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Manuel Garrido: "Para exaltar a tu Virgen no hay que menospreciar a las demás"

La semana santa de...

Es una institución viva en Triana, donde lleva más de cuarenta años ejerciendo de sevillano fino, elegante y con un sentido del tacto inusual en estos tiempos

Manuel Garrido: "Para exaltar a tu Virgen no hay que menospreciar a las demás"
Carlos Navarro Antolín

08 de febrero 2008 - 05:03

Es el autor de la letra de las célebres Sevillanas del adiós y el auténtico impulsor del género por medio del grupo Los Giraldillos "cuando las sevillanas estaban más que decadentes y sólo se interpretaban en cuatro o cinco casetas de la Feria". Manuel Garrido (Morón de la Frontera, 1924) fue nazareno infantil de Nuestro Padre Jesús de la Fuensanta en su localidad natal, donde fundó dos hermandades, entre ellas la del Cristo de la Buena Muerte, obra del escultor Barbero. Llegó a Sevilla con 27 años. Empleado de banca de profesión, es letrista, poeta, actor, amante del teatro y de todo lo que tenga que ver con la creatividad. Se hizo hermano de la Macarena el año de la coronación ("Hacían falta hermanos y vinieron al Banco Central a buscarme para que me apuntara, pero la verdad es que nunca he hecho vida de hermandad") y de la Esperanza de Triana en 1963, donde siempre se ha negado a ocupar cargos. Para la hermandad de la calle Pureza ha escrito casi de todo: la Salve, el Padre Nuestro Caído, la misa rociera, la misa al son de los campanilleros, el himno de la coronación canónica, villancicos, etcétera.

En tantos años ha vivido muchas etapas en la su cofradía del alma: "Las hermandades cambian como de la noche al día según la junta de gobierno. Yo he sido y soy muy querido en la Esperanza de Triana, pero a veces me he sentido como si no tuviera nada que ver con aquello. Y conste que actualmente me aprecian. Pero ha habido épocas en las que me he sentido un poco extraño en la hermandad". Las Madrugadas de Garrido han pasado con la edad de ser vividas en la calle, "saliendo al paso de la Esperanza en varias calles", a ver a la Virgen por televisión: "Recuerdo la arenga que me correspondió hacer a los costaleros de la primera cuadrilla de hermanos, o cuando me encargaron las meditaciones en la Catedral, o simplemente para colaborar encendiendo los cirios de los hermanos. Aquellos años iba a varias calles a recibir a la Esperanza, se podía uno mover con toda facilidad por la ciudad. Al regreso de la cofradía me gustaba estar en el Baratillo. No tengo paciencia para vestirme de nazareno. Sólo lo hice un año con una túnica que me prestó Luis Calderón. Pero ahora la veo en televisión porque los años no pasan en balde, ya no puedo acomopañar a la cofradía como me gustaba, y ahora hay tanta falta de respeto por la calle..."

Garrido admite que ha estado en las quinielas del Pregón de Semana Santa en muchas ocasiones. Prefiere no citar a sus escritores favoritos en materia cofradiera para evitar agravios. "Más que escribir bien de cofradías, hoy se escribe con buena fe. Interesa más quedar bien que dejar bien aquello de lo que se escribe. Todo el mundo aspira a tener una frase lapidaria".

Hila fino cuando se refiere a los pregones, sobre todo al más célebre hasta ahora: "Hay pregones en los que se dicen auténticas barbaridades. Le voy a citar uno, no me importa hacerlo. Es el de Rodríguez Buzón, que tiene un poema precioso, pero que no se puede decir en un Pregón. Es el del verso Pero como tú ninguna. ¡Eso no se puede decir porque cada uno tenemos la nuestra! Otro fue el de Domingo Manfredi, que dijo Y en la mañana del Viernes Santo todas las Dolorosas de Sevilla se quitan sus mantos bordados de terciopelo y se van a llorar con la Macarena. No, hombre, no,... Que venga la Macarena a llorar con la mía. Para echarle flores a la Madre tuya no tienes por qué menospreciar a la de los demás".

"Mi Pregón no hubiera gustado en Sevilla, porque yo hubiera cantado a la Sevilla que hace la Semana Santa y no a sus imágenes o a sus hermandades, sino al pueblo que hace la Semana Santa, gente que tiene las raíces en Sevilla, la que con sus manos hacen una túnica o arreglan las flores, la del chiquillo que se hace un costal y levanta una silla. Hubiera dedicado el Pregón a todas esas manos... [Y recita de pronto] Con tres golpes nada más llevan la Virgen al cielo las manos del capataz". Ahora percibe cierta crueldad en los pregones: "Hay hermandades que se citan de pasada".

Su pena es no haber dado el pregón de la coronación de la Esperanza de Triana: "Al menos escribí el himno". Y defiende que el de Semana Santa no tiene por qué pronunciarlo un profesional de la palabra o la literatura: "A lo mejor un hombre del pueblo es capaz de decir cosas hermosas, ¿por qué no?"

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