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Cristo de la Sangre, la marcha que Cebrián compuso para Toledo y que suena en Sevilla

La composición está dedicada al Cristo de la Sangre de la localidad de Torrijos

Aunque es una de las marchas más interpretadas a nivel nacional apenas suena en Sevilla

El Cristo de la Sangre, obra americana fechada en el siglo XVII

La universalidad de ¡¡Macarena!! es incontestable. Se trata, sin temor a equivocarnos, uno de los buques insignias de la producción musical de Emilio Cebrián, junto a Nuestro Padre Jesús. Sin embargo, el resto de su obra pasa ciertamente desapercibida en la ciudad de Sevilla, aunque suele ser uno de los autores más interpretados a lo largo de la geografía española.

Emilio Cebrián (Toledo, 1900) se formó musicalmente en la Academia de Infantería de la capital manchega, si bien posteriormente estudió varios años en Madrid hasta ser nombrado director de la Banda de Talavera de la Reina en 1926 y conseguir, por méritos propios mediante oposición, el título de director de la Banda Municipal de Jaén en 1932. Es en esta etapa, hasta su trágico fallecimiento -falleció a consecuencia de una caída desde un balcón-, cuando despliega toda su creatividad musical: compone pasodobles (a los más taurinos les sonará Churumbelerías), himnos y varias marchas procesionales que forman parte de los repertorios de bandas de música en infinidad de rincones españoles. Triunfal y Nuestro Padre Jesús son indispensables en las procesiones, sobre todo, orientales, hasta que poco a poco se extendieron por el oeste y el sur del país.

El compositor Emilio Cebrián

Como en toda producción artística, algunas obras sobresalen más que otras bien por impacto, por calidad o por transmisión en el público. Tal y como apuntábamos en las líneas principales, su marcha para la Macarena -quizás la de mayor calidad jamás compuesta para la dolorosa de San Gil- es la más celebrada y conocida, pero Cebrián firmó otras marchas que, aún con ciertas reticencias y no pocos gestos de rareza, se abren hueco en los repertorios sevillanos.

Es el caso de Cristo de la Sangre. La marcha, compuesta en 1941, está dedicada curiosamente al crucificado homónimo de la localidad de Torrijos, en la provincia de Toledo. Esta composición, que suele incluirse esencialmente en las crucetas de Tejera y la Oliva, es, paradójicamente, de las más interpretadas a nivel nacional: ha sido grabada hasta 36 veces por diversas bandas en numerosos puntos del país, como Campo de Criptana, Cartagena, Zamora, Xátiva o Tobarra. En cambio, es harto complejo degustarla en la capital andaluza. Quizás, la noche del Martes Santo, en el paño del Alcázar...

Portada del disco Cartagena según San Juan, donde se incluye la marcha

El Cristo de la Sangre es una escultura del siglo XVII traída de América, regalo de un capellán torrijeño a la localidad, en la que, como curiosidad, se funda la primera hermandad sacramental de España. ¿Por qué Cebrián compone esta marcha? Los amigos de Patrimonio Musical apuntan la siguiente hipótesis: Cebrián coincidió en la Academia de Toledo con José Blanco, donde pudo germinarse una posible amistad. Este José Blanco era director de la Municipal de Torrijos, por lo que el compositor toledano pudo conocer la imagen de primera mano e inspirarse para trazar la marcha.

Por desgracia, no disponemos de la partitura original, abriéndose así otra incógnita: se desconoce si la marcha incluye un da capo, esto es, repetición de la partitura desde el principio una vez que finaliza hasta que se indique en una anotación o lo haga el propio director. Sea como fuere, la marcha Cristo de la Sangre forma parte de la Semana Santa sevillana y española, casa perfectamente con cualquier corte de palio y sus últimos compases desembocan en esa nostalgia propia de algo que se evapora ante nuestros propios ojos.

En este vídeo puede disfrutarse del palio del Dulce Nombre acompañado por esta marcha procesional.

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