Así ensayan los armaos de la Macarena por las calles del barrio
Con la Semana Santa a la vuelta de la esquina, los armaos ensayan durante estas noches por el entorno de la Basílica
La Centuria interpreta durante los ensayos tanto marchas lentas como de ordinario
En ese borboteo incesante -pero pausado- de señales inequívocas que nos indican la cercanía cada vez más cálida de la Semana Santa encontramos varias tipologías: visuales, olfativas, físicas... Y, por supuesto, sonoras. Hay ciertas partituras que forman parte de nuestra condición cofradiera más profunda y nos evocan, directamente, a un tiempo pasado que hoy regresa y además de manera cierta y tangible.
¡Qué corazón en esta sala no ha brincado jamás con el redoble soldadesco y familiar de los tambores de la Centuria una tarde de Jueves Santo buscando cofradías! ¡Quién no ha seguido a los armaos, durante unos minutos, por la calle Jesús del Gran Poder con la noche ya vencida y con la luz toda de la Esperanza asomando -adivinándose- por la Feria! ¡Cómo no sonreír, con el espíritu henchido de platas y de plumas, cuando los vemos perderse camino de donde todos sabemos!
Pero para alcanzar ese cénit de la Semana Santa, esa hora en punto que solo marca el reloj de nosotros mismos, todo necesita su preparación, su tiempo, la humanidad que precede a la magia. Uno de los símbolos de la Cuaresma sevillana son los ensayos de los armaos de la Macarena, que durante estas noches recorren las calles del barrio preparando y marcando sus pasos antes de anudarse las sandalias y ceñirse las golas. Como quien sacude en el ático de la memoria un fugaz fotograma, con cada pisada se despiertan los cimientos de Parras, Torrigiano, Escoberos o Sagunto, y en los ánimos y en los ojos de los vecinos despuntan rebrillos de ilusión.
Solo verlos desfilar merece la pena. Y recordaremos a Chaves Nogales, a Núñez de Herrera, a tantísimos que han escrito sobre la gallardía sincera y benévola de estos armaos, de esta Legión III, para quienes César es solo un nombre más en la historia y el Señor de la Sentencia es el único estandarte que enarbolan en las llanuras del corazón y de la eternidad. Ya vienen los armaos.
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