La Virgen de Gracia de Carmona: Una cápsula del tiempo
Provincia
Una exposición reúne hasta el 16 de septiembre una amplia colección de ternos, pinturas y joyas de la sagrada imagen
La Patrona de la ciudad de los Alcores representa la evolución de los iconos marianos desde la Edad Media hasta el siglo XX
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Una cápsula del tiempo. Sirva esta expresión para definir lo que supone la Virgen de Gracia, patrona de Carmona, a la hora de abordar su devoción y extenso patrimonio. Un resumen certero que extraen quienes visitan estos días la exposición Carmona y su Virgen de Gracia que, con motivo del Año Jubilar, se celebra en el Convento de las Descalzas y la iglesia Prioral de Santa María de esta ciudad monumental de los Alcores. La muestra permanecerá abierta hasta el sábado 16 de septiembre, en horario de 10:30 a 13:00 y de 19:00 a 22:30.
La exposición comienza con el origen de la sagrada imagen, continúa con su evolución iconográfica para seguir con el patronazgo sobre Carmona, la relación con esta ciudad y, por último, la amplia colección de joyas antiguas que posee.
El comisario de la muestra es Antonio García, doctor en Historia del Arte. Ha colaborado en ella José León, licenciado en Historia del Arte, quien ha realizado un completo estudio sobre la transformación de las imágenes góticas en vestideras, de la que constituye un claro ejemplo la Virgen de Gracia. A ello contribuye que conserve piezas con siglos de historia que ayudan a analizar los cambios y modas en la forma de presentar los iconos marianos.
Un origen de leyenda
El origen de la Virgen de Gracia, como el de tantas otras cuya devoción surge tras la Rencoquista cristiana y la formación del Reino de Sevilla, está envuelto en la leyenda. En este caso la descubrió un cazador en una cueva, donde habría sido escondida tras la llegada de los musulmanes en el siglo VIII. Esta "aparición" tiene doble finalidad.
Por un lado, responde a la propagación del culto mariano que se produce en siglo XIII, tras distintos concilios en los que la Iglesia otorga a la Virgen el papel de mediadora ante Dios. A partir de entonces las imágenes que la representan gozan de mayor naturalismo y entablan un diálogo con su Hijo, al que sostienen ya no en el centro (como en la Theotokos del románico), sino en el lado izquierdo. Así debió ser la representación original de la patrona de Carmona. El otro fin es asentar la idea de que los monarcas son vicarios de Dios en la tierra y de que la Virgen ejerce de directa intercesora. A afianzar este pensamiento contribuyó Alfonso X El Sabio cuando escribió las Partidas y las famosas Cántigas de Santa María.
En su disposición original, esta imagen es una talla de madera policromada, de 55 centímetros de altura. En ella se representa a la Virgen de manera sedente con el Niño original (que desapareció en el primer cambio iconográfico) sobre su rodilla izquierda. Para que el visitante se haga una idea del aspecto primitivo, se muestra una simulación que realizó Francisco Berlanga en 1997. Tales características la relacionan con obras coetáneas procedentes de Navarra, País Vasco y Castilla León, de donde las trajeron los castellanos que repoblaron estas tierras al percatarse de la falta de talleres autóctonos tras siglos de dominación musulmana. La Virgen de Gracia, en este sentido, guarda bastante similitud técnica y de fisonomía con la de Valvanera, en La Rioja.
El primer cambio
La primera transformación para convertirla en imagen vestidera debió producirse entre 1477, cuando la ermita donde se veneraba pasó a estar bajo patrocinio de los jerónimos (por privilegio de Isabel I), a 1504, cuando se produce el Terremoto de Carmona, que causó importantes daños en dicho templo. En esta horquilla de años se le incorpora el Niño actual, del estilo denominado Malinas, tallado en Flandes. Un prototipo de Divino Infante que tuvo una gran producción y difusión en el siglo XVI, similar al modelo de Niño montañesino de la centuria posterior. A la imagen mariana se le añade en la base un candelero con el que gana altura.
Una de las piezas más interesantes de la exposición es la camisa morisca del siglo XVI que aún se conserva y que, según la tradición, fue regalo de Isabel I. Restaurada recientemente por Cyrta, se trata de una prenda confeccionada en lienzo con pectoral y mangas decoradas. Especialmente llamativo resulta el bordado frontal, de origen musulmán, basado en una composición de malla con hilos de oro y perfilados de seda carmesí. La reina católica y su hija Juana poseyeron cientos de camisas de este tipo. En un retrato de Juan de Flandes la monarca castellana luce dicha prenda. Esta pieza se menciona por primera vez en el ajuar de la Virgen en 1649, cuando se cambia de nuevo el candelero.
