Jueves Santo en Alcalá del Río. Con velo y mantilla

Reliquias de la provincia

La Semana Santa de este municipio es una de las más ricas, tanto en el patrimonio material como en sus ancestrales tradiciones

La cercanía con la capital no le ha impedido conservar la idiosincrasia de esta celebración a lo largo de los años

El portentoso paso de la Virgen de las Angustias Coronada es portado por nazarenos.
El portentoso paso de la Virgen de las Angustias Coronada es portado por nazarenos. / Francisco Cruz

La Campiña, la Sierra Sur y la Vega. Esta serie vuelve a recalar en un municipio situado en el podio de las localidades que atesoran una de las Semanas Santas más ricas en patrimonio material y en el inmaterial, aquél constituido por ancestrales tradiciones que han sabido mantenerse a lo largo de los siglos, pese a su cercanía con la capital hispalense y a las modas cofradieras que se han copiado de la ciudad. A estas alturas muchos habrán caído en la cuenta de que hablamos de Alcalá del Río, pueblo ribereño al que ya aludimos en la primera edición de Reliquias de la provincia, cuando nos centramos en el Viernes de la Bajada de la Virgen de los Dolores en su Soledad Coronada, acto que tendrá lugar el próximo 5 de abril.

En este capítulo hablaremos de la Vera-Cruz y de su estación de penitencia, que guarda aspectos comunes con la cofradía antes referida y que son propios de la antigua Ilipa Magna (escenario de una de las guerras púnicas).

Antes de nada, podemos decir sin temor a caer en la exageración que nos encontramos ante una de las hermandades con mayor solera de la provincia. Referente de numerosas corporaciones para desarrollar diversas labores, tanto en temas de culto, estética y, muy especialmente, en el área de labor social, gracias, entre otros proyectos, a la residencia de ancianos construida en los terrenos de la hermandad.

Vayamos por parte. La cofradía realiza su estación de penitencia la tarde del Jueves Santo. A las 18:00 se abren las puertas de la real ermita de San Gregorio (patrón de la localidad), pero una hora antes –cuando concluyen los Santos Oficios- tiene lugar el tradicional Paseo. Se trata de un rito propio de Alcalá del Río que era común en muchos municipios hasta no hace mucho tiempo. Se puede definir como un bando anunciador integrado por casi todos los grupos que conforman el variopinto cortejo penitencial: nazarenos de luz, de paso (luego hablaremos de ellos) y bandas de música. Es una forma de avisar a los vecinos de que la cofradía está a punto de ponerse en la calle.

Existen varias teorías sobre el origen del Paseo. Algunos lo han relacionado con tradición de llevar el Santísimo a las personas impedidas que no podían acudir a los Santos Oficios en la parroquia. Otros, sin embargo, se remontan bastante siglos atrás y aseveran que es un vestigio de las antiguas rondas de las centurias romanas, propias de un municipio donde hubo un importante asentamiento durante las guerras púnicas, de ahí que los últimos años hayan aparecido mosaicos y restos arqueológicos de aquella civilización.

El Cristo de la Vera-Cruz, con su peculiar velo.
El Cristo de la Vera-Cruz, con su peculiar velo. / Francisco Cruz

Lo cierto es que el Paseo constituye una estampa única de Alcalá del Río. Familias enteras desfilando por las calles. Heraldos que confirman que el tiempo ha llegado. Que la espera ha concluido y que lo que se llevaba tanto tiempo anhelando es ya una realidad.

En este punto conviene poner la atención en el hábito penitencial, que guarda aún cierto sabor romántico, sin haberse impregnado de la uniformidad que en túnicas y capas se impuso en la Semana Santa hispalense. Los nazarenos visten túnica negra con gola (encaje) alrededor del cuello, del que pende un lazo. Los capirotes son de raso verde, al igual que las vueltas de las capas negras. El primer tramo de Cristo lo conforman unos 700 nazarenos, cifra bastante elevada y que no es usual en las cofradías de pueblo. Pero aquí, en Alcalá, es normal que toda la hermandad participe, de un manera u otra, en la estación de penitencia, lo que provoca que –debido a su extensión– en algunos momentos del recorrido la cruz de guía llegue casi a solaparse con la trasera del manto de la Virgen de las Angustias Coronada.

El cortejo que comprende del paso del Cristo al de la Virgen está constituido por mujeres vestidas con mantilla negra, tradición que se mantiene inalterable en la Semana Santa ilipense. Más de 800 cruceras participan en sus filas.

