El Rey de la bulla
El Monarca fue ayer el protagonista de la jornada Contempló a Santa Genoveva por el Parque, visitó el Museo en su capilla y en la Campana vio el palio del Polígono y la Redención.
NURIA iba ayer con su silla plegable por Alfonso XII, a la altura de la Plaza del Museo, cuando vio cierto alboroto de fotógrafos y policías. Se detuvo y sacó el móvil. Luego se frotó los ojos. Al instante tuvo la confirmación. Era el Rey de España el que salía de ver los pasos de la última cofradía del Lunes Santo. Había realizado la visita a esta recoleta capilla cinco horas antes de que se pusiera en la calle. Se trataba del segundo momento cofradiero del Monarca durante su estancia de ayer en Sevilla. Horas antes había presenciado el discurrir de la Hermandad del Tiro de Línea por el Parque de María Luisa.
Desde la década de los 80 no se recuerda la visita de un monarca español a la Semana Santa de Sevilla. Fue en 1984 cuando don Juan Carlos y doña Sofía estuvieron presentes en la salida de la Macarena. La vieron desde el balcón del atrio y luego, en una dependencia de la hermandad, Pepe Peregil les cantó una saeta. Por la mañana, acudieron a la Capilla de los Marineros. En aquella visita también vino el que era entonces Príncipe de Asturias y hoy Rey de España.
Aquel adolescente de 16 años ha vuelto a la capital andaluza en Semana Santa, con un itinerario bien distinto al de su predecesor en el trono. Felipe VI conoció su propia bulla. Fue justo cuando abandonaba la capilla del Museo tras estar en ella apenas cinco minutos. Todo aquel que estaba cerca y supo por la radio que el Rey venía andando a la Campana por Alfonso XII -nombre de otro Rey muy vinculado a Sevilla- se acercó inmediatamente. Fotógrafos, curiosos y turistas cangrejeando en esta especie de cofradía monárquica que tuvo su parada improvisada en la capilla de San Gregorio, donde se encuentra la Hermandad del Santo Entierro, de la que Su Majestad es hermano mayor efectivo. Vara dorada, puerta abierta en milésimas de segundo y visita acelarídisima a un templo del que algunos miembros de la Casa Real salieron con rostro indescriptible tras conocer el paso de la canina.
El cénit de la visita se alcanzó cuando el Monarca llegó a la Campana. La cruz de guía de la Rendención estaba detenida en el cruce con Alfonso XII mientras el palio de la cofradía del Polígono de San Pablo se demoró en su parada ante el palquillo consciente de que iba a acaparar uno de los minutos de oro de esta Semana Santa. Felipe VI llegó entre aplausos. Allí lo esperaban la presidenta en funciones de la Junta, el alcalde de Sevilla y miembros del Consejo de Hermandades y Cofradías, con su presidente, Carlos Bourrellier, al frente, quien tuvo conocimiento de esta visita el Viernes de Dolores.
Al Rey le colocaron de inmediato la medalla de la primera cofradía del Lunes Santo. Luego tocó el llamador del paso de la Virgen del Rosario. Y de nuevo aplausos. Los miembros de la junta superior del Consejo se disputaban una silla cercana al Monarca. Justo detrás de él, el periodista Carlos Herrera ejercía de guía cofradiero.
La mesa del palquillo comenzó a llenarse de estampas, caramelos y otros presentes que los nazarenos de la Redención iban dejando a su paso. El público de la Campana tenía en esos momentos un único punto de vista. El palquillo concentraba todas las miradas. Ni el calor molestaba. Algunas de las abonadas no dudaron en dar rienda suelta a sus instintos primarios y piropear a Su Majestad con gritos de "¡guapo, guapo!".
Las medidas de seguridad de la Casa Real impedían a los medios de comunicación llevar a cabo la retransmisión de las cofradías como suele ser habitual en este punto. El Rey, mientras, respondía a las muestras de cariño de los niños y a los saludos de quienes presenciaban el tránsito de la Redención desde un balcón. Balcones, por cierto, donde era difícil que no hubiera algún policía.
