Pérez Franco, un ejercicio de fe, esperanza y caridad

El ex hermano mayor del Baratillo declamó un larguísimo texto en el que conjugó desde el inicio la prosa y las rimas.

Foto: Juan Carlos Vazquez
Foto: Juan Carlos Vazquez
Juan Parejo

26 de marzo 2012 - 05:03

Le preguntaron los compañeros de Giralda TV a Joaquín Caro Romero qué le había parecido el Pregón que acababa de pronunciar Ignacio José Pérez Franco. El veterano poeta acertó a decir que le había resultado como una faena de Enrique Ponce. Tal vez, este símil empleado por el ex pregonero sería una buena manera de definir el Pregón de la Semana Santa 2012. Correcto, vibrante en varios pasajes y, quizás, falto de transmisión y emoción en otros. A Ignacio Pérez Franco se le vio más cómodo con el verso que con la prosa. Así se percibió al menos en directo en el teatro. Como dejó bien claro en la previa, demostró que es un gran aficionado a los versos. Patente quedó, igualmente, su predilección por determinados poetas, como Rodríguez Buzón, José María Rubio o el propio Caro Romero. Muchos de los pasajes recordaron textos de estos grandes poetas. El pregonero fue de menos a más. Se notó en todo momento que dominaba un texto que leyó con soltura, aunque a veces resultó demasiado monótono. Los pasajes más bellos fueron los dedicados a la Virgen de la Concepción del Silencio, la Esperanza de Triana y la Macarena, que arrancaron varios olés del respetable; y los de su cofradía del Baratillo.

Aunque Pérez Franco anunció que estaba todo medido con la intención de no extenderse más allá de la hora y media, el Pregón resultó demasiado largo. En total, incluida la presentación del delegado de Fiestas Mayores y las marchas, interpretadas magistralmente por la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, dirigida por Francisco Javier Gutiérrez Juan; el acto se fue hasta las dos horas y cuarenta y cinco minutos. Incluso algunas personas abandonaron sus localidades antes de que terminara. El tiempo empleado por el pregonero fue de dos y horas y quince minutos. Pérez Franco reconoció al final que tuvo que recortar varios pasajes sobre la marcha al darse cuenta de que iba muy mal de tiempo.

En la entrevista publicada por Diario de Sevilla el pasado lunes, el pregonero reveló que el Pregón tenía una estructura muy clara y que le preocupaba que el público no lo entendiera desde el principio. Era una base de tres pilares: la fe, la esperanza y la caridad. A través de estos tres pasajes, o tres llamadas de martillo, fue construyendo todo un canto a la ciudad, a la religión, a la eucaristía, a María, al pueblo, a los barrios, a los jóvenes, al arte o a la acción social de las hermandades.

Antes de comenzar con el clásico saludo y la presentación, se arrancó con una poesía dedicada a la inminente llegada de la Semana Santa. Desde este primer momento dejó claro lo que iba a acontecer durante toda la exposición: "Y ese gozo que florece en claridad/ es fe, es Caridad, es Esperanza/ y va llenando de Dios la ciudad". Tras los agradecimientos de rigor, comenzó Pérez Franco con un canto a Sevilla, que bien pudo ser un homenaje a aquellos escritores que tan gloriosamente han sabido adentrarse en el alma de la ciudad: José María Izquierdo, Chaves Nogales o Romero Murube. Pérez Franco aseveró que la Semana Santa es el eje sobre el que gira la vida cristiana del sevillano. Defendió la fiesta, "que es parte inseparable del alma y el ser de Sevilla, cuando no el alma misma de la ciudad", de aquellos que la miran como una fiesta antigua o trasnochada y un lastre para su desarrollo y evolución. El pregonero dibujó una Semana Santa inseparable del sentimiento religioso. Asida a Dios, como no podía ser de otra manera, y como un vehículo imprescindible que llama a la conversión de las personas. "Las cofradías son el único camino de fe para muchos". "No nos dejemos engañar. La única raíz de esta celebración es la fe de los sevillanos en Jesucristo. No hay más. Ni menos. No busquemos otra respuesta". La presencia de Dios -omnipresente en todo el texto- se hizo especialmente notable en la primer golpe de martillo de Pérez Franco. La defensa de las hermandades en la fe desembocó en un largo romance inspirado en el Silencio Blanco de la Amargura que fue bien acogido por el público en la que supuso la primera gran ovación de la mañana.

El misterio eucarístico, "y la importancia fundamental en la vida cristiana del sacramento", lo identificó con el Señor de Pasión: "Al mirarle vemos en él al Dios que nos espera, hecho pan blanco, oculto en el silencio del sagrario. Parece que este Jesús, cuando está en su altar, nos está indicando con su dulce mirada baja el lugar donde se encuentra hecho alimento para la vida del mundo".

