Pasión y Muerte resucita la Semana Santa en Triana
Centenares de cofrades esperaban la inédita salida del Crucificado desde su nueva sede de salida
El Viernes de Dolores en Sevilla: Dos años recuperados en un instante
Sonaban a duelo las campanas de la Parroquia de San Pedro, en la calle Condes de Bustillo, cuando el reloj marcaba las ocho de la tarde. En el interior, los nazarenos de ruán se cubrían con su antifaz tras rezar al Cristo de Pasión y Muerte y a María Auxiliadora, segundos antes de que se abriesen las puertas.
Pocas mascarillas y más público de lo habitual. No cabía nadie más en esta calle acostumbrada a la alegría de la procesión del 24 de mayo, cuando "la sentaíta de Triana" y Don Busco viste a Triana de celeste y rosa. Por la misma rampa salían los casi cien hermanos que antecedían al paso del Crucificado realizado por Navarro Arteaga hace veinticinco años.
Gustavo Martagón, párroco de San Juan Bosco, y una representación de la asociación de María Auxiliadora acompañaron a esta cofradía trianera en su primera salida desde esta casa salesiana. Un templo inaugurado en 1935 que se llenó de nazarenos por primera vez en su historia. Una reliquia de San Juan Bosco, fundador de los salesianos, era portada por un nazareno en el último tramo.
Se escribía una página importante en las memorias de esta joven hermandad. La entrada de los penitentes por la puerta del colegio anexo al templo, en la previa de la salida, fue la imagen de la jornada. Alumnos y ex-alumnos del colegio de los Salesianos de San Pedro acudían expectantes para ver a la que ahora es también su cofradía.
El presidente del Consejo, Francisco Vélez, veía la procesión en la calle Evangelista. Nadie quiso perderse el regreso de los nazarenos a este viejo arrabal, después de dos años sin procesiones en Semana Santa. Como principales atractivos, esta hermandad de silencio estrenaba sede de salida, recorrido y algunas cartelas de este impresionante canasto lleno de volúmenes y detalles.
Durante dos décadas, la hermandad ha salido desde la Parroquia del Buen Aire, su sede canónica. Primero como agrupación parroquial y más tarde como hermandad de penitencia. La escasa altura de este templo, situado en un piso bajo de la calle Virgen de Fátima, les obligaba sacar al Cristo en posición vertical y con unas ruedas en los zancos. Esto hizo a la hermandad buscar otro templo cercano para realizar su salida el Viernes de Dolores, siendo la familia salesiana la que finalmente ha abierto sus puertas, tras la negativa de otras hermandades y parroquias del barrio.
"Mamá, ¿hoy sale la Borriquita?", preguntaba un niño. Era la primera para los más pequeños de la casa. La primera Semana Santa para los nacidos hace tres años, y el estreno para aquellos que eran bebés en 2019 y hoy ya hablan, andan y comienzan a ser conscientes de lo que sucede antes sus ojos. "¡Los nazarenos son buenos!", decía una madre a su bebé, que hacía pucheros al ver de cerca a los penitentes.
La capilla musical "Gólgota" sonaba por barrio Voluntad. Una leve brisa apagaba los cirios morados en la calle Trabajo, que eran vueltos a encender por los diputados de tramo, pabilo en mano. Más tarde, ya con las últimas luces de la tarde, el Crucificado llegaba a la Capilla del Rocío de Triana, donde fue recibido por la hermandad rociera. El cortejo avanzaba por las calles Pagés del Corro, Victoria y Rodrigo de Triana, llegando a la Plazuela de Santa Ana.
En la puerta lateral de la "catedral de los trianeros", la Real Parroquia de Santa Ana, esperaban su párroco y las hermandades que allí residen: el Carmen, la Divina Pastora y Madre de Dios del Rosario. Los nazarenos entraron para realizar su estación de penitencia, como se hacía primitivamente en Triana, arrodillándose ante el Santísimo Sacramento en la soledad del templo. El Cristo recibía una saeta en la calle Párroco Don Eugenio, donde se mantuvo detenido unos minutos mientras toda la cofradía entraba y salía de Santa Ana.
En la calle Pureza se produjo el encuentro con la Esperanza de Triana. La Dolorosa ya luce desde hace unos días entronizada en su paso de palio, preparada la Madrugada del Viernes Santo. El hermano mayor y una representación con el estandarte esperaban la llegada del Cristo de Pasión y Muerte. Tras cruzar las acogedoras calles Fabié y Rodrigo de Triana se produjo la última visita, a su hermandad madrina, la de la Estrella. El bullicio de los bares de la calle San Jacinto se reducía con algunos siseos.
Zancada larga de los costaleros de Manuel Vizacaya para llegar a la hora prevista al templo. Volvían a sonar las campanas de duelo en la calle Condes de Bustillo, con menos público que en la salida. Al igual que en la salida, el Cristo se hundía hasta las rodillas sobre el monte de cardos y flores variadas, donde también podía verse una calavera, en alusión al Monte Calvario, en latín calvarium: de la calavera. A las doce y media de la noche se cerraban las puertas de la Parroquia de San Juan Bosco.
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