La cantera inagotable del Museo

El Museo

La Virgen de las Aguas iba exornada por unos jazmines muy olorosos

Un nazareno de El Museo se dirige a su capilla.

Foto: Juan Carlos Muñoz
Un nazareno de El Museo se dirige a su capilla. Foto: Juan Carlos Muñoz
Juan Parejo

30 de marzo 2010 - 01:00

Más de 140 monaguillos (niñas y niños) salieron ayer delante de los pasos del Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas. Pequeños que esperan a la salida de su cofradía jugando mientras se asoman al balcón de la capilla y que hacen las delicias de los mayores repartiendo caramelos y estampitas por doquier.

La Hermandad del Museo cuida hasta el máximo detalle todo lo relativo a su salida procesional. Una pequeña muestra son las vallas que se colocan para formar el cortejo a la salida y que la hermandad recubre con unas telas de damasco rojo con el escudo corporativo bordado.

Otro detalle digno de elogio es el lugar junto a la puerta que la corporación reservó para que los hermanos enfermos e impedidos pudieran contemplar la salida de los pasos.

Un intenso aguacero sorprendió a la cofradía en su camino a la Catedral, en la que se refugió apresuradamente para continuar luego su retorno al Museo. La Virgen de las Aguas, radiante como siempre, iba exornada con unos delicados ramos de jazmín que se iban con el paso de los minutos.

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