La Semana Santa de la Exposición Iberoamericana (1930)
Tribuna
La prórroga de los dos certámenes de la Exposición General Española hizo que las Fiestas Primaverales coincidieran con el evento, que levantó grandes expectativas
La Semana Santa de la Exposición Iberoamericana, la de 1930, transcurrió con un clima espléndido entre el 13 y el 20 de abril, Domingo de Ramos y de Resurrección, respectivamente. Debía haberlo sido la de 1929, que arrancó el 24 de marzo a los nueve días de fecha prevista para la inauguración del certamen, el 15, y en la que los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia debían haber estado en la ciudad. Habría estrenos en aquella singular Semana Santa, como el manto de Nuestra Señora de la Merced de la hermandad de Pasión, y el palio del paso, con bordados de Carmen Capmany y orfebrería de Seco.
El 6 de febrero, a mes y medio del Domingo de Ramos, cuando circulaba el programa de mano de las Fiestas Primaverales con el bello cartel de Juan Miguel Sánchez, el anuncio de que María Cristina de Habsburgo-Lorena, madre del rey, había fallecido obligó a posponer la inauguración. La elección de la nueva fecha, la ya definitiva, el 9 de mayo de 1929, vino condicionada por la celebración –del 14 al 21 de mayo– del Congreso Mariano Hispanoamericano y conllevaría la clausura del certamen en diciembre de 1929.
La aprobación en Consejo de Ministros del 4 de noviembre de 1929 de la prórroga de los dos certámenes que integraban la Exposición General Española, el iberoamericano de Sevilla y el internacional del Barcelona, hizo que las Fiestas Primaverales de 1930 coincidieran con la Exposición. La noticia, que la prensa local filtró el 30 de agosto, generó grandes expectativas; unas hermandades aceleraban proyectos que habían quedado en el tintero; otras, como también algunas empresas, se volcaban en nuevas iniciativas.
Un éxito turístico
La Semana Santa de 1930 resultó un auténtico éxito turístico. Ya el Domingo de Ramos, al decir de la prensa, la ciudad ya estaba atiborrada de visitantes; sobre todo portugueses que, desde Lisboa y a razón de doscientos al día, hacían viajes directos en un servicio de automóviles. El anuncio de la llegada el martes de la Familia Real, coincidiendo con el aterrizaje del dirigible Conde Zeppelin, hizo que el lunes acudieran más periodistas, y, a fin de presenciar las cofradías y visitar el recinto, numerosos aristócratas y personalidades; entre ellos, el cónsul de España en Tetuán y Alfonso Costa, ex presidente de Portugal y de la Sociedad de las Naciones. Algunos llegaban en sus yates que anclaban en el puerto, donde estaban fondeados los destructores ingleses Touxmaline y Splendid, y el cañonero de la marina de guerra española Blas de Lezo.
El Jueves y el Viernes Santo se incorporaron nuevos visitantes ilustres. Alvear, ex presidente de Argentina, con su familia y los condes de la Cortina; la princesa de Wied; los príncipes de Pignatelli; los duques de Medinaceli; el compositor Manuel de Falla; el matador de toros Valencia II (Victoriano Roger) y los capitanes Jiménez e Iglesias, aviadores del Jesús del Gran Poder que venían a procesionar con esta hermandad. Julio Waism, ministro de Economía Nacional, aprovechó para visitar el recinto con el Capitán General, el marqués de Cavalcanti; días después vendría a la feria. Además de personajes ilustres, el jueves llegó un grupo del Comité de Estudios Médicos y, en viaje de prácticas, uno de la Escuela de Ingeniería de Montes de Madrid.
Promoviendo una vez más el turismo cultural, el Comité facilitó que, de la mañana del Viernes de Dolores a la del Jueves Santo, se desarrollara el Congreso Pedagógico y el cursillo de perfeccionamiento del Magisterio Nacional, prestando el Salón de Actos de la Plaza de España para las sesiones de inauguración y clausura (las académicas se celebraron en el Aula Magna de la Universidad) y estimulando a la Diputación a agasajarlos el Miércoles Santo en las Ruinas de Itálica.
La alta afluencia hizo que ya el Lunes Santo no hubiera plazas de alojamiento ni en hoteles ni en fondas. De ahí que el Ayuntamiento solicitara a la Compañía Transatlántica que llevara buques al puerto para usarlos como hoteles flotantes; el Comité de Iniciativas y Turismo pidió a los Ayuntamientos de los pueblos cercanos conocer su disponibilidad de plazas, cuestión que los hoteleros de Sevilla habrían de comunicar diariamente a la Sub-Delegación del Patronato Nacional del Turismo.
Los actos religiosos
Como hasta la reforma litúrgica de 1956, las hermandades hicieron estación de penitencia en la Catedral entre la tarde del Domingo de Ramos y la noche del Viernes Santo. Cuarenta y tres en total: seis el Domingo de Ramos, tres el Lunes Santo, seis el Martes, cinco el Miércoles, ocho el Jueves, seis en la Madrugá y nueve el Viernes Santo. Además de las procesiones de hermandad, se celebraron de las Palmas, y la Pascua de Resurrección.