Mujeres ataviadas de mantilla contemplan la salida de las Tres Virtudes Teologales.
Mujeres ataviadas de mantilla contemplan la salida de las Tres Virtudes Teologales. / Francisco Cruz

Otra de las curiosidades de su cortejo son los personajes bíblicos y alegóricos interpretados por las cruceras. Se trata de un largo repertorio compuesto por las Santas Mujeres, las Virtudes Teologales, Santa Elena, la Mujere Verónica y las niñas vestidas de ángeles. Para una mujer de esta hermandad es un auténtico “honor” poder encarnar estos personajes. Una ilusión que se tiene desde pequeña. Durante el Jueves Santo son las camareras de la Santísima Virgen las que se encargan de ataviarlas de una forma muy particular, pues se asemeja bastante –en aspecto y tiempo de preparación– a cómo lo hacen con la sagrada imagen.

El cortejo, además, posee una centuria romana, situada tras el Cristo, y los nazarenos de paso, que son los que portan las andas del Crucificado y de la Madre de los cruceros, puesto que no son llevados por costaleros, sino a través de dos amplias maniguetas que ocupan los costados de ambos pasos y a hombros de hermanos que portan túnica negra con su característica gola, peto bordado y ancho cinturón de esparto verde. Esta disposición confiere a los pasos una peculiar forma de andar, señal irrefutable cuando se les ve venir de que es Jueves Santo y de que estamos en Alcalá del Río.

El paso del Cristo de la Vera-Cruz, al salir de la ermita de San Gregorio la tarde del Jueves Santo.
El paso del Cristo de la Vera-Cruz, al salir de la ermita de San Gregorio la tarde del Jueves Santo. / Francisco Cruz

El Cristo de la Vera-Cruz es una antiquísima imagen, de la segunda mitad del siglo XVI, con signos inequívocos de ser obra de Roque Balduque, artista flamenco que estuvo trabajando varios años en esta localidad de la Vega. De tamaño menor de lo habitual, en su día fue concebido para ser portado por un clérigo. Es una de los pilares devocionales de este pueblo. Cuando sale el Jueves Santo sobre un rico paso neobarroco (a cuyos pies se sitúa una imagen de la Magdalena), de la cruz en la que está enclavado pende un velo, antiguo elemento del que quedan pocos vestigios en Andalucía y que representa el momento en que al expiar el Redentor se rasgó el velo del templo, dejando a la vista de todos la zona que hasta entonces se consideraba sagrada y reservada para una casta de los judíos.

El paso de palio es un compendio de buen gusto. De lo mejor de cada siglo. Comenzando por lo principal, la Virgen de las Angustias Coronada, una obra que contiene todos los rasgos propios de José Montes de Oca, que supo dotarla de un dolor contenido, de la verdadera angustia que siente cuando sabe cercana la muerte de su Hijo y la acepta con resignación. Es tal la unción sagrada que atesora que hay quien dijo que aquél que se impregna de sus ojos morenos, nunca más dejará de ser crucero.

Añeja estampa de las Santas Mujeres y el valiosísimo palio, donado por Reverte.
Añeja estampa de las Santas Mujeres y el valiosísimo palio, donado por Reverte. / Archivo de la hermandad

El palio guarda un sabor romántico. Propio de finales del siglo XIX y principios del XX. Las Hermanas Antúnez lo bordaron en 1903 y fue costeado por Antonio Reverte, aquel torero al que se le frustró el sueño de que la cofradía saliera un Domingo de Ramos en Sevilla. Lo tenía todo preparado: El barco para el transporte y la iglesia de la Magdalena para salir por las calles de la capital.

El manto es otro prodigio del bordado, obra también de las Antúnez, mientras que la saya es de Rodríguez Ojeda, propia ya del estilo que desarrolló este afamado diseñador en su segunda etapa. La orfebrería -incluida la bella corona de oro- ha salido durante décadas del taller de Villarreal.

Unción sagrada y belleza en el rostro de la Virgen de las Angustias, una joya de la provincia.
Unción sagrada y belleza en el rostro de la Virgen de las Angustias, una joya de la provincia. / Francisco Cruz

Como dato curioso, la cofradía se divide en dos partes. La primera transcurre durante la tarde, desde la ermita de San Gregorio a la parroquia. Una vez allí y tras la exposición del Santísimo, se retorna a la sede canónica en la Madrugada, cuando se suceden las saetas y los vítores a ambas imágenes que luego, en mayo, volverán a bajar en una peculiar procesión al templo principal de la localidad para celebrar el quinario al Cristo de la Vera-Cruz. Ritos, tradiciones y cultos peculiares que han llevado a que esta Semana Santa sea declarada Fiesta de Interés Turístico de Andalucía por saber conservar lo propio. Y, sobre todo, por exhibirlo con gran orgullo.

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