La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
Mis personajes · Pedro Ybarra Hidalgo
DE niño era testigo de la recogida del azahar para el paso de la Concepción en la finca familiar de Santa Eufemia, donde también se hacían las morcillas para pinchar los ramitos. Veía las cofradías desde el ventanal del Ayuntamiento que su padrino, Pedro Armero Manjón, conde de Bustillo, tenía reservado como alcalde que fue durante la República. Aquel aparente privilegio tenía el inconveniente de ver los pasos siempre por detrás, porque la tribuna miraba hacia la Avenida. Pedro Ybarra Hidalgo (Sevilla, 1931) se crió en el seno de una familia muy numerosa, es el octavo de doce hermanos. De padre sevillano y madre de Medina Sidonia. Es nieto, hijo, hermano, sobrino y tío de hermano mayor del Silencio, la cofradía a la que está íntimamente ligada toda la saga: "El Silencio y la Caridad siempre han sido algo muy nuestro". Fue paje de la Madrugada antes que nazareno, experimentando ese miedo de niño entre altos nazarenos negros al que se le repetía machaconamente el no te muevas, no hables, estáte atento a las indicaciones... "Mira dónde va Ybarra", decían sus amigos al verle vestido con la casaca y el pantalón de terciopelo. Aquellas Madrugadas -familiarmente intensas en la casa de Miguel Mañara- todos los hermanos del Silencio cabían en el compás de San Antonio Abad, sentados en bancos de la iglesia. "Recuerdo a Bandarán hablando en latín". Y, por supuesto, a su tío Luis, siempre en la hermandad con sus amigos Lepoldo Conradi, Antonio Muñoz Filpo, Joaquín Paralera... Su tío Luis es referencia constante en los recuerdos relacionados con el Silencio, sobre todo con un hecho muy importante como fue el cambio de Dolorosa en la Hermandad del Silencio en 1954, cuando la imagen de Cristóbal Ramos fue sustituida por la actual de Sebastián Santos. "El disgusto fue tremendo. Pusieron a las dos vírgenes para que los hermanos votáramos. Recuerdo que la nueva estaba muy bien vestida, mientras que la antigua estaba de cualquier forma, como una pariente pobre. Mi tío no volvió a aparecer por la hermandad cuando se cambió la Virgen".
La vocación por el sacerdocio llegó a los 25 años en los Cursillos de Cristiandad. Pedro Ybarra, Perico en el ámbito familiar, era pasante del prestigioso despacho de Juan Moya García de la Plaza de la Contratación. El 1 de abril de 1960 lo enviaron a Alcalá de Guadaíra por un desahucio. En el autobús de regreso no paraba de pensar en la familia desahuciada. "Qué sería de ellos... Medité la conveniencia de tener una profesión con un servicio a los demás mucho más profundo. Pensé en ser médico de pueblo. Y al final me decidí por ser cura de pueblo. Lo importante es cuidar a las personas". Del periodo de pasante guarda buen sabor. "Cuando Juan Moya escribió el Pregón estaba concentradísimo. No se podía hablar con él. Discutíamos mucho. Él defendía que había que evangelizar a través de las hermandades y yo por aquel entonces le decía que había que evangelizar a pesar de las hermandades. Con el tiempo veo que las hermandades son un don de Dios para Sevilla, un don que hay que agradecer. El día de su santo, Juan Moya invitaba a comer a los pasantes anteriores y a los de ese momento. Y cuando te ibas del despacho te cedía un cliente para ayudarte a arrancar solo".
Ha sido párroco en Umbrete, Morón y Bellavista. "En Morón me tocaron los años del franquismo duro, donde me tenían por izquierdosillo. Bellavista fueron años felices, allí me cogió la muerte de Franco". En el seminario lo ha sido casi todo, desde estudiante hasta rector. San Telmo es un gran hito en su vida, allí vivió durante 18 años. Su posición contraria a la venta del viejo palacio a la Junta de Andalucía le supuso algún "disgusto" con monseñor Amigo: "El edificio llevaba cien años como seminario, Había un proyecto de convertir el palacio en gran Casa de la Iglesia, con la Colombina y la residencia sacerdotal incluidos. Le tenía mucho cariño al edificio. Don Carlos me decía que lo sentimental no valía en este asunto, que estaba en juego la salvación de la diócesis. Yo le decía que la salvación de la diócesis está en Dios, no en el dinero. Por supuesto que no se puede vivir sólo de los sentimientos, pero hay que compaginar razón y sentimientos".
Las cofradías de hoy no tienen en la lluvia a su principal enemiga. "¿La lluvia? No, no, no... [risas] La lluvia es un don de Dios, tal vez inoportuno esos días, pero es un don. El gran peligro es vaciar de contenido la religiosidad popular. Tengo que admitir que he conocido a mucha gente con una gran formación religiosa gracias a las hermandades".
Ha sido director espiritual del Cachorro. "Allí disfrute del ambiente trianero lleno de gracia". Y, cómo no, del Silencio: "Conseguimos que un grupo de jóvenes fueron confirmados ante Jesús Nazareno. De eso me siento muy orgulloso". Hoy lo es de Santa Cruz, de la que es hermano de número.
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