Cinturones de esparto. Apretar, pero sin ahogar

El Aprendiz

Persianas Alfalfa es uno de los pocos negocios donde aún se elabora de forma artesanal esta pieza imprescindible en los nazarenos de cola

La diversidad de materiales y las medidas influyen en el precio final del trabajo que Alberto Fernández realiza

Pelucas para las imágenes sagradas. Rizando el rizo

El esparto se hace cintura en la Alfalfa
El esparto se hace cintura en la Alfalfa / José Ángel García

Lo de que Dios aprieta pero no ahoga es una máxima en Persianas Alfalfa, negocio centenario que tiene entre sus múltiples especialidades elaborar manualmente los cinturones de esparto que ciñen la citura y las caderas de los nazarenos de cola en días de Semana Santa. Un trabajo que combina varios saberes: teñir, coser y encolar. Como tantos oficios descritos en esta serie, la falta de relevo generacional se ha convertido en una amenaza para esta artesanía, que como toda buena confección que se precie, no concluye hasta que la pieza se ajuste al cuerpo del cliente y éste quede satisfecho con la obra.

Apenas son las once de la mañana. En Persianas Alfalfa huele a cola de contacto. Mucho. Es un olor que engancha. Alberto Fernández la extiende sobre un cinturón de cuerdas, donde en sus extremos colocará dos piezas de cuero. Las deja secar mientras nos atiende. El oficio lo aprendió de su padre, Manuel Fernández, que empezó con esta labor en la década de los 70. En aquella época, este establecimiento se trasladó a su ubicación actual, en el centro de la Plaza de la Alfalfa, uno de los pocos negocios que sobreviven a la oleada de bares de grandes cadenas hosteleras que han dejado huérfanos de desayunos esta zona –tan cargada de historia– de la ciudad.

Su origen estuvo bastante cerca, donde hoy se encuentra un supermecado, de los denominados exprés. Allí se concentraban las esparterías, tan comunes antes en numerosos utensilios y en el mobiliario de los hogares. La especialidad eran las persianas elaboradas con este material, pero, como refiere Alberto, “se sacaba tiempo para los cinturones de los nazarenos y para las sillas de las casetas de la Feria”.

De cuerda o yute

En cuanto a la pieza que integra el hábito penitencial, podría decirse que en ella impera la diversidad. Hay tantos tamaños y materiales como cofradías de cola. Antes de nada hay que tener clara una diferencia más que notoria que atañe al bolsillo del cliente. Este mundo se divide en dos realidades diferenciadas: la de los cinturones de esparto o cuerda y los de yute. Los primeros son “los de toda la vida”, los que siempre se han usado y están formados a base de cuerdas. Los segundos, vienen ya trenzados de fábrica, al tratarse de un material mucho más económico. Para que nos hagamos una idea, un cinturón de yute –que sólo requiere del corte y pegado del cuero y hebillas– cuesta alrededor de 70 euros. En los de esparto, llega a los 100. Los de mayor tamaño alcanzan los 130, prácticamente el doble de precio. Son los que llevan los nazarenos del Silencio y el Amor.

Además de clientes particulares, Persianas Afalfa abastece a varias tiendas encargadas de este atavío. Lo más habitual es que en ellas se reclame el cinturón de yute, por resultar más económico. La clave del abaratamiento radica en el tiempo que se emplea en la confección de uno y otro. Como se ha dicho antes, el de yute viene ya trenzado de la fábrica, que lo suministra en rollo. Sólo queda aplicarle la segunda fase: colocarle el cuero y las hebillas. En los de esparto o cuerda hay que comenzar desde el principio.

Cinturones de yute (trenzados) en la balda superior y de espartod (cuerda) en la inferior.
Cinturones de yute (trenzados) en la balda superior y de espartod (cuerda) en la inferior. / José Ángel García

El esparto es una fibra que se obtiene de plantas silvestres, normalmente del grupo de las gramíneas. Su elaboración también está en peligro de extinción, pues constituye un oficio campestre en una España cuyo ámbito rural está cada vez más despoblado. Esta circunstancia también explica que se trate de un material más caro que el yute.

Una vez recibido en la tienda, se extienden las cuerdas sobre la mesa de trabajo y se van cosiendo por tramos. En esta labor se tarda unos 20 minutos. En la segunda, 40. En ella se emplea la cola para pegar los cueros en los extremos, donde luego se cosen las hebillas. El número de éstas difiere según el ancho de cada cinturón. El más pequeño, de 10 centímetros, es el de los nazarenos de la Borriquita, en los que se colocan dos hebillas. Luego los hay de hasta 25, que requieren de tres, y los que superan esta medida, donde ya se utilizan cuatro. El remate es el codal, una especie de ojal realizado con la propia cuerda que sirve para sujetar el cirio.

El secreto está en la flexibilidad

El trabajo no acaba hasta que se lo prueba el cliente y queda satisfecho. El secreto radica en que el cinturón esté recto, pero flexible, para evitar que las cuerdas se doblen. Suponen un gran alivio para los riñones del nazareno durante las horas de la estación de penitencia.

“Los últimos años nos encargamos más de repararlos que de hacerlos nuevos”, detalla Fernández. Muchos son heredados. Otros arreglos se deben a los cambios que sufre el cuerpo. Esto es, si hay más o menos kilos en la cintura. Para ello, los cinturones se dejan con cierto largo para que en años venideros se puedan ir ajustando a las nuevas realidades físicas del cliente (expresión políticamente correcta).

Además del esparto y el yute, otras hermandades contemplan en sus reglas materiales distintos a la hora de ceñir la cintura de sus nazarenos. Es el caso, por ejemplo, de Pasión, donde se emplea la cuerda de sisal, de gran resistencia pero de escasa flexibilidad. Suele presentar un tono pardo, parecido al hueso, de ahí que se proceda a su teñido en oro amarillo en unas cubetas, labor que realizan los responsables de este negocio antes de coserlas. Proceso que se acomete, de igual modo, con la cuerda de cáñamo con la que se cosen los cueros, según sean marrones o negros. Después están los cinturones de esterilla, amarilla o blanca. Estos últimos años, por cierto, las hermandades de muchos pueblos están recuperando los diseños primitivos, sin correajes, sólo con lazos.

La diversidad de materiales con los que elaborar los cinturones de nazarenos.
La diversidad de materiales con los que elaborar los cinturones de nazarenos. / José Ángel García

Tal diversidad requiere ser atendida con un instrumental diferente. Alberto emplea distintas agujas –de ancho especial– según el material con el que trabaje. Dos cuando lo hace con cuerda de sisal, otra para las de esparto y otra para atar los ciriales.

La temporada de cinturones en Persianas Alfalfa comienza tras el verano y acaba prácticamente el Domingo de Ramos. En estos meses se realizan unos 300. El tiempo aprieta, pero no ahoga.

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