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La Hiniesta: una salida a la hora del 'brunch'

El Jubileo de la Pestaña

La cofradía de San Julián ha sido la primera del día al poner la cruz de guía en la calle 15 minutos antes de lo previsto

El adelanto en la nómina no resta ni un ápice de público en su discurrir por las calles del barrio

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Así ha sido la salida del Cristo de la Buena Muerte de la Hiniesta en el Domingo de Ramos de Sevilla 2023

Brunch es un anglicismo que se ha puesto de moda y que sirve para denominar esa comida que no es ni un desayuno ni un almuerzo, sino una mezcla de ambos, pues se hace en mitad del horario matinal. Entiéndase por esto último el periodo que oscila entre las once de la mañana y la una de la tarde. Si usted se ha levantado con el Ángelus, pues se toma un brunch. Si ha de almorzar temprano, pues también se sacia con un brunch. Ya hay restaurantes especializados en servir esta comida, que cada vez cuenta con más adeptos. Y hasta dicen los expertos que restulta muy recomendable para la rutina alimentaria.

No. No vengo a hablarles de dietas ni de gastronomía saludable. Para eso están los expertos. Vengo a narrarles la salida de la Hermandad de la Hiniesta, cuyos integrantes del cortejo penitencial prepararon un brunch en sus casas para llegar puntuales a San Julián, donde este Domingo de Ramos han salido nazarenos dos horas antes de lo acostumbrado, por la reordenación que ha sufrido la jornada inaugural de la Semana Santa.

Si hasta 2022 había que almorzar a una hora temprana, este año ha sido un desayuno abundante lo que se han zampado muchos de sus nazarenos para acudir sin demora a la parroquia que da nombre a este antiguo barrio, donde desde muy pronto hay público apostado en sus aceras.

La historia viva

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Así ha sido la salida del palio de la Hiniesta

Frente a la puerta ojival se encuentran los hermanos más longevos de la corporación. Un recinto vallado donde la memoria alcanza altas cotas de recuerdos. Entre ellos se encuentra Juan Manuel Navarro, de 70 años. Casi toda la vida ha salido de nazareno, hasta que las fuerzas le han fallado. Dos nietos y cuatro sobrino-nietos forman parte del cortejo. Entre estos últimos, hay dos que salen de costaleros con el Cristo de la Buena Muerte. Navarro no recuerda en su vida una salida de la Hiniesta “tan temprana” como la de este 2023.

A su lado se encuentra Pedro Bueno González, de 83 años. Es historia viva de San Julián. No hay nazareno o costalero que pase por delante del vallado que no lo salude. Uno de ellos es Francisco Ros, a quien le espeta: “Usted es el que lleva la antorcha de los que ya tenemos una edad”.

El Cristo de la Buena Muerte, por la Muralla de la Macarena. / Antonio Pizarro

El nombre de Hiniesta es común en la casa de este cofrade octogenario. Hija y nieta lo llevan. “Para nosotros es un orgullo”, defiende Pepa Martín, esposa de Pedro Bueno. Pepa conoció a su marido cuando éste era prioste de la hermandad. Ella trabajaba en el taller de Carrasquilla, donde estaban bordando el techo de palio. Se casaron meses antes de que la Hiniesta gloriosa, “la gótica”, fuera coronada. La conversación se interrumpe con la llegada de Ignacio Rojas Bueno, un nieto costalero que estampa dos besos a sus abuelos antes de entrar en San Julián. Pedro Bueno desea que el periodista deje claro en su crónica lo que piensa sobre el adelanto horario de la salida, que ha establecido el Consejo de Cofradías para solventar los problemas del día. “Lo que se ha ganado con la historia no se puede perder con los caprichos”, defiende con la autoridad que dan los años.

Llega la juvenil de Arahal, que abre el cortejo delante de la cruz de guía. El ambiente que se vive en el barrio se asemeja al de un día de fiesta grande de pueblo. El sol cae de lleno sobre los hermanos de mayor edad. Allí está Lina Pedrosa, que perdió a su marido hace 15 días. “Un gran hiniestero”, recuerda. A su lado permanece su hija, Macarena Castro. La cita de este domingo está siendo muy dura. Ambas se refugian bajo un paraguas azul (que ha proporcionado la hermandad) del sol que cae de lleno a esta hora.

