De Perrín a Moneo, la arquitectura de Sevilla en el recorrido oficial de la procesión magna
El itinerario aglutina los monumentos más emblemáticos de la ciudad
También están presentes construcciones modernas, como el edificio de Previsión Española
Los puntos de acceso a las sillas de la carrera oficial de la Magna
Del gótico a lo contemporáneo. El recorrido oficial de la procesión magna con la que el domingo 8 de diciembre se clausurará en Sevilla el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular aglutina un amplio repertorio de los más diversos estilos arquitectónicos que han dejado huella en la ciudad. Desde la Catedral -de donde saldrán las sagradas imágenes participantes en este culto público-hasta el puente de Triana, este itinerario brinda la oportunidad de, además de detener la vista en los titulares de las hermandades y sus pasos, en edificios emblemáticos que jalonan este sector del Casco Antiguo hispalense.
El punto de partida resulta incuestionable, la Catedral. Un proyecto de locos esculpido en piedra. Se hizo en gótico tardío, cuando en Europa estaban ya más que presentes los postulados de la arquitectura renacentista, estilo del que sí se impregnan varias de sus estancias. Posteriormente, fue sumando otras corrientes, como la barroca, la neoclásica y la neogótica, hasta llegar a su última obra, la puerta de la Asunción, la principal.
El cortejo de la Magna saldrá por la Puerta de los Palos, la más próxima a la Giralda, símbolo de Sevilla. Supone un claro ejemplo de la transición entre los dos estilos más presentes en el templo metropolitano. Con hechuras góticas, las figuras de su tímpano beben del modelado renacentista. Construida en el siglo XVI por Juan de Hoces y Pedro Sánchez de Toledo, la decoración es obra del escultor francés Miguel Perrín, quien realizó un altorrelieve que representa la Adoración de los Reyes Magos. Curiosamente, el periodo navideño en Sevilla se inaugura el 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada y día de esta procesión histórica, para concluir el 6 de enero, fiesta de la Epifanía de Cristo (con función principal en el Gran Poder).
El siguiente enclave a señalar es la Plaza del Triunfo, donde destacan dos elementos simbólicos. Por un lado, el monumento a la Inmaculada Concepción (donde cantan las tunas la madrugada del 8D), inaugurado hace 106 años. Lo proyectó el arquitecto regionalista Juan Talavera y Heredia. Cuenta con las esculturas de Lorenzo Coullaut Valera. Destaca el mármol blanco de Carrara con el que está esculpido, recortado sobre el ocre intenso de la muralla del Alcázar. Cuando fue planteado, contó con la férrea oposición de la Real Academia de Bellas Artes por considerarlo un pastiche dentro del paisaje. Más de un siglo después, no se concibe sin él.
Esta parte primera del recorrido discurre por la zona declarada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. A la Catedral y al Alcázar se añade el Archivo de Indias, sin duda, uno de los edificios más representativos de la arquitectura renacentista española. Mandado a construir durante el reinado de Felipe II, recuerda bastante en sus hechuras al Escorial. Fue planteado por Juan de Herrera, aunque algunos de los arquitectos que intervinieron en su ejecución alteraron la idea inicial. Entre estos participantes, cabe destacar la figura de Alonso de Vandelvira. Supone todo un símbolo de la Sevilla convertida en Puerto y Puerta de Indias.
Más adelante, ya en la Avenida de la Constitución, destaca un claro exponente del regionalismo: el Coliseo. Diseñado por los hermanos José y Aurelio Gómez Millán, emplea en su fachada elementos propios de este estilo autóctono (que reconvirtió la Semana Santa), como son el ladrillo visto, la cerámica y el mármol. Se concibió como cine (una auténtica revolución en el ocio de aquella época), aunque acabó sirviendo de teatro. Luego fue sede bancaria y corrió el riesgo de ser demolido. Actualmente es sede de la Junta de Andalucía. Una casualidad histórica: fue un 8 de diciembre, pero de 1924 (hace justo un siglo), cuando se presentaron sus planos. Centenario que coincide con la Magna.