Tampoco debe dejarse atrás una réplica en miniatura de la Virgen de Gracia, datada a finales del XVI, en la que la imagen ya está vestida a "la moda española". Esta tendencia comienza tras la unión de los reinos de Castilla y Aragón, que incorpora influencias flamencas. Así, a la rigidez formal se suman tejidos lujosos, encajes y joyas. En dicha reproducción se emplean la basquiña, que amplía la forma cónica de la saya; unas mangas redondas con una extensión del mismo tejido desde la parte trasera hasta los pies; el manto, dispuesto desde los hombros, a modo de capa; y la cofia de papos, tocado propio de esa centuria que sujetaba el peinado. Como adorno aparecen pequeños bordados en oro y lazos de terciopelo granate.
Un segundo candelero
Las pinturas que conforman la segunda sala muestran la evolución en la presentación de la Virgen. En el siglo XVII se pasa de la basquiña al guardainfante, que aporta a la imagen una forma ovalada. En ellas se observa la punta del encaje del manto levantada, lo que otorga una silueta lateral que acabará deparando en las ráfagas enterizas de orfebrería. Ya en 1649 se coloca un nuevo candelero de ocho listones que facilita el uso del miriñaque. Para ello, convocan al párroco de Santiago, Andrés de Navarra y Bernal, al que se le reconoce como vestidor de la imagen. Podría tratarse de la primera vez que queda constancia escrita de tal responsabilidad. La muestra incluye este manuscrito. Diez años más tarde se dona una de sus joyas más conocidas, el filipino, la peculiar cadena de oro que luce en la parte central de la saya.
A la centuria del XVII también pertenece el conjunto que centra esta sala: la saya, mangas y manto bordados en oro, así como el templete procesional, usados en los traslados desde la ermita a la Prioral y que en la actualidad se emplea en las procesiones de la patrona de Carmona, como la que se celebrará el próximo 24 de septiembre. Las piezas textiles se enriquecen con perlas del río. Los bordados, cuyo diseño se basa en El cantar de los cantares, se conforman con canutillo y hojilla. Estas prendas asientan de forma definitiva la representación iconográfica de la Virgen de Gracia, como plasman los cuadros.
La influencia decimonónica
La siguiente sala contiene una colección de vestidos que suponen el último cambio en la vestimenta, fruto del siglo XIX, cuando del atavío se encargan ya las camareras de familias burguesas, símbolo del nuevo orden establecido en la sociedad española. Entre ellas destaca la figura de María del Carmen Briones, que dona un buen número de joyas (inventariadas en cantidad y disposición en un cuadro). La más famosa es el rostrillo de plata y brillantes de 1815, que se muestra (aunque sin cartela que lo explique) en la estancia de esta exposición ubicada en el Patio de los Naranjos de la Prioral. Como fondo de esta valiosa pieza se emplea una toca barbada, de color beige, con blonda de encaje que, colocada en forma de ondas, crea una genuina silueta del rostro. A dicho conjunto se le conoce como "el sol" y de su confección se encargó durante medio siglo sor María de Gracia, del convento carmonense de Santa Clara.
La vestimenta mariana se impregna en el XIX -en este siglo la Virgen se traslada ya de forma definitiva a la Prioral- de la moda parisina y también de la victoriana, en las que respetando la iconografía barroca se amplía el uso de colores y se añaden encajes artesanales en la saya, a modo de registros rematados por blondas. Se incorpora la ráfaga en forma de ocho. El siglo XX también dejará huella en el ajuar, con piezas de bordados juanmanuelinos y conjuntos conformados por puntas de mantilla, símbolo del regionalismo imperante de aquellas décadas.
Desde el arte pop
Las siguientes salas del convento contienen ex votos pictóricos sobre los milagros de la Virgen de Gracia, representaciones cerámicas y la colección de obras de pintores actuales, como las de Nuria Barrera o una interesantísima visión que Denis Due hace de esta imagen mariana desde el arte pop.
La última estancia se centra en la coronación de la Virgen y la preside el conjunto textil regalado recientemente a la Patrona de Carmona, que constituye un perfecto resumen de la evolución que ha tenido en su atavío esta imagen, cuyo patrimonio -como defiende el historiador del Arte, Ignacio Sánchez Rico- es digno de protagonizar una exposición en el mismísimo Museo de Bellas Artes por su alto valor artístico.
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