Cuando pasan Los Gitanos
En unas horas saldrás al encuentro de ti mismo pidiendo permiso y perdón
En el perfil de las Angustias hallarás solo alientos entrecortados y lágrimas que nunca pensaste tuyas
Fin de semana cargado de procesiones en Sevilla
Horarios e itinerarios de los traslados de la Virgen de las Angustias de Los Gitanos
Aunque no exista una barrera espacio-temporal que derribar en el abismo de una madrugada sin ley, ni unos ritos que cumplir para con una ciudad bañada de soles en ruinas, en estos días te ha salpicado una brasa de aquella candela que dominas con el escudo de la memoria. Una candela que acaso ha erupcionado en contadas ocasiones pero te agita los adentros cuando merodeas, sin querer, por los jardines del Valle. Ella no es tu Madrugada, pero siempre se manifiesta cuando la sabes rayando el día por la Puerta de los Palos. Se asoma -a la luz somnolienta de los bronces, a los ojos que devuelven brillos de albas- como una culpa no resuelta, como un deseo no satisfecho, como un olvido que no cesa en su martilleo de condenas. Y te dueles, porque dejas escapar un año más esa mañana irrepetible que ninguna otra vida te podrá conceder. Te duelen los guantes blancos desangrados de cera y de otros cielos, te duelen las capas blancas al vuelo de un Oriente quebrado en las raíces y te duele en la piel de tu propia identidad esa mantilla al aire que solo alcanzas a imaginar sobre el color de tronchados olivares.
Quizás te duele porque, sin saberlo, la quieres, y por más zarzas de imposibles que se levanten en el camino, reconoces esa deuda pendiente para toda la eternidad. En las brasas de la candela que ahora danza y ventea se dibuja el perfil que tus retinas no consiguen apresar. Un perfil para el que buscas las palabras y en el que solo hallas alientos entrecortados, emociones que solo en ella descubriste la primera vez por Matahacas y lágrimas que nunca pensaste tuyas. ¿Por quién, por qué se llora? ¿Por qué te desvaneces en un pulso ahora desbocado? Se te clavan sus mieles pero no encuentras dónde; se abalanza sobre ti como un océano de fotogramas que te ayudan a imaginar aquello que jamás viviste pero que siempre te contaron. Las saetas de Mairena con el capirote calado sobre la espalda, las palmas que emergen de una nada sin hogar, el Pópulo, las redadas, Egipto, un clavel en esa cruz de guía…
En unas horas (la candela ya es un fuego declarado en el bosque de tu existencia), sin relojes y sin medidas, saldrás a la calle pidiendo constantemente permiso y perdón. Permiso para la compañía y perdón por tus ausencias. Qué más da que no haya auroras esperando: importa que vas al encuentro de ti mismo, de lo que palpita en la genética y en la savia de un tronco inmenso al que te abrazas. Esta madrugada, en la muerte de la calle Sol, ante una torre quebrada de saetas y de cruces, encontrarás esa la respuesta a lo que eres sin saberlo, a esa deuda con tu tierra y con tu pueblo que anda siempre pidiendo escaleras y echando flores a la vida. Pasará las Angustias. Pasarán los gitanos… Y tú, por supuesto, pasarás también con ellos.
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