El siguiente punto a tener en cuenta del recorrido es la Puerta de Jerez, con la icónica fuente de los meones, así llamada por los niños que se encuentran en la base de este monumento, obra de Juan Bautista Míguez Roca y Manuel Delgado Brackembury, inaugurado en 1929, año de la Exposición Iberoamericana. Representa a la diosa Híspalis, nombre romano de Sevilla. Junto a ella, la Casa Guardiola, ejemplo de recinto palaciego sevillano que bebe de las corrientes historicistas de finales del XIX.
Más adelante, ya en la calle Almirante Lobo, se encuentra el edificio Cristina, cuya construcción también se debe a la referida exposición del 29. Desde el punto de vista arquitectónico es único, pues suma elementos propios del estilo colonial (muy presente en la muestra iberoamericana) y el art decó, del que fue uno de los máximos exponentes su arquitecto López de Otero. Sirvió de hotel. La perspectiva de esta vía la marca otro de los emblemas de Sevilla, la Torre del Oro, construcción defensiva (albarrana), en su origen del siglo XIII (época almohade), con añadidos de centurias posteriores.
Ya en el Paseo de Colón, el recorrido de la Magna se topa con el edificio de Previsión Española, claro ejemplo de arquitectura contemporánea. Obra de Rafael Moneo que vino a solventar el gran vacío del solar existente hasta los 80 frente a la Torre del Oro. El arquitecto navarro buscó un equilibrio entre las vanguardias más radicales del momento y el inmovilismo impropio de una ciudad que encaraba el siglo XXI. El resultado fue una construcción en la que se le dio una vuelta de tuerca a los elementos regionalistas presentes en el entorno. Ahí están el ladrillo visto (que tanto recuerda la muralla que existió en la zona), el mármol, las rejas de fundición y las tejas vidriadas. Todo ello en un conjunto de marcados perfiles geométricos, acordes con la torre albarrana.
Otro exponente más de arquitectura contemporánea y de la misma época: el Teatro de la Maestranza, levantado en los 80 sobre el antiguo solar que ocupó la Maestranza de Artillería (cuyo pórtico conserva). Destaca su cúpula (llamada por su forma "la olla exprés"), que cubre la estructura cilíndrica. Está considerado uno de los auditorios con mejor acústica. La ópera tiene aquí uno de sus principales escenarios.
Más adelante, otro símbolo de la ciudad, la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería. Edificación propia de finales del XVIII, heredera de la arquitectura barroca. Destaca su portada, diseñada por José Guerrero, con arco de medio punto sostenido por dos columnas.
Y siguen los símbolos sevillanos. El final del recorrido oficial de la Magna lo marca uno de los principales, el puente de Isabel II, llamado por todos como el de Triana, por unir las dos orillas en las que se divide la ciudad (con su tópica dualidad). Ejemplo más que evidente de la arquitectura del siglo XIX, que enarbolaba la Revolución Industrial. Diseñado por los franceses Gustavo Steinacher y Fernando Bernadet, tuvo en París un claro precedente con el desaparecido puente Carrousel. En su ejecución se usaron piedra y hierro (con sus característicos círculos). El cercano mercado del Barranco (convertido en centro gourmet para el turismo) bebe también de este estilo. Buena parte de este recorrido, por cierto, aderezado por las cada vez menos discretas luces de Navidad.
No es la primera vez que la iluminación de estas fechas se combina con un paso de Semana Santa, ahí están en el recuerdo la coronación de la Virgen de la Encarnación (San Benito) y sus bodas de plata.
Para terminar, quienes hayan logrado una silla en el Paseo de Colón tienen al frente el skyline trianero. Aunque, eso sí, en el tramo central, en la acera contraria, se encuentra uno de los mayores adefesios del siglo XXI: la remodelación del Paseo del Marqués de Contadero. Exponente de lo que no debe hacerse en una ciudad patrimonial.
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