Regina Mundi: una familia para los que no tienen nada
Festividad de la Asunción
La asociación de la Virgen de los Reyes mantiene una estrecha colaboración con esta residencia para personas sin recursos. La colecta ha sido este año para ellos.
Todos tienen una desgarradora historia tras de sí pero en Regina Mundi han encontrado un hogar y una familia. Esta residencia para personas pobres y desamparadas que no tienen cobijo en ningún otro lugar, lleva desde el año 1954 bajo el amparo y la protección del Sagrado Corazón de Jesús en San Juan de Aznalfarache. Actualmente cuenta con 32 acogidos. Desde niños a ancianos. Desde personas que pueden hacer una vida normal, dentro de sus limitaciones, a un paciente que lleva 20 años allí en estado de coma tras una caída fortuita de una moto. La vinculación con la asociación de fieles de la Virgen de los Reyes y San Fernando es grande. Una foto de la Patrona preside una de las paredes de la entrada de la casa. "Publio Escudero, canónigo y Capellán Real, también lo era de nosotros. Fue un gran colaborador de Regina Mundi. Eso ayudó mucho a crear lazos", explica María Ángeles Cejudo, superiora de la congregación. Son muchos los miembros que acuden como voluntarios, y también son importantes los recursos económicos que cada año destinan a la residencia. Este año, la colecta del día de ayer ha sido destinada, de nuevo, a esta obra pía de la Iglesia.
Las religiosas del Sagrado Corazón dan cabida en su residencia a aquellas personas que no tienen familia, recursos económicos, o que no son admitidos en otros centros. "Nuestros acogidos tienen un perfil muy concreto: edad media, enfermedades progresivas y alguna discapacidad; aunque ahora esto está cambiando un poco y también tenemos inmigrantes. Ha habido épocas en las que hemos tenido muchos niños", señala la religiosa.
Regina Mundi es una gran familia. Las personas que son acogidas se quedan de por vida. La casa de San Juan de Aznalfarache es el hogar que nunca han tenido. Al contrario de lo que se pudiera pensar, Regina Mundi no es un lugar triste donde impera el sufrimiento o la pena. Todo lo contrario. "Eso es lo que piensa la gente. ¡Cómo van a estar tristes si aquí cuentan con personas que los quieren, los cuidan y se interesan por ellos!". Eso es algo que se comprueba sólo con recorrer las diferentes estancias. Todos los que allí viven rebosan alegría por haber encontrado su sitio.
A la madre superiora, que lleva 20 años en la casa, lo que más le sigue impresionando no es la situación física de los internos, sino la historia tan tremenda que traen consigo. Muchos de los acogidos en Regina Mundi disfrutan de una vida normal. Es el caso de Rosa, que llegó con nueve años. Ahora tiene 32 y lleva 11 trabajando en Pickman La Cartuja: "LLevo una hora limpiando comedores", comenta cuando aparece en su silla de ruedas por el pasillo. "Yo entro y salgo. Me voy con mis amigas por ahí. Ahora quiero irme a la playa pero tengo una conjuntivitis." explica mientras se quita las gafas de sol. Como Rosa, el resto acogidos también colaboran en las tareas cotidianas: "Les animamos a que hagan cosas. Así se crean vínculos". Por ejemplo, dan de comer unos a otros. "Eso hace que se sientan útiles y así les a salir de su ensimismamiento".
El mas pequeño es Miguel Ángel. Es de Córdoba, tiene once años y va al colegio. "Es el juguete de la casa". En la misma sala que Miguel Ángel está Andrei, un joven ruso que ha podido salir adelante gracia al trabajo de las religiosas y los voluntarios tras sufrir un terrible suceso: "Lleva aquí cuatro años. Le clavaron un destornillador en la cabeza durante una pelea. Pasó varios meses ingresado en el Virgen del Rocío hasta que nos lo trajeron porque no se podía quedar más allí". Andrei llegó a Regina Mundi en un estado muy precario. Hoy ha vuelto a mover los brazos, escribe, maneja el ordenador, habla y juega al ajedrez. "Yo no me voy a Rusia", dice con una tímida sonrisa.
Al igual que Andrei, muchos de los pacientes llegan tras llamar los trabajadores sociales de los hospitales. Otras vías de acceso son las parroquias, conocidos, o hermandades. "Estudiamos todos los casos. Tenemos muy poca movilidad de plazas. Quien llega lo hace para toda la vida. El que entra es porque no tiene familia, o si la tiene no tiene recursos para que se haga cargo, y no tiene posibilidad de entrar en otro lugar". Cada semana reciben dos o tres peticiones de ingreso.
José Nieto Yoni "es lo mejor de la casa". Llegó con 17 años y ya tiene 33. También ha sufrido una desgarradora historia. Apenas se puede mover y permanece tumbado en un cama. "Tiene un coche que yo digo que es un híbrido entre un BMW y un Mercedes". Yoni es el "informador" de la casa. Aunque no puede hablar, sí entiende. "Cuando echa los ojos para arriba, es que sí. Cuando los echa para abajo, es que no. Nos comunicamos bien".
Una mención especial merecen los voluntarios y colaboradores de la casa. Sin ellos Regina Mundi no sería posible. Las cuatro religiosas sólo cuentan con la providencia y con las aportaciones desinteresadas de estas personas. Ellas, por sus estatutos, no pueden pedir dinero ni donativos para su causa. "Siempre hay mucha gente de la calle. Hay jóvenes que vienen los fines de semana, profesionales liberales que nos ofrecen su colaboración en diversos temas. Somos una gran familia". Una de esas personas es Pepe Villén, un médico jubilado que empezó leyéndole a un enfermo. De ahí pasó a ir a los hospitales, a acompañarlos a las consultas, a hacerles zumos, a tender... "Hago lo que me pidan. Es una tarea muy agradable. Los consideras como de tu familia. Cuando un día no vienes te preguntan porque te echan de menos". Otra de las voluntarias es Eli, sobrina de una de las religiosas. "Es la chica de los recados", indica la superiora. "Me llaman por teléfono para lo que necesiten. No hay problema".
Toda esta encomiable labor que hacen en Regina Mundi no sería posible sin la colaboración de otras instituciones. El Banco de Alimentos, así como otras empresas y familias suelen aportar comida. Otras organizaciones les llevan productos de limpieza. Hay médicos que tratan a los pacientes de manera desinteresada. Muchos son los especialistas que aportan su grano de arena. Dos farmacias les donan los medicamentos que necesiten. "Hay mucha gente buena", resume la hermana superiora, quien destaca, por encima de todo y llevándose la mano al crucifijo que lleva colgado "la importantísima labor de la Iglesia".
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