DEPORTE
Sevilla, preparada para la Carrera Nocturna

Relevo en el Pumarejo

La Hiniesta

La Hiniesta, con el alcalde y Zoido en la presidencia, marcó pasión y solemnidad

El Cristo muerto en la cruz con la Magdalena arrodillada a sus pies pasea porlas calles del barrio. Foto: Antonio Pizarro
Francisco Correal

06 de abril 2009 - 07:47

¿Verán lo mismo quien ve la escena por primera vez y quien lleva viéndola toda la vida, año tras año, lluvias mediante? En este caso, la repetición no anula la sorpresa y el asombro: lo amplifica. La saeta rota, intensa, masculina, ha sonado cuando han parado la Virgen en la calle Relator esquina con Pozo, por un lado; con San Basilio, por otro. Una familia canadiense, matrimonio con niña pequeña, cruzan el mar de nazarenos cargados de equipaje y con cara y ropa de venir de muy lejos. A pocos metros, José María Rufo y Plata, su mujer, como todos los años, han salido de su casa para ver a esta Dolorosa de Castillo Lastrucci.

En la presidencia del paso, la tormenta perfecta: Alfredo Sánchez Monteseirín, el alcalde, y Juan Ignacio Zoido, que quiere serlo. El relevo de costaleros del paso de Cristo se produjo en la plaza del Pumarejo. Marea humana que envía sus directrices a la Macarena, a la Alameda y a San Marcos. Dos costaleros se preparan para la inmersión. Hablan de pastillas, unas que también le administran a los ciclistas. "Tenemos dos cosas buenas", le dice uno al otro. "No hacemos Catedral, lo que es un alivio. Y cuando entramos por los palcos le tocan la marcha que más me gusta, El canon". El segundo costalero se llama Sergio, trabajaba en Milano y se ha quedado en el paro. "Pero ahora estamos en Semana Santa y ya hablaremos de eso después".

El Cristo se pierde por Relator. "Me gusta mucho", comenta una señora a su marido y a su hijo. "Me encantan los misterios. Los de San Benito, San Gonzalo y San Esteban. Cristo resucitó y sigue vivo. Yo lo vi y me miró".

Nazarenos transversales. José Antonio Rodríguez Tous, profesor de Filosofía, sortea nazarenos a ritmo de marcha olímpica. Va con prisa para salir de penitente en la Amargura. Entre el gentío se ve a Pedro G. Romero, estudioso de la cultura sevillana de la muerte, o al profesor de Literatura Antonio Molina. Sus hijas Ana y Sofía van de estreno: llevan trajes de Domingo de Ramos que hace 43 años estrenaron la madre y la tía de las niñas, regalo de una tía-abuela de Bilbao.

Se estremece Correduría cuando suena Virgen del Valle tocada por la banda del Carmen de Salteras. Félix, parroco de los Rosales, va con prisa y con el pinganillo puesto para ver por dónde va la Sed. Otro hombre se quita el suyo. "Ha marcado Pandiani".

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