Así fue el Santo Entierro Grande de 1850, el primero que se celebró en la Semana Santa de Sevilla
La magna procesión fue auspiciada por los Duques de Montpensier, recién llegados a la ciudad
En aquella primera edición participaron trece pasos, contando con los de la propia hermandad
Las extraordinarias posibilidades del Santo Entierro Grande de Sevilla
Cuando apenas faltan diez sábados para la celebración del Santo Entierro Grande, una de las citas más notorias de la Semana Santa de nuestra época, echamos la vista atrás y rememoramos el germen de esta procesión general, que se ha celebrado, precisamente, diez veces a lo largo de estos últimos 173 años. Conviene, en primer lugar, establecer una panorámica histórica de la ciudad de Sevilla en aquel ecuador del siglo XIX.
La ciudad, tras un inicio de siglo muy convulso y arrastrando la inestabilidad que había generado, en ciertos sectores, la Ilustración, vislumbraba una serie de brotes verdes que, a la postre, germinarían en una nueva urbe. En 1847 se había celebrado la primera Feria de Abril (a iniciativa de Narciso Bonaplata y José María Ybarra, catalán y vasco respectivamente), que por entonces no era más que una feria de ganado con el objetivo de reanimar la economía local. En 1849 estuvieron presentes los Duques de Montpensier, Don Antonio de Orleans y María Luisa de Borbón, que tan asombrados quedaron de la magnificencia de aquellas celebraciones que no dudaron en regresar. Un año después, ya en 1850, los Duques establecieron en Sevilla su corte particular, tras la expulsión de la casa de Orleans del trono francés.
Conocieron la Feria, cómo no hacer lo propio con la Semana Santa, que en aquellos tiempos también experimentaba un proceso de reconstitución, de reconfiguración estética y social. Varias hermandades recuperaron su culto periódico, como la Esperanza de Triana, olvidando el estado de postración que padecieron décadas atrás. Con objeto de huir del anacronismo de las procesiones, y a través del corregidor Franco de Paula y Castro (según los anales de Carrero), Don Antonio y María Luisa propusieron la celebración de una magna procesión (ahora tan en liza) con objeto de reunir una serie de imágenes pasionarias y "promocionar" la Semana Santa al exterior. Podría considerarse el génesis del atractivo de las fiestas de primavera como principal reclamo turístico.
De este modo, se establecieron acuerdos e intereses compartidos: los Duques ascendieron socialmente y las hermandades se aferraron al poder como vía de subsistencia. No es desdeñable la adhesión de los Dques a cofradías como el Gran Poder, Pasión, Montserrat, San Isidoro...
En aquel primer Santo Entierro Grande, conocido como tal, participaron diez imágenes ajenas a la propia cofradía que hoy reside en San Gregorio, haciendo trece en total: Monte-Sión, el Prendimiento, el Desprecio de Herodes, Pasión, Humildad y Paciencia, Exaltación, Expiración del Museo, Tres Necesidades (Carretería), Quinta Angustia y Sagrada Mortaja. Como curiosidad, la procesión salió de la iglesia de la Magdalena y se calificó como un rotundo éxito. Tanto es así que cuatro años después, sin más motivo que ofrecer continuidad a esta idea, se repitió el formato. La Semana Santa, una vez más, adaptándose a las necesidades y a los tiempos.
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