Semana Santa en Coria del Río. Los abrazos soñados
Reliquias de la provincia
La Hermandad de la Soledad protagoniza el Domingo de Pascua un rito que escenifica el encuentro de Jesús Resucitado con su Madre
Termina esta edición, como es habitual, con el Domingo de Pascua, una fiesta que se vive especialmente en la comarca del Aljarafe, que hace de dicha jornada uno de los distintivos de la semana más importante para los cristianos. En el capítulo de hoy nos trasladamos a una localidad situada a orillas del Guadalquivir, ese antiguo Betis que por estos lares se cruza en barcaza. Se trata de Coria del Río, que atesora una de las Semanas Santas más interesantes de la provincia. En esta ocasión nos vamos a centrar en una tradición muy peculiar con la que se pone fin a estos días: Los Abrazos.
La responsable de conservar esta ceremonia es la Hermandad de la Soledad que, como es habitual en bastantes corporaciones con esta advocación, tiene un doble carácter: penitencial y de gloria, al rememorar en sus procesiones la muerte de Cristo y su Resurrección. El origen de la que ahora nos ocupa se remonta al siglo XVI, cuando unos pescadores fundan una cofradía para venerar a la Virgen de la Soledad en una ermita cercana al río Pudio, afluente del Guadalquivir. Las primeras referencias datan de 1567. Este templo quedó destruido con el terremoto de Lisboa, sobre el que se levantó otra capilla que fue sustituida en 1962 por la actual.
La hermandad, por tanto, protagoniza dos salidas en Semana Santa. La primera de ellas tiene lugar la tarde del Viernes Santo, en la que se realiza estación de penitencia con la imagen del Cristo Yacente, tallado en 1972 por Francisco Buiza. La segunda es la procesión gloriosa en la mañana de Pascua, presidida en esta ocasión por el Resucitado, obra de Luis Pires Azcárraga (1948), muy intervenido en la década de los 70 por Buiza. En ambas el icono mariano es el mismo: Nuestra Señora de la Soledad, una talla anónima de finales del siglo XVI, restaurada por Castillo Lastrucci en 1932. Fue coronada canónicamente el 11 de junio de 2005.
Para explicar la ceremonia de Los Abrazos hay que trasladarse a la noche del Viernes Santo, cuando acaba la cofradía. Cristo ha muerto, pero en Coria comienza ya a prepararse su triunfo. En la noche del Sábado Santo es el Señor Resucitado el que preside en su paso de plata la Vigilia Pascual de la parroquia. A esa hora, en la capilla, la Virgen de la Soledad se encuentra ya despojada de sus atributos dolorosos y entronizada en su paso de gloria, con saya blanca (bordada por el convento de Santa Isabel de Sevilla) y manto rojo bordado por las Madres Trinitarias.
Es la víspera de una gran jornada que comienza muy temprano, pues a las seis de la mañana del Domingo de Resurrección los corianos se levantan entre el volteo incesante de campanas y numerosos cohetes que se lanzan al aire. Media hora después, en la capilla se celebra una misa, a cuya conclusión, coincidiendo siempre con el alba, la Virgen saldrá, sin cortejo alguno, hacia la parroquia, al encuentro con su Hijo. Es entonces, entre las 8:00 y las 8:30, cuando se produce la escena que caracteriza la Pascua de Coria del Río.
El rito
Cuando el paso de la Virgen llega a la Plaza de la Virgen de la Estrella, sale de la parroquia el del Señor Resucitado. Los dos van al encuentro, pero antes, para que el abrazo se produzca, deben desmontarse los candelabros de guardabrisas delanteros de ambos pasos. El trabajo de los capataces y costaleros para la ceremonia también adquiere especial relevancia. Las patas delanteras se pliegan mientras que las traseras se “voltean”, de manera que las parihuelas se inclinan hasta el punto de que pocos centímetros son los que separan las imágenes del Señor y de la Virgen.
El acto –precedido del rezo de una oración por la paz en el mundo– se repite tres veces al son de la marcha real. El último es el más largo (cuando están mayor tiempo en esa posición) y el que más acerca a los titulares, lo que provoca el estallido de los devotos –que colmatan la plaza– en vítores y aplausos. Una vez finalizado, ambos pasos se dirigen a la parroquia, donde a las diez de la mañana se celebrará otra eucaristía.
Esta tradición representa un encuentro soñado entre Jesús, una vez resucitado, y su Madre. El calificativo onírico aquí no se emplea por capricho, sino atendiendo a lo que narran los evangelios, que en ningún momento recogen que el Señor, una vez que ha vencido a la muerte, se presente a María. Sí lo hace con María Magdalena, testigo indiscutible de la Resurrección. Pero el pueblo, desde hace siglos y no sólo aquí sino en otras poblaciones como la cercana Pilas o Castilleja de la Cuesta, otorga un papel indiscutible a la Virgen en esta historia triunfal y se encarga, a través de variopintos ritos, de escenificar ese encuentro que recompensa todo el dolor sufrido dos días antes. El revés de la Calle de la Amargura.
Una vez acabada la misa en la parroquia (alrededor de las once de la mañana), los corianos ya están vestidos de gala para acompañar al Señor y a la Virgen de vuelta a la capilla. Comienza la procesión de gloria, conformada, ahora sí, por un cortejo integrado por autoridades civiles y religiosas, Policía a caballo y representaciones de las hermandades de este municipio ribereño. El recorrido para la vuelta es distinto y se alterna cada año. A su finalización, se disfruta de un acto de convivencia con abundante ágape en la casa de hermandad.
Los Abrazos son una tradición que se ha conservado en esta mañana de Pascua, que contaba con otros ritos que no han corrido la misma suerte. Así ocurrió con la puja por llevar los pasos del Señor y la Virgen (que sí se mantiene en la Soledad de Cantillana) o la de acribillar con escopetas de caza unos peleles (muñecos de tela) que se colgaban en las esquinas de las calles y que representaban a Judas, al que el pueblo castigaba por la traición con la que entregó a Jesús.
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