Vía de dolor y gozo, muy principal

La Correduría. Fue la vía de entrada y salida más importante del sector norte de la ciudad y su renombre más remoto fue el de Correería por sus moradores, fabricantes de correajes

La Correduría, vía de entrada y salida de la ciudad por su sector norte, vista hacia Anchalaferia y con lo que fue Las Siete Puertas a la derecha de la imagen.
La Correduría, vía de entrada y salida de la ciudad por su sector norte, vista hacia Anchalaferia y con lo que fue Las Siete Puertas a la derecha de la imagen.
Luis / Carlos / Peris

13 de abril 2014 - 01:00

UNA Semana Santa más incluimos en la propia información de la fiesta un apartado urbanístico en el que se desvelan enclaves muy singulares para el mayor lucimiento de esta ópera urbana que escenifica Sevilla. Y arrancamos este trabajo con un punto clave en la urdimbre urbana de la ciudad, pues estamos ante lo que bien puede considerarse el cordón umbilical que une el centro del casco histórico con su sector norte, el de la Macarena.

La Correduría siempre fue gran avenida en un tiempo de callejones y angosturas, la vía de entrada y salida de una ciudad que sólo entendía de lo que ocurría entre sus murallas. Su nombre data del principio de los tiempos conocidos, pero bajo la acepción de Correería. Y era porque allí estaban establecidos los fabricantes de correajes, tratantes en cueros y vecinos de los curtidores que se localizaban en Pellejerías, actual Amor de Dios.

En el Siglo XVII pasó a llamarse Correduría y toma ese nombre no se ha demostrado por qué, pues si hay quien opina que es porque los curtidores han sido sustituidos como moradores por los corredores de la importantísima Lonja de Sevilla, esa especie es puesta en duda por investigadores como González de León, que en 1839 la descarta por situar la zona demasiado alejada del centro de la ciudad. Asimismo, Santiago Montoto lo achaca más a una derivación de Correería a éste de Correduría, de más fácil pronunciación.

Y ese nombre se mantuvo vigente hasta que, en 1916, la Facultad de Medicina de Sevilla cursó una petición al Ayuntamiento para darle calle al eminente galeno catalán, catedrático de Anatomía Patológica, don José Letamendi y Manjarrés, fallecido veinte años atrás. Y como Doctor Letamendi dicha calle figuró en el callejero sevillano en el resto del Siglo XX, justamente hasta que recobró su denominación de antaño, el de Correduría.

Esta importante vía urbana empieza en la Europa, que es el ensanche que une Amor de Dios con Correduría, es cruzada por Marco Sancho y cuenta con afluentes callejeros tan importantes como Conde de Torrejón, Barco, Quintana, Joaquín Costa y lo que fue Costanilla de San Martín, después Lerena y hoy Divina Enfermera. De todas esas calles que desembocan en la Correduría sobresale Conde de Torrejón, una calle donde lucirá esta tarde rutilante la incomparable Virgen de la Amargura tras los pasos de su Hijo en el duro trance de aguantar el desprecio y las inconveniencias de Herodes.

Conde de Torrejón es el afluente más caudaloso de la Correduría y viene del mismísimo corazón de la Feria, con arranque a tiro de piedra en la que era llamada Plaza de los Carros, hoy de Montesión. Y esta calle, que cuenta con un caserío multiforme con especial importancia del que fue palacete de los marqueses de Valencina, confluye en nuestra protagonista junto a Quintana. Además y hasta la Cruz Verde desembocan en ella Marco Sancho, Santa Rufina y Guadiana.

Pero volviendo al meollo de la calle, hay que destacar cómo en una zona de indudable presencia del mundo de la prostitución era establecimiento muy principal Las Siete Puertas, local de copas y alterne. Desde sus balcones surcaron los cielos de la Europa saetas cantadas por las mayores figuras del género, sobre todo cuando en la madrugada única de Sevilla se colmaban esos balcones al paso de la Macarena. Balcones abarrotados por un personal variopinto y de dudosas ocupaciones que en esa noche guardaban las formas y escuchaban absortos el quejío de Vallejo, los sonidos negros del genial Manuel Torre o el eco inconfundible del pluscuamperfecto Tomás Pavón.

En esta tarde de Domingo de Ramos, la Correduría siempre fue vía dolorosa al paso de Nuestra Señora de la Hiniesta, que, a lágrima viva, viene por Anchalaferia desde las entrañas de San Julián. Merece muy mucho la pena ver cómo el palio de la Hiniesta se mueve por este enclave y cómo su Hijo ya muerto va dejando el barrio para adentrarse por Sevilla. Estamos en una vía suavemente sinuosa que tenía en los cables del tranvía la meta adonde el costalero dirigía las levantás a la Reina de San Julián.

Pero es que, también esta tarde, la confluencia aledaña a la Europa, ahí donde estaba Las Siete Puertas, se hará enclave encantador al paso de la Amargura. Será poco después y ahí, viendo con atención la cofradía de San Juan de la Palma, empezarán a comprenderse muchos de los arcanos que conforman la Semana Santa de Sevilla. Viendo serpentear en busca de la Europa al Silencio Blanco se despejan muchas incógnitas de esa bellísima ecuación que es la Semana Santa sevillana. Comprobará cómo la seriedad no se confunde con lo lúgubre y esas túnicas blancas parecerán como contrapunto de la austeridad para que le enganche hasta los tuétanos del alma.

No obstante, lo de hoy, con ser de una brillantez indiscutible, habremos de aceptarlo como un aperitivo de lo que pasará así que den las dos de la madrugada en todos los relojes del plenilunio de Nissan. Ahí, en ese momento, un cortejo inigualable vendrá desde los confines de la muralla para asombrar a Sevilla. ¿Usted no ha visto a la Macarena por la Correduría? Si no lo ha hecho, vaya haciendo planes para que de esta Madrugada no pase.

stats