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El Salvador: Diez años de una gran restauración

En la cuaresma de 2007 se ultimaban los trabajos para la reapertura al público que se produjo el 21 de diciembre

Mendoza y Moeckel rememoran la gesta

Fernando Mendoza, arquitecto; y Joaquín Moeckel, artífice de la recaudación popular, esta semana ante la iglesia del Salvador. / Belén Vargas

"Hicimos fácil algo muy difícil". El próximo mes de diciembre se cumple el décimo aniversario de la reapertura al público de la iglesia del Salvador tras cinco años de una profunda y compleja restauración. En la cuaresma del año 2007, el equipo técnico capitaneado por el arquitecto Fernando Mendoza se afanaba por tenerlo todo a punto para la fecha señalada. Se había asegurado que en cinco años el templo volvería a estar abierto. Mendoza y Joaquín Moeckel, que colaboró de manera altruista, fueron dos de las cuatro figuras claves en la historia de la rehabilitación integral del Salvador. Ellos dos, junto al recordado canónigo Juan Garrido Mesa; y el cardenal Amigo, como arzobispo de la ciudad, fueron imprescindibles para que la historia tuviera un buen fin. Diez años después de reabrirse a los sevillanos, el Salvador se ha convertido en el tercer monumento más visitado de Sevilla.

Fernando Mendoza y Joaquín Moeckel se reúnen diez años después para recordar cómo se produjo esa "confluencia astral" que permitió que la restauración del Salvador fuera un absoluto éxito. "Ahora se cumplen también 30 años desde que comenzamos a restaurar la iglesia. Se cayó una piedra de la torre. Luego fuimos haciendo pequeños proyectos de la Junta", explica el arquitecto. En el año 2003 se desprendió una gran piedra que estaba cogida con yeso. El 4 de marzo, el cardenal dictaba el decreto de cierre de la entonces parroquia por el peligro existente. Mendoza era consciente del mal estado del edificio. "Yo tenía hecho el proyecto. Y lo mandamos a Madrid, al Ministerio de Cultura. La iglesia estaba muy mal. Prácticamente en ruinas. Estaba partida en siete trozos".

Esas casualidades que hacen posible lo imposible comenzaron con una llamada del periodista Antonio Delgado-Roig a Joaquín Moeckel: "Me preguntó por el cierre. Yo le dije que a la Iglesia lo que le hacía falta era dinero. Si hacían falta mil millones de pesetas había que buscar a mil sevillanos que dieran un millón". Ahí quedó el asunto hasta que al día siguiente el párroco, Manuel Trigo, habla con Carlos Herrera en la radio y expone la idea de Moeckel. "Lo mío fue sólo una idea, pero me llamó Herrera para decirme que era una gran iniciativa. Me dio tanto apuro que rápidamente me fui a mi banco, saqué 6.000 euros y corrí al Arzobispado a entregarlo".

Moeckel fue recibido por el entonces secretario y canciller, Carlos González Santillana, quien también tuvo un papel relevante en esta historia: "Me recibió muy bien, cogió el dinero y me dio un recibo y un certificado para que me pudiera desgravar el 25% de la donación. Eso era muy importante. Eran las 09:25. Me fui a desayunar a El Portón y empezaron a pasar conocidos. A las 12:30 ya había siete millones de pesetas para el Salvador en el Arzobispado. Si él no me hubiera atendido así me habría marchado". Así comenzó una colecta popular que fue la clave para que las administraciones finalmente colaboraran.

