Regla de presos
La tribuna
De la Hermandad de la Santa Cruz en Jerusalén, fue redactada en 1578 por Mateo Alemán
Hoy Jueves Santo, día del Amor Fraterno, me gustaría trasladar a todos mis lectores, como última colaboración, ciertas reflexiones históricas sobre uno de los aspectos fundamentales de la dignidad humana de ahora y siempre: la libertad. En este sentido, los escritos morales del literato sevillano de fama universal Mateo Alemán resultan relevantes por ser este ilustre personaje cofrade, hermano mayor y autor de las Reglas de la Hermandad de Jesús Nazareno de 1578. En la Sevilla del siglo XVI que era el centro político, económico y social de Europa, además de puerto y puerta de América, existía desde finales de la Edad Media una celebre cárcel real ubicada en la confluencia de la calle Sierpes con la Plaza de San Francisco. Aquel penal no fue sólo un lugar de reclusión mayor sino especialmente de sociabilidad, incluso religiosa .Y para los reclusos más pudientes de múltiples y variopintos negocios públicos y privados. El procurador de la Audiencia, Cristóbal de Chaves, y el jesuita Pedro de León nos han transmitido noticias varias y curiosas sobre sus instalaciones y la vida de los presos de la Cárcel Real de Sevilla entre los siglos XVI y XVII. La condiciones -en muchos casos miserables y otras no tanto- de aquellos hombres, en teoría faltos de libertad y de los medios elementales de la supervivencia diaria, llamaría pronto la tención caritativa de algunas hermandades y cofradías de penitencias. A ello responde, sin duda, la Regla de Presos de la Hermandad de la Santa Cruz en Jerusalén de 1578 redactada por Mateo Alemán y que sería literalmente copiada por otras corporaciones penitenciales similares del antiguo reino de Sevilla en Arcos de la Frontera (Jesús Nazareno, 1578) y Carmona (Jesús Nazareno, 1597), e incluso en Madrid (Santísimo Nombre de Jesús, 1596), por iniciativa del propio autor del Guzmán de Alfarache.
Mateo Alemán concia perfectamente la vida de los presos. Su padre Hernando Alemán, de origen judeo converso, había sido medico-cirujano de la Real Cárcel de Sevilla. Durante su juventud Mateo Alemán había acompañado frecuentemente a su progenitor en la práctica diaria de su trabajo. Además entre 1580-1582, él mismo, siendo recaudador de las rentas regias del Arzobispado de Sevilla y hermano mayor de la Cofradía del Dulcísimo Jesús Nazareno, había sido preso por deudas en el mismo centro penitenciario sevillano. La triste experiencia de la Real Cárcel le marcaría pesimistamente como: "Paradero de los necios, escarmiento forzoso, arrepentimiento tardo, prueba de amigos, venganza de enemigos, república confusa, enfermedad breve, muerte larga, puerto de suspiros, valle de lagrimas, casa de locos, donde cada uno grita y trata a solas su locura".
La Regla de Presos, que se compone de seis capítulos anexos a la Regla de la Insigne Cofradía del Dulcísimo Jesús Nazareno y Santísima Cruz de Jerusalén, encierra una profunda reflexión teológica sobre el por qué de la atención a los reclusos, fundamentada en la imitación a Jesucristo -preso y crucificado entre dos presos- y en las obras de misericordia, porque "estuve prisionero y me visitasteis". Para atender a los penados, se ordena que sea generosa la hermandad en emplear todos los propios, mandas, donaciones y limosnas necesarias. Así se atenderá principalmente a los presos por deudas menores y a los condenados en costas. Se prefiere de manera explícita a los extranjero y forasteros a los naturales. Y siempre, lógicamente, a los hermanos de la cofradía y a sus familiares; estudiándose las posibles peticiones en los cabildos. Igualmente se actuará si el hermano estuviese preso en cualquier otra cárcel del reino de Castilla. Para ello, todos los meses se designará un diputado que visitará la Real Cárcel todos los días y cada vez que fuese necesario.
Especial atención merecen los hermanos cautivos en poder de los infieles, porque carecen "de los regalos y sacramentos de nuestra Santa Madre Iglesia". Se procurará siempre su rescate y el de sus familiares. Pues, en este sentido, para Mateo Alemán, la verdadera caridad empieza por si mismo, es decir; por las necesidades de los hermanos de la propia cofradía.
Es curioso señalar también que las limosnas para los presos superiores a 40.000 maravedíes serían recogidas con una lápida de mármol blanco para perpetua memoria de sus bienhechores.
Una vez más, Mateo Alemán se nos descubre moralizante y cristiano, como recoge el Secretario de la Primitiva Hermandad de los Nazareno de Sevilla, Isidro Fernando González de Cabrera en 1723, en la entrada número179 de su célebre Relación de Hermanos Ilustres: "Mateo Alemán, curó a muchos enfermos, Enseñó a cumplir los mandamientos. Amparó a los desvalidos de la cárcel real. Acompañó a muchos a bien morir". Gloria Nazanerorum.
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