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Buscan a una banda de ladrones de viviendas que actúa en el Aljarafe

Tres brillantes de gran pureza para compensar la granizada

Jueves Santo en Sevilla

Sólo se salva el final de la jornada más clásica de la Semana Santa tras un mediodía en el que se anegaron muchas calles y avenidas de la ciudad

Salida de la Virgen del Valle - Semana Santa Sevilla 2019 / Víctor Rodríguez

Una granizada a mediodía es la forma más segura de dejar despoblada la carrera oficial durante toda la tarde. Se pierde mucho público de la provincia, mucho público familiar. Se pierden muchos viajes en Tussam y en taxis. Es muy desagradable un Jueves Santo pasado por agua (y pedruscos) como el de ayer, con imágenes espantosas del barrio de Nervión anegado. La gente se preguntaba, no sin cierto fundamento, si ciertos vídeos eran reales o estaban manipulados. Se veían avenidas inundadas. Un espanto. Y, cómo no, seguía siendo Jueves Santo.

Cualquier día de la Semana Santa es mal aliado de la lluvia, pero el Jueves, la jornada de mayor clasicismo de toda la semana, es especialmente difícil de digerir cuando se mete en agua con la intensidad que lo hizo ayer. El Jueves Santo es el día de las mantillas, de tonos oscuros en los vestidos, de especial cuidado en la estética, de la delicadeza de la Virgen cigarrera, de los grandes faroles del Cristo de la Fundación, de la elegancia popular de la cofradía de Santa Catalina, popularmente conocida como Los Caballos y últimamente como La Exaltación. Todo eso quedó arrasado por un ambiente de escopeta y perro, de gabardina y plásticos, de refugiados en los bares y en los portales, de nazarenos de regreso a casa como fotografías antiguas tras el rezo del más amargo vía crucis.

Las tres que se salvaron

Llovió con mal humor. Granizó con alevosía. El agua fue como una guadaña que se llevó buena parte de lo mejor de la Semana Santa. Cuatro grandes cofradías quedaron inéditas. Mejoró la tarde y, como en 2003, la Quinta Angustia y el Valle decidieron salir tras haber suspendido la estación de penitencia las tres primeras cofradías. Después, por fortuna, se sumó Pasión. Los nazarenos de Los Negritos, La Exaltación y Montesión pasaron fugaces a nuestros ojos dejando un reguero de recuerdos de Jueves Santos brillantes, sublimes, de calor picante y bullicio de antesala de la Madrugada. Qué elegante es un nazareno de la Plaza de los Carros hasta con la lluvia de fondo, con la capa recogida, sorteando los charcos y metido quien sabe en qué pensamientos. Dicen que hay pocas estampas más sugerentes que un palio que se marcha. ¿Y un nazareno bajo la lluvia? Si la vida se cuenta por Semana Santas, ¿qué inspira un nazareno de Jueves Santo camino de casa de forma prematura?

Salida del misterio de la Quinta Angustia - Semana Santa Sevilla 2019

El refugio de los bares

Los bares son refugios donde se anuncian bocadillos de salchichón y jamón a 3,20 euros. Alguien apunta que el salchichón debe ser muy bueno o el jamón muy malo. Curioso debate cuando no ha cofradías en la calle. La tarde comienza mal, muy mal. Se suspenden reservas de mesa en los restaurantes. Un hostelero reconocido asegura que la lluvia empezó a la peor hora en el día más inapropiado, uno de los mediodías de mayor consumo en bares y restaurantes. La lluvia siempre resta clientela. El mejor supuesto para el gremio es que cerca del restaurante de turno pasen las cofradías (nunca justo por delante) y que haya certeza de buen tiempo desde por la mañana. Tal vez el freno en el consumo sirva también para proporcionar descanso a los sufridos profesionales de la hostelería.

Carrera oficial despoblada

Cuando el día de mañana se vea el video del barrio de Nervión anegado, pocos se creerán de entrada que ese Jueves Santo salieron La Quinta Angustia, el Valle y Pasión, monumentos al clasicismo de la Semana Santa. Así son los contrastes de la Semana Santa, así son los contrastes de la ciudad. Tres joyas salvadas en una jornada aciaga. Un tesoro por el que nadie daba un duro cuando las piedras de hielo arreciaban sobre la Campana a las tres de la tarde. Primavera pura. Barroco. Semana Santa. A las pocas horas de estar metido en agua el mismísimo palquillo llegaba la cruz velada de la Quinta Angustia con sus nazarenos inconfundibles. La verdad es que cientos de sillas estaban vacías. Enea mojada. Las cofradías generan cierta melancolía cuando salen tras fuertes lluvias y bajo un cielo encapotado. El ambiente es desapacible. Hace frío. El escaso público está encogido, necesitado de termo y mantas.

La Virgen de los Ángeles de los Negritos se quedó sin salir. En mayo será coronada canónicamente. / Belén Vargas

Tres cofradías como la Quinta Angustia, el Valle y Pasión no pierden belleza, eso es sencillamente imposible, pero siempre hay un halo de irremediable tristeza. Los nazarenos de la Magdalena pasan. Los pensamientos vuelan. Parece que la Semana Santa está amenazada por demasiados factores que impiden una celebración plenamente feliz. Parece que cada vez se requiere la conjunción de más factores para que todo resulte no ya perfecto, sino sencillamente bien. El nivel de exigencia de la Semana Santa que nos ha tocado vivir parece cada vez más elevado. “Hemos tenido muy buena suerte”, dice con discreción un miembro del cortejo. Suenan los cantores.

La noche metida en frío

Se cimbrea el Señor. Son elegantes hasta los vaivenes de los faldones. “Vamos a arrancar con decisión”, ordena el contraguía. Los servidores beben del jarrillo. Venga de frente. La balconada del Labradores está llena de jóvenes. Las sillas están mojadas, empapadas de goterones. El escaso público de la carrera oficial está de pie, o ha hecho uso del pañuelo. La cruz de guía del Valle es una estampa que evoca versos de Montesinos. Los esmaltes de la corona de la Virgen del Valle son una delicia salvada del naufragio de este Jueves, como el detalle del nazareno que porta el Libro de Reglas y lo hace con guantes por respeto y para no estropearlo con el sudor de las manos. Hace frío, un frío que no reduce ni las bocanadas de incienso, ni la medida algarabía de los monaguillos de la Virgen de los ojos verdes. Pasión sale con la noche ya echada y, por cierto, con más de 80 monaguillos. Su salida es es el triunfo de la Pasión tras un día negro. La vida misma. Las dos caras de la tragedia. La contradicción que sólo es posible en Semana Santa. La noche mejor que el día. El cimbreo del Señor del Descendimiento, símbolo de una Semana Santa que a veces pareciera que se tambalea y otras sigue siendo la fiesta más hermosa de la ciudad. No queda otra que abrazar la cruz.

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