Pelucas para las imágenes sagradas. Rizando el rizo
El Aprendiz
María de Río se ha convertido prácticamente en la única artesana que realiza este accesorio imprescindible en la mayoría de las vírgenes y en algunos cristos
Recibe muchos encargos de Latinoamérica e, incluso, de Filipinas
El encaje de bolillos. De Brujas a la calle Goles
Alcaicería 10 tiene la medida justa. No más de tres personas. Es el cupo máximo de este pequeñísimo establecimiento que hunde sus raíces en el siglo XIX, centuria en la que se puso tan de moda colocarle pelo natural a las sagradas imágenes. La tradición fue decayendo el pasado siglo, aunque se mantiene en muchas localidades de la provincia y del resto de Andalucía para las que María del Río las elabora con una fama que traspasa las fronteras nacionales. Hasta el otro lado del gran charco ha llegado este producto tan artesanal como genuino.
La antigua calle de Alcaicería de la Loza es una de esas vías de continuo trasiego. Comunica la otrora populosa Plaza de la Alfalfa con la de Jesús de la Pasión, a la que la mayoría de los sevillanos siguen llamando como la del Pan, aunque esta última denominación pierde todo su sentido cuando se comprueba a lo que se dedican los nuevos negocios instalados en la zona (algunos de colores nada discretos).
La Antigua Casa Rodríguez abrió sus puertas en 1816. Ha cumplido más de un siglo. Es de los pocos establecimientos que se conservan de aquella Sevilla provinciana y de marcada personalidad, que en poco se asemeja a la de nuestros días, tan franquiciada y que vive por y para el turista. María del Río nos atiende desde el minúsculo mostrador que separa los dos hemisferios de la tienda, el de los encargados y los clientes. Son fechas de preparativos de túnicas, escudos y cordones. El asunto de las pelucas sacras ha quedado postergado a que llegue la Pascua Florida y puedan dedicarse de pleno a tan complejo menester.
El negocio lo abrió aquel año el bisabuelo de su tía Concepción Marín, de la que aprendió el oficio de los postizos. Eran tiempos en los que se extendió la moda de que los Cristos llevaran pelo natural. Este añadido (cuyo origen es bastante antiguo) casi desapareció en el siglo XX, pero aún en la capital quedan imágenes que lo mantienen, como el Cautivo de San Ildefonso o el que se venera cada primer viernes de marzo en la Casa de Pilatos.
Después están las pelucas que emplean las dolorosas y que prácticamente quedan ocultas por el manto y el tocado, y las que se usan en las vírgenes de gloria, que sí lo exhiben. A este respecto, María del Río hace una puntualización iconográfica. "Las dolorosas, en señal de duelo, siempre llevan el pelo liso y las pelucas se preparan para que se recojan con un moño, pues van debajo del manto y los encajes. En las de gloria, deben estar hechas siempre con tirabuzones, que es señal de alegría", refiere esta especialista.
El trabajo, como toda obra artesanal, requiere de paciencia y tiempo. Lo primero que se hace es tomarle la medida de la cabeza a la imagen. Para ello, se elabora un casco de papel que servirá de base de la peluca. Ese material se reemplaza luego por un tul, donde se insertan los mechones de pelo natural, convenientemente tratados, que se disponen a modo de pequeños moños. "Se hace la raya a la mitad y se colocan a un lado y otro, hasta que se tiene el largo y el volumen deseados", detalla.
"Siempre uso pelo natural", incide esta artesana, que abunda en que para elaborar una peluca, normalmente, no es suficiente con la donación de una devota, sino que se requieren varias. "Todo depende de la calidad del pelo. Hay algunos con escaso sustento, que se caen, y otros que carecen del largo necesario", explica Del Río. El tiempo medio de trabajo es de una semana, aunque todo queda condicionado por las dimensiones y complejidad de lo que desea el demandante. "Hay que ir pelo por pelo", asevera.
De esta céntrica tienda han salido encargos para imágenes sagradas de Filipinas y también de Hispanoamérica, donde el uso de pelucas es muy habitual en las procesiones de Semana Santa. Y, por supuesto, para toda España, ya que el nombre de María del Río se ha convertido en un referente a la hora de elaborar este tipo de cabello. El mundo entero en una tienda de pocos metros.
Una vez concluido el trabajo, viene otra parte fundamental que compete de lleno a priostes y camareras: la conservación. La Antigua Casa Rodríguez también se encarga de este cometido, en el que María aporta consejos una vez entregada la pieza. Siempre deben usarse para limpiar las pelucas productos suaves, con champús y cremas hidratantes de calidad. "Muchas veces se lavan como si fuera el pelo de una persona, cuando no es así, porque ese cabello está muerto", advierte. "Me han llegado responsables de junta de gobierno llorando después de ver cómo han quedado las pelucas con un mal tratamiento, hay que tener mucho cuidado con eso", insiste.
Uno de los productos menos aconsejables son las lacas, que "al tener goma, estropean el pelo y son muy dañinas para la policromía de las imágenes". En el caso de las pelucas de las dolorosas, al estar tapadas, se conservan mejor y sufren menos el efecto de la exposición al culto, como ocurre con las de gloria cuando en los altares o los pasos les llega el humo de las velas", añade esta artesana, quien precisa que el coste de este producto puede rondar en algunos casos los 800 euros. No olvidemos mencionar entre estos agentes externos (expresión tecnicista donde las haya) los abundantes pétalos que se lanzan desde balcones y azoteas en las procesiones. La globalización de la petalá y sus efectos.
Entre los encargos más laboriosos que ha recibido -donde puede mostrar toda la destreza heredada de sus antepasados- se encuentra el de la Inmaculada Concepción de Castilleja de la Cuesta, de la Hermandad de la Calle Real. Su larga melena, junto a los abundantes tirabuzones (que se logran con unas tenacillas especiales), la convierten en el máximo exponente de un trabajo de siglos y en el que siempre se acaba rizando el rizo.
También te puede interesar