La cola del hambre al pie de Pasión
Los cirineos de la crisis
Mujeres con carros de la compra acuden al Patio de los Naranjos del Salvador, testigo de las necesidades básicas de muchas familias que disfrutaban hace poco del bienestar social.
Este enclave que contemplan junto a estas líneas a buen seguro que les resulta familiar. Sólo hace falta ampliar un poco más el plano para ver una escalinata y saber dónde está captada la imagen. En efecto, se trata del Patio de los Naranjos del Salvador, transitado por muchos sevillanos que acuden a diario a venerar al Señor de Pasión. Lo que ya les puede resultar más extraño es el grupo de mujeres que, carro de la compra en mano, parecen aguardar a que alguien las atienda.
Un rincón tan cofradiero como éste pocas veces ha sido fotografiado en tales circunstancias. Las sevillanas que ven aquí vuelven las cabezas cuando se percatan de que hay un objetivo cerca. Su presencia allí poco tiene que ver con estas vísperas donde más de un curioso accede a dicho patio a constatar la cercanía de la Semana Santa. El interés de estas mujeres es, quizás, menos espiritual o todo lo espiritual que resulta saciar los estómagos de una familia. Es la cola del hambre.
La mayoría de ellas acuden una vez al mes a la Fundación Asistencial Nuestro Padre Jesús de la Pasión, donde se atiende a 200 familias. El vicepresidente de esta institución y teniente de hermano mayor de la corporación del Jueves Santo, José Luis Cabello, define en una frase la labor esencial que la hermandad realiza en plena crisis: "puede decirse que 687 personas comen gracias a la fundación". Aunque son varias las atenciones sociales que se prestan desde la institución, la entrega de alimentos se ha disparado el último año, un claro síntoma de los tiempos actuales.
Para ser beneficiario de la fundación, los solicitantes, con los que se mantiene una charla en la que detallan las vicisitudes por las que atraviesan, deben acreditar su situación a través de varios documentos en los que se constate el empadronamiento, si cuentan con varios hijos a su cargo, el desempleo o la carencia de ayudas por otras vías. Una vez aportados estos datos, la fundación elabora un informe con las necesidades de atención en el que también colabora Cáritas parroquial.
Cuado ya se ha realizado el estudio, el solicitante (uno por familia) engrosa la lista de espera para ser atendido, actualmente compuesta por 100 personas. A ellos hay que sumar los 300 peticionarios a los que se les está analizando su situación. Cifras bastante elevadas para cubrir las necesidades más básicas.
Para la entrega de alimentos la fundación cuenta con varias vías de abastecimiento. Por un lado, el Plan FEGA de la UE, a través del cual el Ministerio de Agricultura recibe excedentes comunitarios como los cereales (transformados en productos no perecederos como harina o galletas) y leche (aportada también en queso). El Gobierno los distribuye a través del Banco de Alimentos y de la Cruz Roja, ONG de la que se surte la Fundación de Pasión.
La segunda vía para la obtención de los productos es la donación de los hermanos, y la tercera, a través de la compra directa con los fondos de la fundación. Según Cabello, un 65% de la financiación procede de la hermandad, un 25% de distintas instituciones a las que se les presentan proyectos sociales y el 15% restante de personas (hermanos o no de Pasión) que se comprometen a abonar una cuota anual.
En esta cola del hambre también hay familias con hijos pequeños. Para tales casos, además de los alimentos generales, si el menor no cuenta aún con dos años se les suministra leche básica y potitos. Si tienen entre 2 y 8 años, a las familias se les entregarán complementos alimentarios propios para niños. Un grupo de entre ocho y nueve voluntarios se encarga de dar las bolsas de víveres, compuestas generalmente por leche, cacao, azúcar, garbanzos, queso y conservas vegetales.
La mayoría de los que acuden a las dependencias de esta corporación son mujeres. Entre ellas se encuentra Josefa Jiménez, a quien no le importa narrar su situación. Lleva dos años siendo atendida por la fundación. "Estoy viuda. Tengo tres hijos y un nieto. Ninguno trabaja y yo sólo recibo una ayuda de 400 euros", explica esta sevillana.
Jiménez llegó a esta institución a través de vecinas que le informaron de la atención que prestan. "Cuando les conté mi realidad, al instante me compraron un lote de productos en un supermercado cercano. Aquí le han regalado los Reyes a mi nieto y hasta intentan buscarle trabajo a uno de mis hijos", narra esta mujer. La búsqueda de empleo es otra de las labores de la fundación, aunque su vicepresidente afirma que "es una tarea complicada porque es difícil hallar ahora un hueco laboral, incluso, para varios hermanos cuya situación ha cambiado radicalmente con la crisis". Una afirmación tan dramática como la que pronuncia la beneficiaria Josefa Jiménez antes de dejar el Patio de los Naranjos: "El Gobierno no sabe el hambre que le quita Pasión".
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