
En apenas unos días alcanzamos, un año más, otra Cuaresma, ese espacio de cuarenta días que cumple infinidad de propósitos: nos renueva espiritualmente, nos prepara para la felicidad más absoluta o nos desvela que el tiempo, inmisericordemente, pasa. Y reflexionamos acerca de todo cuanto ha sucedido en apenas un año. Tanto y a la vez nada. Porque la ciudad sigue en su sitio, con esa misma luz de la tarde de febrero que resiste su tibieza en el adoquinado. Y porque las señales cada vez son más intensas y, sobre todo, visuales.
Dice el bueno de Jesús Luengo -y con razón- que el aparato levantado estos días por nuestras hermandades para celebrar sus cultos son retablos, que no altares, puesto que el altar es la mesa sobre la que se realiza el sacrificio eucarístico. Aún así, el argot cofradiero hace apropiación de la expresión y hoy, en esta entrada, recordamos algunos de los altares o retablos de culto que se configuran en nuestros templos como anticipo de la Cuaresma, y que habrán de multiplicarse conforme avancen febrero y marzo.
Quinarios
Aunque la figura de la Virgen María cuenta con una reseñable presencia en los cultos de las cofradías sevillanas, estos días tienen especial protagonismo las imágenes cristíferas. Asistimos al quinario, por ejemplo, del Santísimo Cristo de la Exaltación en la parroquia de Santa Catalina, que nuevamente ha dispuesto un frondoso bosque de velas salpicado por la presencia de la Virgen de las Lágrimas, San Juan y la Magdalena de Rafael Valero, que procesionó en el siglo XIX con la cofradía. Durante estos años ha permanecido guardada hasta los años en que la cofradía estuvo en San Román.
Imponente es el retablo del Cristo de la Conversión, de la cofradía de Montserrat, también acompañado de la dolosa aún sin vestir de hebrea. No muy lejos de allí, en Molviedro, Jesús Despojado celebra el quinario a su titular, acompañado de cera tiniebla y claveles rojos. Arrebatador es el conjunto de Las Siete Palabras, que ha levantado un espectacular altar con todas las imágenes del misterio. Hace unos días todo era color morado en San Antonio Abad, con el quinario a Jesús Nazareno. Del mismo modo, en Omnium Sanctorum celebraron sus cultos a Nuestro Padre Jesús de la Paz, que ya viste de color corinto en su altar junto a la Virgen del Carmen, vestida de hebrea.
No podemos cerrar este apartado obviando el quinario al Santísimo Cristo de las Tres Caídas, que se celebra en la parroquia de Santa Ana. Este mismo espacio lo ocupará su Madre, la Virgen de la Esperanza, en el mes de marzo cuando se celebre su septenario.
La Virgen
La preparación de la Cuaresma nos lleva, inevitablemente, a la Virgen, que en este tiempo vestirá de hebrea en recuerdo al ingenio de Juan Manuel Rodríguez Ojeda que, a principios del siglo XX, vistió así a la dolorosa de la Hiniesta en un contexto de pobreza y carestía absolutas, hasta convertir la necesidad en un icono. Son días especiales en San Juan de la Palma, con el septenario a la Virgen de la Amargura, acompañada de San Juan. Un altar cuya disposición de las velas ha resultado llamativa y muy comentada entre los cofrades.
Inédito el altar de la Virgen de la Angustia de los Estudiantes, elevada en las alturas de su recóndita capilla y con la disposición de las caídas frontales y el techo de palio. Hace unos días veíamos también el altar, en este caso, de triduo a la Virgen del Buen Fin de La Lanzada (a escasas horas de que el Señor de la Oración abandonase San Martín). En San Nicolás celebran la festividad de su dolorosa, la Candelaria, en el altar mayor del templo y la verticalidad de Las Angustias de Los Gitanos ha valido la opinión generalmente positiva de los cofrades. Y la Virgen, exquisita.
Son solo algunos ejemplos de estos tesoros que la ciudad esconde.
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