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La danza de los porcentajes

Los nuevos 'druidas' de la Semana Santa, los meteorólogos y sus porcentajes, dejan coja una jornada sin el mal gusto dominical.

Costaleros aplauden ante el misterio del Polígono tras conocer la decisión de la junta de gobierno.
Carlos Navarro Antolín

19 de abril 2011 - 01:00

Son las dos y media de la madrugada del Lunes Santo, primer día laborable de la Semana Santa. Calle Jesús del Gran Poder. Un penitente del Amor regresa muy despacio, con dificultad en los andares. Va descalzo. Casi se arrastra por la alfombra de adoquines. No hay nadie. Tan sólo el penitente y el testigo de la escena. Diez minutos más tarde. Plaza del Salvador. Está tomada por los camiones de Lipasam. Otros diez minutos después. Sierpes tiene mucho de centro de tratamiento de residuos sólidos. Hay montañas de basura de todos los tamaños. En una de ellas, ¡oh, sorpresa!, hay una botella de ron añejo, marca Barceló. Repetimos: es en un tramo de la calle Sierpes, la de los abonados más rancios de la Semana Santa, donde se paga por ver cofradías, donde se elige entre tomar café en Ochoa o la Campana. No negarán que la cosa tiene mucho de reportaje de recogida de testimonios entre los funcionarios municipales de la limpieza. ¿Cuál es el desecho más inaudito que se ha encontrado usted limpiando la carrera oficial de la Semana Santa de Sevilla? "Una botella de ron". Será cosa de piratas.

Los nazarenos del Amor se marchan en grupos. Sus pisadas son el único sonido en la madrugada de la calle Muñoz y Pabón. Van callados, algunos con el cartón en la mano para no castigar más las sienes. ¿Quién ha dicho que la Semana Santa no tiene interés sin pasos? Toparse con una decena de nazarenos de ruán por una calle perdida es una de las estampas más bellas que existen. Si el antifaz hace al nazareno, los nazarenos hacen la Semana Santa, deben ser como una especie protegida. Se van calle Santa María la Blanca abajo. Se van y se llevan con ellos al primer día de la Semana Santa.

Son las diez de la mañana del Lunes Santo en esta película continua que es la Semana Santa. Un nazareno del Tiro de Línea se para a comulgar en la misa de hermandad de la Redención, la que antes todo el mundo llamaba del Rocío, la del cura Hernández Bastos, don Eugenio. "Ave María Purísima", reza el torno de las yemas de San Leandro, las que hacen las monjas que están sufriendo por sacar adelante la restauración del convento. Y el torno se gira y aparecen las yemas, otra especie que debería estar protegida. Sin nazarenos no hay Semana Santa, sin agustinas no hay yemas.

La Virgen de las Aguas tiene narcisos. Muchos narcisos entre la orfebrería de juncos cincelados que evocan agradables recuerdos. Dicen que esta Virgen es la mejor expresión de un rostro exhausto de llorar, de lagrimales secos, pura expresión del tormento. Cuantísima gente va a ver a la Virgen de las Aguas por la mañana. "No vaya a ser que a la noche haga frío y nos la perdamos. Dejamos los deberes hechos".

Esta Semana Santa de contrastes confirma ya la gran diferencia entre el Domingo de Ramos y las jornadas posteriores. El público de uno y otro día se diferencian mucho. La Plaza del Salvador de media tarde del domingo y de media tarde del lunes tienen las mismas diferencias que entre una piscina pública y una playa en septiembre. Las cosas como son.

Ya está coja la fiesta. Los corazones rotos del Polígono de San Pablo marcan para siempre esta Semana Santa. En el ambiente queda si la cautela de ayer no fue consecuencia del exceso del pasado, con esas imágenes de pasos subiendo la rampla del Salvador bajo un aguacero. La exaltación de los porcentajes nos dejó sin la joven cofradía del Polígono. En otro tiempo, sin meteorólogos de sesudas predicciones, convertidos en los nuevos druidas de la fiesta, la cofradía hubiera salido. Seguro. Pero en estos tiempos mandan los porcentajes. Dichosos porcentajes. Y cómo bailan. Del veinte al treinta. Del treinta al veinte por la mañana. Del veinte al cuarenta por la noche. Maldita danza, maldita, que también nos privó del Tiro de Línea por el Arenal, fusión de barrios. La cofradía mercedaria abrevió la ida a la Campana por la propia Avenida de la Constitución.

Quien no haya caminado detrás de cualquiera de los dos pasos de Santa Genoveva se pierde un trozo importante de la mejor Semana Santa, aquella que nació en el siglo XX gracias también al empuje de uno de esos sacerdotes inolvidables que tanto dieron a las cofradías. Hay que meterse entre el barrio detrás de la Virgen de las Mercedes, rezar en bisbiseos al mismo tiempo que esos peregrinos de caras azotadas, ver cómo silenciosamente se van marchando conforme se acerca la carrera oficial y se preparan para retomar la peregrinación en la Plaza del Triunfo hasta que la noche sea cerrada en Teatinos. "Oiga, me ha pisado usted ya dos veces. Una vez en cada zapato". "Usted perdone, no tenso su experiencia, no soy del barrio, perdóneme". "No hace falta que usted lo jure. Aquí ninguno llevamos el pinganillo de la radio".

No llueve. El Polígono no ha salido. Pero no llueve en todo el día. Cuatro gotas caen de un cielo casi sin nubes, como una broma de mal gusto, inmisericorde. Una Semana Santa tan alta en el calendario diezma los lirios, la flor más bonita de la Semana Santa. Y bien cara que se cobra para lo poco que dura. Santa Marta tuvo que apostar por los jacintos, morados por supuesto. Esta cofradía lleva casi los mismos penitentes por detrás que nazarenos por delante. Es rápida, efímera. Como la vida del lirio. Bonita, bella. Como la estética del lirio.

El misterio de la Redención pasa con luz del día por los Jardines de Murillo, un lugar que es aliado de la noche. Una lluvia débil incomoda a las cofradías sobre las 20:45 horas. Ni para lavar los coches. Otra broma de mal gusto. Le sentó mucho mejor a la cofradía de la calle Santiago el recorrido por San José, San Nicolás y Cabeza del Rey Don Pedro. La Virgen del Rocío pasó ya por el nuevo recorrido con la luz baja. 50 años bajo palio. Una de las grandes obras del cura de Hervás, don Eugenio, cumple cinco décadas. Quién ha visto a esta cofradía, modesta y sencilla en los años ochenta, y quién la ve ahora, con los pasos enriquecidos y el cuerpo de nazarenos tan joven y fortalecido. De aquel misterio con cartelas de plata al actual con remates dorados. De aquel palio de vaivén alegremente descarado a la mecida en armonía.

Para hoy se anuncia más baile de porcentajes, más consultas a los druidas. La cojera podría ser más intensa. A este paso habrá que darle al ron. Para olvidar los números. Y los druidas.

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