En concreto, el Domingo de Ramos procesionaron la Sagrada Cena con dos pasos; la Hiniesta; S. Roque; la Estrella; la Amargura, y la Sagrada Entrada en Jerusalén, el Santísimo Cristo del Amor y Nuestra Señora del Socorro con tres pasos desde el Salvador. El Lunes, el Cristo de las Aguas; las Penas y el Museo. El Martes Santo, S. Esteban, S, Benito, los Estudiantes, la Candelaria, el Dulce Nombre y Santa Cruz. El miércoles, el Baratillo, los Panaderos, el Cristo de Burgos, las Siete Palabras y la Lanzada. El Jueves, la Trinidad (ese año, sin el paso del Sagrado Decreto, pendiente de unas nuevas andas), los Negritos, la Exaltación (que, por las obras de Santa Catalina, salió de San Román), las Cigarreras, Montesión (con crespones negros en los varales del paso de la Virgen del Rosario, por su hermana mayor, la reina María Cristina), la Quinta Angustia, el Valle y Pasión. En la Madrugá, el Silencio, el Gran Poder, la Macarena, el Calvario, la Esperanza de Triana y los Gitanos. El Viernes, la Carretería, la Soledad de San Buenaventura, el Cachorro (presidiendo Juan Belmonte el paso de Cristo, tras el que iba la Infanta doña Luisa), la O, San Isidoro, Montserrat, la Sagrada Mortaja (desde Santa Marina) y también el Santo Entierro y la Soledad de San Lorenzo.
Semana Santa de estrenos
Fue una Semana Santa de estrenos. El lunes, el crucificado de Las Aguas que Antonio Illanes realizó ante los problemas surgidos con los Dominicos por la titularidad del anterior, y que se quemó en un incendio el 29 de octubre de 1942.
El miércoles, el techo del palio de la Virgen de la Palma del Buen Fin, realizado entre 1929 y 1930 en el taller de José y Victoria Caro sobre terciopelo azul con bordados en hilo dorado y plateado, y recientemente restaurado por el IAPH; el arquitecto Ignacio Gómez Millán planteó una estructura regionalista de casetones con una balaustrada en perspectiva fingida y un óvalo central con una alegoría de la Sábana Santa, rodeada de ángeles; el palio, completado con el manto también del mismo taller, incorporaba elementos cerámicos y forja y altorrelieves de los Evangelistas de Castillo Lastrucci en madera policromada.
El Jueves los Negritos estrenó parte de la candelería y los faldones del paso de palio de Nuestra Señora de los Ángeles; las Cigarreras, había terminado de enriquecer el de la Virgen de la Victoria con los bordados y la Virgen estrenó saya.
En la Madrugá la Virgen de la Concepción de la Hermandad del Silencio estrenó el palio, realizado en plata por Cayetano González, sobrino de don Aníbal, con elementos neorománicos y bizantinos (como los arcos peraltados con piedras y cristales de colores que recuerdan las tapas de los evangeliarios medievales), jarras de azucenas rematando los varales y una crestería inspirada en el perfil de la Catedral de San Marcos de Venecia. El otro gran estreno de la Madrugá fue el manto de tisú verde de la Esperanza Macarena, bordado en hilos de oro en el taller de Rodríguez Ojeda, de quien fue la última obra. Para financiar las 30.000 pesetas que costó, se abrió suscripción popular entre hermanos y devotos en la que participó el rey. El manto había sido bendecido el Viernes de Dolores por el cardenal Ilundain, en presencia del alcalde de Sevilla, Antonio Halcón y Vinent.
El Viernes Santo, San Isidoro estrenó el palio de la Virgen de Loreto, diseñado por Fernando Ruiz y bordado por Pilar y Amalia Granados, en el que se simbolizaban las letanías Lauretanas. En una mano, la Virgen lucía la silueta del Plus Ultra. Esa Semana Santa, La Voz de su Amo publicó el disco de saetas Baile al Sagrado Corazón de Jesús que, según anunció en 1928, había previsto sacar para la de 1929.
La Familia Real
En la mañana del Martes Santo, los Reyes y los Infantes doña Beatriz, doña Cristina y don Jaime, llegaron a la Estación de Plaza de Armas para permanecer en Sevilla hasta el 3 de mayo. Los sevillanos les brindaron un caluroso recibimiento seguido de una gran manifestación en el Patio de la Montería. Esa tarde solo el infante acudió a los palcos de la Plaza de San Francisco; el rey estuvo en la Sociedad de Tiro de Pichón y la reina y sus hijas visitaron el Pabellón Real y el de Arte Antiguo de la Plaza de América.
