La declaración de amor de aquel niño que vino de Cádiz
José Joaquín León pronuncia un profundo y extenso Pregón de la Semana Santa de Sevilla 2025 en el que ha recreado con una saeta la entrada de la Soledad en San Lorenzo
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EL Pregón de un sevillano nacido en Cádiz que tiene un profundo conocimiento de la Semana Santa. El Pregón de un hombre de fe. De un cofrade de cirio al cuadril y de vara dorada. De un dirigente cofradiero. El Pregón de amor de aquel niño que lo primero que vio fue al Cristo de la Fundación bajo un intenso aguacero. El Pregón de un hermano de la Costanilla, de San Antonio Abad y de San Lorenzo. El Pregón de un periodista. De quien lleva más de media vida escribiendo sobre la Semana Santa de Sevilla. De quien entiende que la crítica no está reñida con la información. Se puede ser periodista y cofrade. En definitiva, una declaración de amor a Sevilla y su Semana Santa por parte de una persona que se la conoce al dedillo.
Esta crónica del Pregón de la Semana Santa de Sevilla 2025 debe empezar por el final. “Proclamo que mi patria está en San Lorenzo”, exclamaba el pregonero en el conclusión de un texto que duró dos horas justas, uno de los más extensos de los últimos años. El que escuchó el Pregón de José Joaquín León, o lea en cualquier momento el libro que se presenta este lunes, tendrá una perfecta radiografía, una imagen certera y clara, de lo que es la Semana Santa de Sevilla. De sus devociones. De sus barrios. De su flora y de su fauna... de sus imágenes secundarias... de sus iconos. El pregonero realizó una perfecta crónica salpicada de anécdotas y con un humor muy fino, como el dedicado a Pilatos. También hubo momentos para la lírica, con referencia a todas las cofradías, aunque donde se encontró a gusto el pregonero fue en esa narrativa de la que es maestro. León trazó un recorrido que le llevó hasta todas las esquinas de la ciudad, desde las más alejadas, como Torreblanca o el Polígono Sur; al mismo corazón, San Lorenzo: “Todos los caminos conducen a San Lorenzo...”.
El pregonero se guardó sus vivencias más personales para la última media hora de la exaltación. Antes de entrar de lleno a glosar a sus cofradías, León dedicó un bello pasaje a la Macarena que fue muy bien acogido por el público. “¿Y qué te digo yo, Esperanza Macarena?”, se preguntaba el pregonero. La respuestas e la dio una devota: “Tú no le digas nada, que Ella te dirá lo que le tienes que decir. Cuando estés a su lado, verás que habla. Y hasta respira”. Así lo sintió León cuando tuvo la oportunidad de tener muy cerca a la Virgen de la Esperanza en su bajada para el besamanos. En una cuidada prosa poética, al pregonero se refirió a la Macarena como “la rosa de oro en las huertas, azucena de bronce en la Giralda, clavel blanco en un balcón de tu barrio...”.
Tras un intenso aplauso, llegaba el turno para sus tres hermandades. “Tres Caídas de amor y nostalgia en San Isidoro, cuando salía con una cruz detrás del Señor”. El pregonero hizo una crónica íntima y certera de cómo se vive en la intimidad de San Antonio Abad la salida del Silencio: “Al otro lado de los muros se queda el murmullo del mundo. En este atrio se refugia el Silencio eterno”. Y de Alfonso XII a la Soledad y San Lorenzo. Binomio inseparable. Axioma de la Semana Santa: “La Soledad alcanza la cumbre de su dolor en esta plaza de San Lorenzo”.
El momento culminante del Pregón de José Joaquín León, el momento más efectista, llegaba aquí. El periodista narraba la entrada de su cofradía en la que era imprescindible el cante de José Pérez Leal, el Sacri, fallecido recientemente. Sonó la saeta en el teatro, “Divino Broche de Oro”, en la voz de Elena Delgado, eco del eterno Sacri, y la palabra del pregonero solamente iluminado con un escenario completamente a oscuras. Parecía que el Pregón terminaría ahí, pero José Joaquín León continuó desgranando ese tiempo que sólo viven los hermanos de la Soledad cuando la Semana Santa toca a su fin: “Desde la torre te contempla el tiempo, el reloj se detiene como una clepsidra invisible. Se nubla la luna de la Pascua. Y te vas. Y será hasta el año que viene, o hasta sólo Dios sabe cuándo. Ya no eres la Soledad que estaba sola, ya la soledad es nuestra, una soledad de añoranzas infinitas se ha quedado entre los que siguen en la plaza”.