Aunque para balcón de referencia el que protagonizó la saeta de Manuel Cuevas con la Virgen del Rocío parada en el palquillo. Se hizo el silencio. El de Osuna, famoso desde 2013 por aquella saeta a la Macarena, se metió por quejíos magistrales en un enclave y a una hora que no están hechos para el cante. Todo lo superó el ursaonés. Y con una letra antológica que mezclaba la Dolorosa de Santiago con Felipe VI. Hasta el propio Rey parecía perplejo por la capacidad de este cantaor para alargar los ayes sin desafinar. Aplausos para Cuevas y para un monarca que abandonaba la carrera oficial para dirigirse -andando entre bullas- a San Andrés, última estación de este trayecto cofradiero.
Antes del baño de masas de la Campana, el primer contacto del monarca con las cofradías fue en el Parque de María Luisa con el Tiro de Línea. Hasta la Delegación del Gobierno en Andalucía, con sede en la Plaza de España, se trasladó Felipe VI para tomar un refrigerio y ver los pasos de la Hermandad de Santa Genoveva. Para los anales de la corporación quedará este Lunes Santo, como advertía al plumilla el diputado de cruz, José María Carmona: representación del Gran Poder por el 50 aniversario de la carta de hermandad entre ambas corporaciones; el palio rojo liso, por encontrarse el suyo en restauración; y el Rey viendo a la cofradía por el Parque. Ahí es nada.
El tránsito de la hermandad por la Avenida de María Luisa no difirió en nada al de otros Lunes Santos. Sólo la presencia de numerosas cámaras de televisión apuntando hacia el balcón engalanado de la Torre Sur presagiaba que algo era distinto.
A esa hora, mucha gente empezaba a enterarse por la radio que el Rey estaba allí para ver la cofradía. A las 14:55, los tambores anunciaron la inminente llegada del paso del Señor Cautivo. El primero que se asomó al engalanado balcón fue Fernandito, el hijo del alcalde, Juan Ignacio Zoido, quien le entregó a don Felipe dos recortables de la Macarena para sus hijas. Luego lo hizo una chica del gabinete de prensa municipal a la que, en la distancia, el público confundió: "¿Ésa es Letizia?". No. La Reina no estaba. Con el Señor a punto de llegar salieron las autoridades: el alcalde, el arzobispo, monseñor Asenjo; la presidenta en funciones de la Junta de Andalucía, Susana Díaz y... Felipe VI. Vítores y aplausos recibieron al Rey. Saludos desde el balcón a la concurrencia. Llegó el Señor. Los miembros del Consejo de Cofradías trataron de hacerse un hueco en el balcón a base de meter el hombro en una suerte de quítate tú para ponerme yo. Todos querían salir en la foto. Alguno no se había visto en otra. Los móviles al aire captaban el momento. Los consejeros también saludaban. El momento fue histórico. Zoido y el Rey dialogaban. Villanueva tocaba el martillo. La parada fue breve. Se levantó el paso y siguió su camino. De nuevo los saludos y los aplausos. Las autoridades entraron. El pregonero, Lutgardo García, aprovechó para hacerse una foto con el Rey y entregarle un ejemplar del Pregón.
La sorpresa llegó con la Virgen de las Mercedes. Don Felipe dejó el balcón y pisó la calle para acercarse al paso de palio. "Ése es el rey, Cristina. Muy bien, hijo. Abajo con los plebeyos". Se sucedieron los gritos de alegría. Felipe VI, a duras penas, se abrió paso hasta la delantera del palio. La imagen fue cercana. Muy sencilla y llana. El palio se meció. El Rey iba con la vara de hermano mayor. Cantaron una saeta. Su Majestad llamó al martillo. SonóEsperanza Macarena. El palio no podía andar. Se meció en el sitio, poco a poco. El Rey siguió delante. Felipe VI, el rey cangrejero. Tras unos metros delante, el Monarca se retiró de nuevo a la Delegación el Gobierno. Lunes Santo muy real en Sevilla.
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