El Miércoles por la tarde, tras presenciar la llegada del dirigible Conde Zeppelin a los terrenos de Hernán Cebolla, el rey y las infantas estuvieron en los palcos; la reina y los marqueses de Calisbrooke (su hermano Alejandro A. Mountbatten y su cuñada) regresaron al Alcázar. Tampoco estuvo el infante, quien aquella tarde debía presidir el cortejo de la cofradía de la Piedad de Málaga. En la mañana del Jueves Santo, toda la Familia Real participó en la larga comitiva que a las diez de la mañana del Alcázar a la Catedral para asistir a los oficios que estuvieron a cargo del cardenal Eustaquio Ilundain, y en la que participaron los Caballeros Maestrantes. Esa fue la primera tarde en la que la reina acudió a los palcos; fue con sus hijas y el rey quien, en Sierpes, a la altura del Casino Militar, se incorporó a la presidencia de las Cigarreras y la acompañó hasta la entrada de la calle Cánovas del Castillo, hoy avenida de la Constitución, para luego regresar a la tribuna. El infante don Carlos presidió la cofradía de Pasión. Tras cenar en el Alcázar, la Familia Real presenció en la Catedral la interpretación del Miserere de Eslava.
En la Madrugá la Familia Real vio salir al Gran Poder desde los balcones del edificio de Obras Públicas en la Plaza de San Lorenzo. Entre los penitentes iban los aviadores Jiménez e Iglesias y el torero Valencia II. También acompañó al Señor, la infanta doña Luisa. Después, los reyes y las infantas presenciaron el Silencio.
El Viernes Santo por la mañana, la Familia Real y su séquito se trasladó a la Catedral con la misma comitiva que el jueves, para asistir a los oficios; tras la Adoración de la Cruz se procesionó al Monumento, siendo portado el Santísimo por el cardenal. Por la tarde, la Familia Real estuvo en los palcos, aunque el rey, como hermano mayor efectivo, acompañado por el alcalde y el cardenal, presidió el Santo Entierro desde su salida en Alfonso XII hasta la Catedral. En el cortejo, muy similar al actual, se integraron los delegados de los países participantes en el certamen.
El Sábado Santo, los reyes estuvieron en la Fiesta Iberoamericana que se celebró en el recinto de la Exposición, recorriendo las mesas petitorias. Por la tarde, toda la familia asistió en el Alfonso XIII a un te a beneficio de la Lucha Antituberculosa.
El Domingo de Resurrección, la Familia Real acudió a la celebración de la Pascua en la Catedral, participando en la comitiva que, partiendo del Alcázar y entró en el templo por la Puerta del Príncipe. Tras la Misa Pontifical, que presidió el cardenal Ilundain, este dio la bendición papal; en la Sala Capitular para procedió a la bendición del cordero Pascual que, asado, fue distribuido entre todos los asistentes, y se repartieron huevos de Pascua, conforme los reyes hacían en la celebración de la Pascua en el Palacio Real desde de época de Isabel II.
Aquella tarde, el rey fue al Tiro de Pichón y después al recinto de la Exposición; la reina, las infantas y el resto de la familia real estuvieron en el palco real de la Maestranza, para luego visitar el nuevo edificio de Aníbal González, aún pendiente de ser inaugurado por el rey. Por la noche, la Familia Real asistió a un baile organizado en honor de los reyes por los duques de Medinaceli en la Casa de Pilatos.
Actividades en el recinto
Salvo las tardes del Jueves y el Viernes Santo en las que se cerró el recinto de la Exposición, este (incluido el Parque de Atracciones donde esos días el equilibrista Bikeneder causaba sensación) abrió como siempre a las nueve de la mañana, y los pabellones de diez a una y de tres a siete de la tarde (tras el Sábado Santo hasta las ocho). El Jueves y el Viernes Santo los pabellones cerraron a la una y media de la tarde y el recinto una hora después. El recinto permaneció ajeno a las fiestas religiosas, aunque a las doce los domingos de Ramos y de Resurrección se celebraron durante las habituales misas en la capilla del Pabellón de Castilla y León por los gestores de la muestra ya fallecidos.
Como había hecho días atrás, el Comité repartió entre los obreros sevillanos unas 20.000 entradas gratis para que estos y sus familiares (hasta cinco) visitaran gratis el recinto; así aseguraba el flujo de visitantes y obtenía ingresos por la venta de entradas complementarias y consumiciones y servicios del Parque de Atracciones.
El Comité aprovechó la afluencia de turistas para, el Sábado de Gloria, ya finalizadas las procesiones, incrementar las visitas al recinto, declarándolo Día Popular (con entrada a 50 céntimos) y celebrando allí, bajo el nombre de Fiesta Iberoamericana, la anual Fiesta de la Flor de la Junta Provincial Antituberculosa, en la que se instalaron mesas petitorias atendidas por damas ataviadas con trajes nacionales y regionales a las puertas de algunos pabellones, además de en otros puntos de la ciudad. El Domingo de Resurrección, en el Estadio de la Exposición, se celebró el partido del Campeonato de España entre el Betis Balompié y el F.C. Barcelona, que tras el primer tiempo se suspendió, con resultado de empate.
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