Benacazón se entrega a su Virgen de las Nieves en una coronación para la historia
Monseñor Saiz impuso la corona a la Virgen en una ceremonia celebrada en el Parque Municipal
La imagen entró en su parroquia cercanas las diez y media de la mañana de este domingo
Esta es la corona para la coronación de la Virgen de las Nieves de Benacazón
Leo al amigo y compositor David Hurtado un mensaje en el que habla de la "belleza profunda de lo popular". Y, creemos, no le falta un ápice de razón. En esas raíces mundanas, donde todo converge y se convierte en la más sincera manifestación de los instintos humanos, sin complejos ni espejismos, se originan las verdades más incuestionables. A esta hora en Benacazón todo es somnolencia, extrañeza y silencio, pero en la atmósfera se respira una plenitud de tiempos cumplidos.
La Virgen de las Nieves, patrona de la localidad, fue coronada canónicamente en la tarde-noche de este seis de mayo. Con un pueblo absolutamente engalanado -horror vacui popular; todo es poco para una madre-, mantillas y pasacalles, el Parque Municipal acogió la ceremonia de coronación. La Virgen salió de la parroquia, en traslado, sobre las seis de la tarde, y pasadas las ocho y media se inició la Eucaristía. Con las luces postreras del ocaso aljarafeño, la comarca estalló en cohetes, vivas y lágrimas cuando Monseñor depositó la corona sobre las sienes de esta antiquísima imagen.
Desde ese preciso instante, toda razón quedó desplazada al campo de las dimensiones paralelas. Sin más cortejo que el pueblo mismo (nada se le añada, nada se le retire), y aderezada por arcos de papelillos, banderolas, gallardetes y más pirotecnia, la Virgen de las Nieves recorrió durante toda la noche las calles de Benacazón. Infinidad de cofrades se acercaron hasta la localidad para contemplar un auténtico estallido de expresión popular. La mímesis perfecta entre devoción e icono; entre historia y presente.
En el aire de la calle El Rubio aún se presiente la atmósfera de los corrillos vecinales, compartiendo cena y recuerdos, echados sobre el asfalto como en una estampa de sepia coloreada. En torno a las tres y media de la mañana, la Puebla del Río tomó el relevo a la Cruz Roja, las dos formaciones musicales que estuvieron presentes en esta coronación.
El reloj sucumbió a la fuerza de un colectivo entregado: dieron las seis, las siete, las ocho... Y hasta las nueve y las diez. Una instantánea para los anales del pueblo. Las primeras luces del alba sobre la corona de la Virgen, agazapada en esos ojos abiertos y felices que no hacían más que sonreír, con el antiguo gesto de quien se sabe y siente amada. Sevillanas, guitarras, bengalas... Pasadas las diez y media se cerraron las puertas de la Parroquia y, con ese cerrojazo, se esfumaron de la realidad todas las cosas que las letras no alcanzan a explicar. Tan solo la memoria nos salvará, nuevamente, y nos servirá de apoyatura emocional y cíclica para conservar lo que quizás jamás haya sucedido. Pero en Benacazón sí. Era su Virgen de las Nieves. Era toda su vida. Era lo que serán siempre.
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