La Mortaja, en lucha contra el 'cáncer' de la madera
El taller de Enrique Castellanos está acometiendo una restauración completa del paso de la hermandad
Galer gráfica: Así se restaura el paso de la Mortaja
"Hongo de pudrición parda". Así se llama el principal problema que encontró Enrique Castellanos cuando el paso de la Hermandad de la Mortaja llegó a su taller para ser restaurado. Cuando retiró el dorado, encontró sus graves consecuencias para la madera. "Lleva actuando más de cien años", asegura el experto conservador, que ha saneado, consolidado e injertado para reconstruir los volúmenes perdidos en la canastilla del misterio. Durante el proceso se han extraído puntillas, tornillos y cola negra que había cristalizado. La tensión producida por el paso de los años y las estaciones de penitencia había provocado grietas y roturas, que se eliminarán en las mesas de trabajo del taller.
Las piezas llegaron a sus instalaciones del barrio de San Lorenzo el pasado mayo y la pandemia, que impide la salida de pasos a la calle, está haciendo que la minuciosidad de su labor aumente. El tiempo no corre tan deprisa y el plazo de entrega es la cuaresma de 2022. "Cuando las vi, intuí problemas", cuenta Castellanos, que lamenta las intervenciones "no muy afortunadas" que ha sufrido el paso en el pasado. "Midieron mal y forzaron la estructura", explica mientras señala añadidos de pino sobre la pieza, que fue realizada en cedro en el siglo XVIII y de la que se desconoce su autoría. Las esquinas, en cambio son completamente de pino y datan del XIX. Dos tipos de madera que se harán una cuando el proceso acabe y el dorado reluzca. En el taller de Castellanos se está realizando el proceso completo: dejarlo en madera, retirar las partes afectadas, encolar, dar dos capas de yeso, recuperar volúmenes, colocar tiras de telas en los ensambles, dar siete manos de estuco, grabar venas, escofinar, rascar, lijar, grabar sobre estuco y dorar.
"Problemas económicos y varias vicisitudes hacen que a fines del XIX la Hermandad entre en un periodo de decaimiento como otras muchas de nuestra ciudad", expone la historiadora Reyes Pro. Ello obligó a varias enajenaciones de bienes y enseres, en las que destacó la venta en 1883 de dos de las cartelas pasionistas del paso al anticuario Pérez. Precisamente, para sufragar la restauración de dicho paso, que además se tuvo que modificar para adaptarlo a las seis cartelas originales que se conservaron. Así, en 1885 se emprenden trabajos en profundidad, según se asienta en libros de cuentas de la Hermandad, donde se anotan varios libramientos de pagos relacionados con labores en el paso desde 1882 (compra de madera, jornales de herreros y carpinteros). "Sí se puede afirmar que el tallista Antonio Dominguez realizó los medallones con escudos de las esquinas, ocho candelabros tallados dorados y se añaden unos respiraderos tallados por Antonio Cruz", añade Pro.
La actual restauración es la de mayor envergadura que ha tenido el paso desde su creación. La Mortaja realizó una muy importante en 1929, cuando se doró entero. Esta vez, el avance de las técnicas y la mayor sensibilidad hacia el patrimonio harán, "si se mantiene adecuadamente", que dure muchas décadas. Ese mantenimiento depende de tres enemigos que cita el artesano: "el manoseo, la lluvia y los cambios de temperaturas". En este último caso, la corporación lo mantiene todo el año en el coro del ex convento de la Paz. Un lugar fresco que garantiza unas condiciones similares durante todo el año. A ello se suma la independencia de la nueva parihuela, que realizó el carpintero Enrique Gonzálvez y que permite una redistribución del peso de las imágenes del misterio. "Antes el peso iba a la canastilla y ahora va todo a la parihuela", detalla Castellanos, que aplaude esta decisión de la corporación del Viernes Santo. La nueva estructura del paso cuenta con un perímetro de luz que reduce la temperatura debajo de él y permite la contracción y dilatación de la madera sin problemas.
En el seno de la Hermandad de la Mortaja se congratulan por el avance de los trabajos y por ver hecho realidad un anhelo que ha supuesto más de un lustro de ahorro en las arcas de la corporación y el paso de tres hermanos mayores. La conservación del patrimonio que se les ha legado es una de las premisas de la actual Junta de Gobierno, que resta los días para ver de nuevo su imponente paso de misterio en la calle. En 2019 no pudieron salir por la lluvia y el coronavirus ha impedido que lo hiciera el pasado y el presente año. De mejorar la situación sanitaria, este sería uno de los grandes y más brillantes estrenos de la Semana Santa de la próxima primavera.
Activos gracias a los encargos anteriores al virus
A pesar de su dilatada trayectoria y experiencia, Enrique Castellanos, ubicado junto a la casa de hermandad del Buen Fin, reconoce que "han bajado los encargos". La pandemia ha paralizado numerosos proyectos de restauración en el seno de las hermandades, que coinciden en su mensaje al preguntar el artesano por ellos: "De momento vamos a dejarlo". Castellanos, afortunadamente, tenía firmados dos encargos antes de la llegada del virus. Eso le ha permitido "mantener una plantilla de cuatro trabajadores" y seguir con el taller abierto. Cifra en un 70% el descenso del volumen de trabajo y, como sus compañeros del gremio, destaca "la complicada situación" que viven desde hace un año.
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