Así sonaba la música de Farfán tras el misterio de La Exaltación en el Santo Entierro Grande 2023
La Banda Municipal de Arahal interpretó dos marchas procesionales en la calle Dueñas
El resto del tiempo la imagen estuvo acompañada por la banda del Paso y Esperanza de Málaga
Marchas "de palio" para el Cristo de la Exaltación durante el Santo Entierro Grande
Hacer justicia con tu propia historia implica dos virtudes necesarias en las cofradías del hoy: educas y enseñas a las generaciones futuras y revalorizas tu propia personalidad. En el Santo Entierro Grande, algunas cofradías apostaron por esta línea, y evidentemente se alcanzaron altísimas cotas de belleza y de significación cofradiera.
Poco después de las cinco de la tarde, bajo una calima abrasadora que salpicaba el torso liso y casi inmaculado de Dios, el misterio de la Exaltación bajaba por la calle Dueñas en busca de la Alameda. Ya recomendábamos aquí que no se lo perdieran porque, aunque no inspire una espectacularidad abrumadora, no todo es superficie y corteza. La Banda de Música Municipal de Arahal interpretó, al paso de los Caballos, dos marchas procesionales dedicadas a esta soberbia talla: Cristo de la Exaltación y El Cristo de la Exaltación. En un espacio de diez minutos, Pedro Morales y López Farfán, buques insignias de la música procesional, se citaron sobre esta centenaria cofradía, que atesora uno de los más envidiables patrimonios de toda la Semana Santa.
No es solo contemplar de cerca obras de Luisa Roldán (¡en qué momento hemos normalizado esto, Dios mío!), o unas túnicas singularísimas, o un sobrehumano esfuerzo de cincuenta hombres ejemplares en oficio y en compromiso. ¡Es que viajábamos al pasado! ¡De manera gratuita y altruista! Por un instante creíamos ver, tras el misterio, a un entrañable y sincero Morales dirigiendo al Soria 9, o a un chato y aguerrido López Farfán regresando de la taberna de Jesús del Gran Poder antes de componer La Estrella Sublime, vestido de verde militar, parduzco y atusándose el mostacho...
Los muchachos de Falcón, lejos de descomponerse, acogieron el ritmo de la música y se entregaron a este regalo impagable de la cofradía de la Exaltación. Una institución del XVI. Imágenes del XVII: padre, hija, yerno... Un cortejo que abre el siglo XVIII. Música del XIX y la gestación de una revolución sin precedentes. Un misterio del XX que ha sobrevivido a lo impensable. Una tarde del XXI. Medio milenio de una ciudad en la calle Dueñas. Estaba la Semana Santa en unos segundos. Si ustedes recuerdan algo parecido, nos lo comunican. Yo soy incapaz.
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