Ahora sí. Concluida la estación de penitencia, el final fue como el principio. Un canto a Dios, en este caso el Silencio de Dios en el que estaban presentes las grandes devociones del pregonero y la Semana Santa: “El Silencio eterno con el que Dios le declara su amor a Sevilla”. Así terminaba José Joaquín León su Pregón de la Semana Santa. Un texto profundo y completo.
El paisaje y el paisanaje de la Semana Santa
Pero en el extenso Pregón hubo otros muchos pasajes de interés. Comenzaba José Joaquín León con uno de esos efectos que anunciaba en este periódico, sin estridencias, pero que iban a contribuir a reforzar su mensaje. Sacó del atril un llamador para dar tres golpes secos... “Sonó...” así empezaba a declamar un texto que contaba con cuatro grandes apartados y que estaba dividido en 29 fragmentos. “La Semana Santa existirá mientras haya sevillanos”, afirmaba el pregonero en el inicio de su intervención. Una de las reivindicaciones que hizo durante su alocución. Otras fueron la defensa encendida que hizo del nazareno durante varios pasajes; la llamada a extremar las precauciones o el celo durante la delicada Madrugada, incompatible con el alcohol; la petición, o el anhelo para que el santuario de los Gitanos sea declarado pronto basílica menor; o la advertencia sobre la despoblación de los barrios por el turismo depredador, con Santa Cruz o San Lorenzo como ejemplos. También tuvo un recuerdo para los fallecido por la DANA de Valencia cuando se refirió a la Virgen de los Desamparados, titular de San Esteban y patrona de la ciudad del Turia.
Una parte fundamental del texto, quizás la más densa, fue el recorrido por la Semana Santa a través de sus barrios. El paisaje y el paisanaje estuvieron muy presentes. José Joaquín León recorrió las cofradías a través de sus collaciones y feligresías. Se detuvo en las vísperas, destacando la labor que hacen en sus barrios; y en los personajes secundarios de la Pasión según Sevilla. Recordó a un buen número de cofrades, como el soleano Manuel Rodríguez, “que fue mi hermano mayor sin haberlo sido”. Dedicó diversos pasajes a su querido Luis Álvarez Duarte, de quien es biógrafo; hizo una bella crónica de la Madrugada desde el interior de la Catedral... También hubo anécdotas, como la relatada en torno a la imagen del Pilatos de San Benito y una señora que fue a llevarle flores: “Es que Pilato me ha hecho un milagro y quiero su estampa”. León no se dejó prácticamente nada en el tintero.
Tras dos horas y media, el público salía del Teatro de la Maestranza con la certeza de que había escuchado el Pregón de un hombre de Fe. De un sevillano de adopción que conoce como nadie la verdad de su Semana Mayor. De un hijo de la Soledad. De un nazareno del Silencio. De un hermano de San Isidoro. Un Pregón escrito desde el corazón y con la verdad por bandera.
De la defensa del arte sacro a las obras sociales de las cofradías
Manuel Alés, delegado de Fiestas Mayores, realizó una completa y acertada presentación del pregonero. Comenzó aludiendo a la letra del Pregón de Pareja-Obregón que también da nombre al cartel de las Fiestas de Primavera encargado por el Ayuntamiento: Sevilla tiene una cosa que solo tiene Sevilla. “Sevilla es única en su Semana Santa, en su ambiente, en su gente, en su belleza, en su patrimonio”, señaló Alés, quien hizo una encendida defensa del arte sacro sevillano, “punta de lanza en el mundo”; y de las obras sociales de las hermandades. No se olvidó de pregoneros fallecidos este año, Garrido Bustamante, Ignacio Pérez Franco y Manuel Navarro Palacios; de artistas, el Sacri o Juan Borrero; ni del fotógrafo Jesús Martín Cartaya, notario gráfico de la ciudad en las últimas décadas. Sobre el pregonero, destacó su autenticidad y lo definió “el ejemplo perfecto de quien cae rendido a los encantos de la ciudad más bella del mundo y a su Semana mayor. Él descubrió eso que sólo tiene Sevilla y se enamoró de ella para siempre”.
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