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Este es el origen de las procesiones de la Semana Santa de Sevilla

Setenta hermandades de penitencia salen a las calles en estos días para realizar pública manifestación de fe

Todos los cambios y novedades en los recorridos de la Semana Santa de Sevilla 2024

Programa de la Semana Santa de Sevilla

El Gran Poder a los pies de la Catedral / Juan Carlos Vázquez

Realmente, condensar en cuestión de líneas la trascendencia, a todos los niveles, que genera una procesión de Semana Santa en Sevilla en la calle es una tarea compleja, por no decir imposible. Evidentemente, una definición práctica sería que una procesión es una manifestación pública de fe en la que decenas de personas, pertenecientes a una hermandad, hacen estación de penitencia junto a las imágenes titulares a las que rinden culto y sobre las que gira el día a día de sus vidas.

Dichas tallas, entronizadas en sus correspondientes pasos procesionales, recorren los diferentes rincones de la ciudad en una salidas procesionales que abarcan entre las cuatro o las catorce horas.

Las cofradías hacen estación de penitencia a la Catedral de Sevilla, recorriendo un itinerario común a partir de la plaza de la Campana, a excepción de las denominadas popularmente como de vísperas, que procesionan por sus barrios. Todas ellas suman un total de hasta setenta.

El germen de la Semana Santa de Sevilla

El misterio de la Hiniesta por la Muralla de la Macarena / Antonio Pizarro

Pero todo este aparato funcional -y esencial, por supuesto- trasciende por completo de su razón de ser y configura una serie de espectro infinito en el que confluyen numerosos agentes. Isidoro Moreno la definió como una fiesta total en la que participan absolutamente todos los ciudadanos, sin distinción de clases sociales e, incluso, de credos.

Porque en la Semana Santa participan, naturalmente, fervientes católicos y hasta los más confesos agnósticos e incluso ateos, que se acercan a la misma bien por tradición familiar y por la fascinación que provoca la puesta en escena de toda una cofradía. Es este un asunto que no nos compete abordar aquí, pero sirva de antecedente para analizar el comportamiento poliédrico de la Semana Santa: hay que verla desde todos los prismas para alcanzar a comprenderla.

Bien le debiera esta ciudad una calle, una plaza o toda una avenida a don Fadrique Enríquez de Ribera, que a principios del siglo XVI viajó hasta Tierra Santa y a su regreso estableció un Vía Crucis desde la Casa de Pilatos hasta la cruz del Campo.

Se puede considerar el germen de la expresión popular de la fe en la calle, origen remotísimo de la actual Semana Santa, pero las cofradías existían desde mucho antes. Ya a finales del siglo XIV estaba instituida la cofradía de Jesús Nazareno, y los negros de la ciudad se agrupaban en una hermandad desde 1393 para atender a hermanos a través de la creación de un hospital.

Si acaso estas corporaciones procesionaban realizando estaciones a los humilladeros más cercanos portando un sencillo crucificado y vistiendo túnicas de sarga con sogas anudadas a la cintura.

El nacimiento de la Semana Santa como hoy la conocemos

Dos nazarenos del Baratillo en el entorno de la Maestranza

Sería en el siglo XVII cuando la Semana Santa tome el cariz que hoy se asemeja y por un motivo más que justificado: la Contrarreforma. Como respuesta a las tesis luteranas, el Concilio de Trento impulsó la difusión de la fe a través de las representaciones "humanas" de Cristo y de María, surgiendo así las diferentes tallas de procesión.

En un principio eran las más sencillas y directas: Jesús Nazareno, Jesús en la Cruz o María, en su soledad, al pie de la cruz. A partir de ahí empiezan a fundarse y a desarrollarse más cofradías y a aumentarse la nómina de hermandades.

Fue en 1604 cuando el Cardenal Niño de Guevara instaura la normativa de que las cofradías hagan estación de penitencia a la Catedral para regular las salidas procesionales, aunque las de Triana lo harían en Santa Ana.

Con el paso de los tiempos y de los siglos las diferentes coyunturas sociales afectaron de plano a las cofradías, que vertebraron -y vertebran- la sociedad sevillana.

El barroco nos legó obras maestras como el Señor de Pasión o el Cachorro, las ideas ilustradas frenaron las expresiones de fe y pusieron en jaque a la Madrugada, la invasión francesa arrasó con buena parte del patrimonio sacro de la ciudad, el romanticismo supuso la difusión internacional de la fiesta y el siglo XX, con sus luces y sus sombras, terminó de moldear la Semana Santa, desde la revolución estética de Rodríguez Ojeda hasta la barbarie de la guerra, pasando por el florecimiento de la transición y el boom actual. Sin duda una fiesta absolutamente única que, seis siglos después, no alcanza definición concreta por su universalidad y pluralidad.

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