La fe verdadera que se encuentra en los sagrarios también se manifiesta a través de las imágenes, instrumento para llegar a Dios. Pérez Franco aludió a la relación tan personal que tienen muchos sevillanos con sus devociones, hasta el punto de hacerlas suyas y referirse a ellas como "mi Cristo o mi Virgen". Ese vínculo lo asimiló al Señor de Sevilla. Al Gran Poder. A la visita de cada viernes y al beso depositado en el talón. "¿Qué tiene esta imagen de Jesucristo que mueve tanto al amor de sus fieles, al amor de toda Sevilla que le ha hecho su Señor?".

Tres grandes pasajes dedicó el pregonero a la Virgen María, como mediadora para llegar al Señor. Repasó sus distintas advocaciones para afirmar que "Sevilla quiere ser la primera en la devoción a la madre de Dios". Con el poema dedicado a la Virgen del Rosario, "compendio de todo el evangelio", obtuvo un gran aplauso. Una de las cimas del Pregón se alcanzó con la Hermandad del Silencio y el dogma de la Inmaculada Concepción: "Tuvo que ser en Sevilla/ donde aquel fuego prendiera/ para que Roma dictase/ lo que el pueblo ya supiera/ el misterio más sublime/ el que te hizo perfecta/ el que te llevó a ser madre/ del mismo Dios en la tierra./ Tuvo que ser en Sevilla/ y una Hermandad, la primera/ que en defender este dogma/ de tu bendita pureza/ sentó cátedra de amor/ siendo la Madre y Maestra". El dogma de la Asunción, a través de la Virgen de las Aguas; y la Realeza de María, encarnada por la Virgen del Subterráneo, dieron paso a la reivindicación de la sevillanía del Virgen.

Pérez Franco reclamó con vehemencia el papel de los sevillanos en su fiesta: "¡Qué nadie nos robe la paz, la serenidad ni la alegría de salir a la calle para proclamar públicamente nuestra fe, en la hermosa forma heredada de nuestros mayores, en Jesucristo muerto y resucitado! ¡Qué nada ni nadie nos robe el gozo de nuestra Semana Santa!" Animó a las cofradías a ser fieles en el día a día con su credo; y a hacer una penitencia pública y echar las redes de la fe, "como hizo San Pedro".

Antes de llegar a Triana, se detuvo en la Semana Santa de los barrios: San Bernardo, el Tiro de Línea y el Cerro del Águila. Habló de la diáspora que sufrió en su día la collación torera y del regreso de sus gentes cada Miércoles Santo: "Mientras estas escenas se sigan repitiendo, seguirá vivo el viejo barrio". La importancia de la parroquia y sus sacerdotes para el desarrollo de sus cofradías también fue recordado: "Que sea la casa de los jóvenes, el ámbito privilegiado en la formación de adultos, un hogar de fraternidad y caridad y la casa de la familia cristiana".

La infancia del pregonero afloró al recordar el Viernes Santo en Triana: "El día más grande". El Cristo de las Tres Caídas, el Nazareno de la O y el Cachorro se abrazaron en una poesía llena de sentimiento. Una pregunta se hizo en este punto: "¿Cómo se puede estar de celebración el día en el que toda la cristiandad conmemora la muerte del Señor?".

En el segundo golpe de martillo el pregonero salió a buscar la esperanza. Primero la halló en el Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes. Siguió con la juventud: "Hoy más que nunca la hermandad tiene que ser para los jóvenes un hogar en el que, desde la firmeza en la fe, sea semilla de esperanza y ello se traduzca en frutos abundantes de caridad". En este punto también tuvo un recuerdo para poetas como Rodríguez Buzón, al recordar a Gracia y Esperanza; y Florencio Quintero y sus Noches del Baratillo. El pasaje dedicado a la Esperanza de Triana cosechó los primeros olés.

La Esperanza la encontró finalmente el pregonero junto al Arco. Relató cuando nació por primera vez a ella, yendo en el vientre de su madre, y aprovechó para hacer un alegato en favor de la vida: "Sí, a pesar de lo que algunos digan, ya entonces, aún sin haber visto la luz del cielo de Sevilla, era un ser con cuerpo y con alma capaz de oír y sentir los latidos de la devoción de mi ciudad". Explicó Pérez Franco cómo nunca pudo llamar a la Macarena por su nombre: Esperanza. Algo que ha cambiado tras sostenerla entre sus manos y "sentir el calor de su mirada". El sentido romance a la Macarena fue el más aplaudido.

Con el tercer golpe, la caridad, llegaron los momentos más íntimos y sentidos por el pregonero. Tras repasar la importancia de las obras sociales de las hermandades, llegó la emoción con la Virgen de la Caridad. Antes de regresar al Baratillo, buscó la vida, la resurrección y la salvación en la cruz. Y la Piedad. ¡Qué te digo yo, Piedad que no te haya dicho antes!

Tras levantar la parihuela de la ciudad con los tres golpes del llamador: fe, esperanza y caridad, el final fue para su Cristo de la Misericordia. "Por ti, yo aprendí a quererte de verdad./ En tus llagas, yo busqué el consuelo./ De tus manos yo alcancé la gloria. / Esta es la pequeña historia/ de la fe de aquel chiquillo/ que encontró en el Baratillo/ tu amor y Misericordia.

Así fue el Pregón honesto de un cofrade.

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