Entonces, fue cuando apareció Juan Garrido Mesa, la figura clave, el muñidor y artífice de todo. "No tenía complejos. Sacó lo mejor de todos", relatan Mendoza y Moeckel. Cuando los políticos ven que el pueblo de Sevilla empieza a poner dinero, no tienen más remedio que colaborar. "Pilar del Castillo, ministra de Cultura, indica que hay un fondo de emergencia para catástrofes que se había aplicado sólo en el Liceo de Barcelona. La Junta propone restaurar las grandes piezas a través del IAPH, el alcalde dice que se firmará un convenio con Urbanismo, el Cabildo subió las entradas de la Catedral...". La vanidad de Sevilla, como afirma Moeckel, también entró en juego en ese momento: "Yo publicaba todas los días los donantes y el que no estaba no era nadie en la ciudad. Por la mañana hacía una lista con las personas a las que iba a pegarle el sablazo. Iba a verlos y me daban el dinero. Lo llevaba al Arzobispado y les entregaba el recibo y el certificado de desgravación".

La idea de poner un cartel con el nombre de los donantes en la fachada de la iglesia fue idea de Juan Garrido. También montó su oficina dentro del Salvador para estar a pie de obra. "Se comprometió a terminar en cinco años. Y eso fue lo que se tardó", puntualiza Mendoza. Se hizo una restauración "de cara al pueblo", con luz y taquígrafos. Más de cien mil personas visitaron la iglesia gracias al programa Abierto por obras. "Cubrimos el patio para hacer actividades culturales y que las personas no se olvidaran del Salvador. Se hicieron 300 en tres años. Nunca ha habido una actividad cultural tan potente en Sevilla. Y no se cobraba nada. Todo se hizo para que los sevillanos sintieran el Salvador como suyo. Durante los cinco años de las obra la gente no se olvidó del Salvador. En el fondo, fue el pueblo de Sevilla el que consiguió recaudar los 12 millones de euros que costó la obra", señala el arquitecto. El cardenal Amigo acudía, como mínimo, a la iglesia una vez al mes mientras duraron las obras. Juan Garrido, asevera Moeckel, le supo dar su lugar a todo el mundo.

Lo más complicado de la restauración, como rememora Mendoza, fue la excavación: "Yo convencí a Juan y al cardenal para hacerla. Descubrimos que los cimientos estaban tres metros más abajo y conseguimos tener la misma superficie de la iglesia en la cripta. Un día que vino el cardenal y la iglesia estaba completamente abierta me dijo: '¿Por qué no la dejamos así'?". Mendoza revela que descubrió en el subsuelo del Salvador los indicios de la primitiva iglesia de San Vicente y San Isidoro: "A dos metros del suelo de la cripta aparece un suelo de otro edificio más antiguo y profundo. Mi teoría es que la basílica del Foro romano, que estaba en la Alfalfa, se mantiene como templo cristiano. El edificio no cambia hasta que los musulmanes lo convierten en mezquita. El Salvador es de la serie de edificios más antiguos de Sevilla, más que el Alcázar y la Catedral".

Tanto Mendoza como Moeckel lamentan que diez años después de la costosa y compleja restauración no haya un mantenimiento adecuado en el Salvador, algo fundamental en un edificio de este tipo. "Ya que tienes tantos visitantes hay que ir solucionando los problemas. Por ejemplo, cambiar la iluminación a led, que entonces no había", sostiene Mendoza. "Llamamos la atención a la autoridad competente para exigir un mantenimiento adecuado", añade Moeckel. En este sentido, es necesario actuar en las cubiertas que dan a la Plaza del Pan, un proyecto que ha criticado Adepa por los materiales a emplear y la manera de afrontar la restauración. Mendoza también es contundente: "Deja mucho que desear".

Entre las actuaciones pendientes están la restauración de la torre, la casa del sacristán o el órgano: "Es uno de los mejores de España y tiene que estar funcionando". Juan Garrido también tenía la idea de transformar la cripta en un museo de la iglesia visigótica. "No se pudo hacer por falta de dinero".

Tanto Mendoza como Moeckel afirman que lo logrado en el Salvador fue increíble. "Fue una época irrepetible y maravillosa. Se dieron todas las casualidades para que saliera bien".

Tras la reapertura en diciembre de 2007, las hermandades volvieron al Salvador en la cuaresma de 2008. La dedicación fue en marzo. El 22 de octubre de ese año fue la reinauguración oficial con la visita del rey Juan Carlos I.

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