El arreglo de la mantilla, con lupa y mucha paciencia
El Aprendiz
María Ramos lleva décadas especializada en el arte de entolar encajes antiguos
El éxito de un arreglo es que se note lo mínimo posible
Las velas rizadas. El vergel de la cera

Si algo hemos aprendido en esta serie, que este jueves acaba su segunda edición, es que la artesanía requiere de algo bastante escaso en esta sociedad de la inmediatez: grandes dosis de paciencia. El trabajo manual necesita tiempo. Mucho tiempo. Rehúye de la prisa, contraria al esmero y la dedicación de oficios que cuentan su historia por siglos. Eso lo sabe bien María Ramos González-Serna, maestra artesana que lleva más de 40 años dejándose la vista en tareas de costura. Uno de sus cometidos, el arreglo de mantillas, es muy solicitado en estas fechas, cuando la cercanía de la Semana Santa provoca que muchas sevillanas acudan a su taller para que les deje en perfecto estado una prenda tan clásica como delicada. Hilo, lupa y mucha paciencia para dejarla como nueva.
Tubos de las más diversas telas conforman el atrezzo de este taller, en la Avenida José Laguillo, a escasos metros de la Puerta Osario. A María Ramos le chirrían los oídos cada vez que denominan su lugar de trabajo como "atelier". Le espanta este término, tan de moda en el mundo del diseño. En una gran mesa -que a pocos centímetros está de alcanzar la de la Última Cena-, esta costurera extiende una de las mantillas objeto de arreglo. Lo hace sobre un papel que, a modo de maqueta, contiene los trazos de distintas medidas.
La prenda, con multitud de rotos y aperturas, requiere de una intervención muy minuciosa. "Todo lo que se hace por costumbre no siempre es lo correcto". Es una de las máximas que emplea la maestra artesana cuando sus clientas le comentan la manera que tienen de guardar la mantilla. Es el primer consejo que ofrece para que esta pieza (algunas con bastantes años de antigüedad) siga siendo ponible y pase de generación a generación.
"Si es rectangular, lo mejor es enrollarla en un tubo de cartón, de los que usan las tiendas de tejidos para los textiles", explica. En caso de que la mantilla sea triangular, nunca debe doblarse por la mitad, ni intentar cuadrar sus esquinas. "Si se hace así, siempre tendrá los mismos dobleces, por lo que favorecemos la rotura del tejido base", añade. Tampoco debe guardarse sin orden ni concierto, como un gurruño, pues esta práctica provocará que se arrugue y haga falta plancharla, lo que también deteriora la prenda. Lo mejor, meter los picos hacia el centro. De esta manera, nunca se doblará por el mismo sitio. A la hora de envolverlas, debe prescindirse de telas pesadas, mejor papel de seda blanco. Si hay que planchar, con poco vapor y colocando un paño de algodón.
María Ramos es una minuciosa de la costura, artesanía ligada a la Semana Santa mucho más de lo que la mayoría de los cofrades imaginan. Además de mantillas, por sus manos han pasado encajes de los más delicados, antigüedades que sirven para enmarcar el rostro de las dolorosas. Reparar las roturas de los mismos constituye otro de los cometidos que desempeña desde hace décadas. El tipo de encaje más valorado por los coleccionista es el de punto de aguja. Para su arreglo, esta artesana utliza un hilo de seda muy especial, con un precio de 80 euros la madeja. Requiere de una aguja muy fina, casi imperceptible a la vista y de las que prácticamente ya no se fabrican. Materiales y herramientas de trabajo caros para arreglos que han de devolver las piezas a su estado original. Deben pasar desapercibidos, lo que distingue un trabajo profesional del de un aficionado.
Desde 1983
Su trayectoria en la costura se inició en 1983, cuando comenzó a trabajar como patronista industrial. En 1989 confeccionó su primer traje de novia. Lo hizo en Madrid. Luego regresó a Sevilla. Desde entonces han salido de su taller casi mil vestidos de novia, todos hechos a medida y con diseños propios.
No han faltado en este tiempo obras para las hermandades. La más reciente es una toca de sobremanto para la Virgen de los Dolores, de La Algaba. Está realizada con dos piezas, del anticuario Jacobo Linde, sector que demanda mucho sus trabajos para la reparación de antigüedades textiles. En este caso, se trata de un paño de altar del siglo XIX, bordado en hojilla de oro (el hilo de oro de más complicado manejo en el bordado), y un muestrario de una colección francesa. María Ramos ha tenido que unir ambas piezas, darles forma semircular y engarzar sus motivos decorativos. Un trabajo nada fácil que ha supuesto meses de trabajo, con el inconveniente de que la hojilla, por el brillo que desprende, quema la vista al aumentarse en la lupa. El resultado es una prenda similar a las tocas que usaban las dolorosas en la primera mitad de la pasada centuria.
A este trabajo se suman otros encargados por distintas corporaciones, como la toca elaborada a partir de un encaje de punto de aguja para la Asunción de Cantillana, o el nuevo sudario y almohadón para el Cristo de los Afligidos, de Albaida del Aljarafe, realizado también a partir de un paño de altar decimonónico, bordado en hojilla de oro.
Esta experiencia la da a conocer en las charlas que, organizadas por la Diputación de Sevilla, ha ofrecido el último año en varios pueblos de la provincia, donde enseña la complejidad de esta labor y ofrece varios consejos para la conservación de prendas antiguas y delicadas.
Al abandonar el taller, nos vamos con otra lección aprendida. La etimología del terciopelo, tejido que cubre multitud de antifaces llegados los días santos. "Es el tercer pelo, al estar después de la trama y la urdimbre", explica la artesana, que continúa con su larga lista de encargos. Hilo y aguja para un tiempo entre costuras.
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