Lunes Santo en Sevilla: Cien años no son nada y lo son todo en el Museo

La visita a los templos registró por segundo día grandes colas

Impresiona el evocador altar del Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas

El Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas en el impresionante altar instalado en la capilla del Museo.
El Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas en el impresionante altar instalado en la capilla del Museo. / Antonio Pizarro

¿Qué son cien años para una hermandad que cuenta su historia por siglos? Casi cinco, concretamente. Probablemente una minucia, una insignificancia. Pero la Hermandad del Museo se apresta a vivir unos años de gran importancia por lo que va a celebrar. Cien años que, a su vez, lo son todo. Hace justo un siglo que la Virgen de las Aguas salía por última vez arrodillada a los pies del Cristo de la Expiración. Era la Semana Santa de 1921. La Dolorosa estaba arrodillada y con las manos entrelazadas en actitud implorante. Un año más tarde, en la Semana Santa de 1922, la imagen realizada por Cristóbal Ramos ya lucía erguida y en su nuevo paso de palio, anhelo de la hermandad, que finalmente no pudo salir aquel Viernes Santo, 14 de abril, por un gran aguacero. Pero los hermanos del Museo querían seguir haciendo historia y decidieron en cabildo general extraordinario cambiar su día de salida al Lunes Santo, inaugurando una jornada hasta entonces sin procesiones, hito que se materializó el 26 de marzo del año siguiente.

El Museo forma parte de la historia de la Semana Santa. Decana y con una personalidad arrolladora. De centro, pero también con reminiscencias de barrio. Con un patrimonio excepcional que ha sabido mantener, engrandecer y exhibir. Seguro que la hermandad podrá celebrar todos estos acontecimientos a partir del año próximo con todo boato y esplendor, pero ayer, su priostía, encabezada magistralmente por el conservador de obras de arte Manuel Antonio Ruiz-Berdejo, nos regaló un sorbo de todo lo bueno que está por venir, dejando una muestra notoria de la exquisitez de esta hermandad señera.

Los titulares del Museo.
Los titulares del Museo. / Antonio Pizarro

El montaje realizado para esta Semana Santa de interior recreaba la imagen de aquel paso que salió por última vez en el año 1921. En mitad de la capilla surgía portentoso el Cristo de la Expiración sobre un monte de flores silvestre y delante la Virgen de las Aguas. Escena enmarcada por los fantásticos candelabros de guardabrisas y, en las esquinas, las cartelas talladas por Darío Fernández que no se pudieron estrenar el año pasado. Un reinterpretación pero sin perder la idiosincrasia amasada a lo largo de todo este tiempo. De lo mejor que podrá ver en estos día. La visita al Museo también conlleva un emocionado recuerdo para Manolo Nieto.

El Lunes Santo es un día de profundas raíces y marcado carácter. Desde San Pablo a Santa Marta. De San Gonzalo a la Redención. Se mezclan en él hermandades con un sedimento histórico muy profundo, como la propia del Museo o la Vera Cruz; y otras de más reciente creación pero con una devoción desbordante, como el Tiro de Línea, San Gonzalo o San Pablo. La Hermandad de Santa Genoveva desplegó un ejemplo de cómo hay que llevar la hermandad hasta los hermanos en estos tiempos de movilidad limitada y nuevas tecnologías. El programa emitido durante la jornada fue una delicia. Pero también fueron muchísimos los devotos que se acercaron hasta la parroquia para rezar ante el Cautivo y la Virgen de las Mercedes.

Una joven realiza una ofrenda floral a las imágenes de San Gonzalo.
Una joven realiza una ofrenda floral a las imágenes de San Gonzalo. / Juan Carlos Muñoz

Una hermandad que nunca se podrá sentir sola es San Gonzalo. También fue encomiable el esfuerzo realizado para llevar a todas las personas que no pudieron acudir a la parroquia un Lunes Santo diferente pero con la misma emoción. El Señor del Soberano Poder estrenó en su altar extraordinario su nueva túnica bordada. Es innegable que la hermandad es el corazón del barrio y de su parroquia, por eso llama la atención que no se vaya de la mano con ella en proyectos tan importantes como el del columbario que se va a construir y más cuando se hará en unas dependencias usadas históricamente por la cofradía. Hay que saber valorar el diamante que es esta cofradía.

Los fieles durante la visita a la Hermandad del Beso de Judas.
Los fieles durante la visita a la Hermandad del Beso de Judas. / Juan Carlos Vázquez

Otra hermandad que está fuertemente arraigada en su barrio es la de San Pablo. Es algo palpable y evidente. Las visitas al templo parroquial se sucedieron durante toda la jornada, pudiéndose ver también el paso de misterio. Regresando al centro, el Beso de Judas registró importantes colas durante todo el día. La ocasión lo merecía. El misterio de la Redención estaba dispuesto en el presbiterio de la parroquia de San Ildefonso, donde no faltó la música de agrupación parroquial. La Virgen del Rocío, unos metros más adelante, estaba espléndida.

La majestuosidad de las Penas de San Vicente.
La majestuosidad de las Penas de San Vicente. / Antonio Pizarro

Como ya sucedió el Domingo de Ramos, los fieles tuvieron que armarse de paciencia para poder acceder a los templos en los que se veneraban las imágenes de la jornada. Muchos eran los que se repartían por el barrio de San Vicente. Del Museo a la parroquia. De la parroquia a la capilla de la Vera Cruz. De la solemnidad del Señor de las Penas y la Virgen de los Dolores a la franciscana sencillez del Cristo de la Vera Cruz y la Virgen de las Tristezas.

Los titulares de las Aguas este Lunes Santo.
Los titulares de las Aguas este Lunes Santo. / José Ángel García

La visita a las hermandades del Lunes Santo también supone contemplar por el camino algunas de las obras más desafortunadas realizadas en los últimos años en la ciudad. Del paseo marítimo que es la calle Baños –insistimos, peatonalizar no es vulgarizar– a la incomprensible Plaza de San Andrés, que es la que está situada a la espalda de la parroquia, por donde cada año sale la Hermandad de Santa Marta. Sí, eso es una plaza aunque no lo parezca. Coches, motos y un sinfín de bolardos, además del ya habitual adoquín gris, conforman un espacio de difícil asimilación. Menos mal que dentro del templo, la cofradía sigue manteniendo el buen gusto y la exquisitez. También resultó muy original el Calvario de la Hermandad de las Aguas, así como la belleza inmutable de la Virgen niña de Guadalupe a la que seguro que este Lunes Santo tampoco le faltó el beso de Luis Álvarez Duarte.

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