La primera del domingo

La cruz de guía, en la puerta de San Julián. / Antonio Pizarro

La puerta de San Julián se abre 15 minutos antes de lo estipulado en los programas. A las 12:45 se planta la cruz de guía en la famosa ojiva del templo mudéjar. Permanece allí, quieta, sin andar ni un paso, diez minutos. Tiempo suficiente para declararse la primera cofradía de la jornada y arrebatarle tal puesto a la Paz, cuyo cortejo sale instantes después del Porvenir.

Algo bueno tiene el adelanto horario. El sol no llega a la puerta de San Julián hasta que la cofradía se pone por completo en la calle. En años anteriores no había resquicio de sombra donde cobijarse de la inclemencia del astro rey. Así lo recuerda María Dolores Cánovas, que se ha plantado junto a la ojiva a las once menos cuarto de la mañana. “Este Domingo de Ramos no cojo el bronceado de playa de otros años”, asegura esta hermana de la Hiniesta, que luce con orgullo su medalla. Su yerno es costalero de la Virgen, tras la que se situará hasta la carrera oficial. Lleva un look casual para el recorrido que le queda, con unas zapatillas deportivas de impoluto blanco, que constratan con los zapatos de tacones hiperbólicos que las adolescentes lucen en esta jornada de estrenos imposibles (y demasiado sufridos).

Un paisano de Per de Tous

Justo debajo del retablo cerámico de la Hiniesta permanece desde hace varias horas José Ramón Diego, un barcelonés de madre sevillana, bautizada en San Julián, donde se venera a la Virgen gótica que encontró precisamente el catalán Per de Tous. Este joven vive la Semana Santa todo el año desde la Ciudad Condal. Reconoce ser "un friki de esto". No hay información cofradiera de la que no esté al tanto. Es hermano de los Gitanos desde hace dos décadas y en honor del Señor de la Salud viste camisa y corbata moradas y un traje con bastante brillo, de una tonalidad parecida a la de los nazarenos de la O. Echando un ojo al resto de indumentarias, queda claro que la discreción en el vestuario del Domingo de Ramos no es un valor al alza.

La contemplación de tal combinación la interrumpen los malos modos de un guardia de seguridad, que zarandea a un periodista de radio por hacer una foto delante de la puerta. Charo Padilla va al rescate del compañero y le canta las cuarenta al vigilante mientras salen los últimos tramos del Cristo de la Buena Muerte, hundido hasta la rodilla en la canastilla de este paso, de perfiles inconfundibles.

Los sones de Arahal

El alcalde Antonio Muñoz saluda en la representación de la corporación municipal. / Antonio Pizarro

Ya en la puerta, suena Arahal con estilo tan propio, con esos xilófanos que tanto gusta al respetable que se congrega cada domingo de palmas en este rincón cercano a la Puerta de Córdoba. La cofradía toma por la Muralla de la Macarena. Siguen saliendo nazarenos de San Julián. Ahora de capa. Nueve tramos.

Llega una de las salidas más complicadas. Pericia de costaleros y capataces. El paso de palio se coloca a ras de suelo. El azul y plata en lucha contra la piedra gris. Delante del paso –por el patronazgo de la Hiniesta sobre el Ayuntamiento– se sitúan, entre otros, el alcalde Antonio Muñoz; el concejal de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera; el portavoz del grupo municipal de Cs, Miguel Ángel Aumesquet (los tres de chaqué); y su homóloga en Vox, Cristina Peláez. Todos se vuelven para ver esta demostración de esmero y cálculo. El paso ya está en la calle. El reloj marca las 14:35. Es la hora del almuerzo. Aunque tras este arranque cuerpo y espíritu están llenos. La cofradía de San Julián es el mejor brunch. Salga antes o después. Siempre sacia.

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